Por Alejandro Maidana

Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero

En carne viva, de esa forma se manifiestan los testimonios de aquellos que le ponen el cuerpo a los controles que arrojan resultados pavorosos. La raza más destructiva que habita la tierra, sigue su paso firme aferrado a la desidia  y a la inconsciencia más supina, mientras tanto, todo a su alrededor se va apagando gracias a su deleznable accionar.

Muchas son las especies que han desaparecido, y tantas otras se encuentran en un serio riesgo de extinción. Parece ser que las generaciones futuras deberán conformarse con conocerlas a través de las fotos, ya que verlas moverse tanto en la tierra como en el aire o el agua, no podrá ser posible.

Basta con remover tan sólo un poquito los recuerdos de pibe, para poder tejer un paralelismo entre el ayer y el hoy, de una fauna ictícola que ha mermado tanto en cantidad, como en variedad. Si bien podríamos adjudicarle esta dolorosa realidad a la industrialización de nuestras costas, sumado al nocivo modelo productivo a base de venenos que empacha con agrotóxicos los lechos de canales, arroyos, lagunas y ríos, la depredación ocupa un lugar sumamente importante en este lúgubre camino.

¿Cómo podemos frenar este ecocidio sostenido? ¿Existe alguna forma de recuperar lo avasallado? ¿Quiénes son los encargados de controlar las costas y montes? ¿Existen políticas de Estado para preservar las especies y castigar a los inconscientes? Para obtener respuestas calificadas y con verdadero sustento, Conclusión pudo obtener la palabra de aquellos que de manera desinteresada desde lo económico, no dudan en exponer su humanidad en el espinoso camino de la toma de conciencia.

Roberto Schiozzi tiene 72 años, es guardafauna corondino e integrante del <Centro Ecológico del Paraná>, lleva 24 años cumpliendo una invalorable función en la más cruda de las soledades. “Desde el primer momento no he cesado en la búsqueda de un cambio de paradigma en torno a la agresión al medioambiente. Somos muy pocos guardafaunas en Santa Fe, dudo que seamos más de 6. En lo particular soy el único que articula con gendarmería nacional, ya que sin su apoyo los controles ruteros no podrían llevarse adelante”, sostuvo.

La depredación animal lejos de medir o contemplar las consecuencias, avanza a pasos agigantados. “Esto va en franco aumento, es una utopía que siendo tan pocos, y resaltando que nuestra labor es ad honorem, podamos controlar un crimen naturalizado. El tráfico de pájaros para luego ser vendidos en el mercado negro, es uno de los puntos más álgidos a la hora de hablar de depredación. Allí el cardenal rojo, el cabecita negra y los paraguayitos entre otros, son los más castigados en nuestra provincia”, indicó Schiozzi.

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Un ave encerrada no se relaciona, no hace nidos, no procrea, cuando se encierra a uno, se está encerrando a un montón. “Resulta demoledor encontrarse en un operativo con más de la mitad de pájaros muertos producto del encierro, el calor y las condiciones de traslado. A lo que encontramos con vida los liberamos en el mismo lugar, la metodología es aplicarles a los responsables la ley 22421 de conservación de la fauna, destacando que todo ciudadano puede denunciar un hecho que violé a la misma”.

Roberto Schiozzi se ofusca cuando llega el momento de consultarlo por el rol del Estado y el apoyo para consolidar los controles. “En los últimos 12 años nunca tuvimos el aval del Estado provincial, trabajamos con la credencial vencida si bien no hemos dejado jamás de insistir en su renovación. No tenemos apoyo, salvo el de gendarmería a la hora de efectuar los operativos, somos muy pocos guardafaunas para intentar frenar una depredación que esconde en muchas oportunidades, un entramado con el sector político”.

Los controles suelen se realizan tanto en ruta como en las costas, las zonas de Arocena y Monje, suelen mostrar con desprejuiciada asiduidad, un tránsito incesante de distintas especies de animales. “Es preciso destacar que la veda del dorado, el manguruyú y el pacú, es permanente en toda la provincia, luchamos denodadamente contra su depredación al igual que la del sábalo y el surubí, ya que en estas últimas dos especies no se cumple en muchas oportunidades con las medidas asignadas y la veda”.

Las aguas no están controladas, la perversidad del sistema opera para que el Estado no vigile, ya que de esta manera el mismo elude conflictos con los pescadores habilitados. “La mayoría de los trabajadores del río, no cumplen con las reglas, los pescadores deben utilizar una red en donde los rombos no pueden ser inferiores a 8 dedos, unos 16 cm. Nos hemos cansado de decomisar sabalitos de 30 cm, cuando la medida mínima es de 42, esta especie no pone huevos si su tamaño es inferior al permitido, eso debe quedar bien en claro, se está depredando a una especie que no se va a reproducir”.

Intentando cotejar las ostensibles diferencias históricas en cuento a la agresión a la fauna, Schiozzi trajo a colación el rol de los pueblos preexistentes al Estado. “Los indígenas nos dejaron un ecosistema impecable, no mataban las hembras reproductoras, solo cazaban para comer, debemos aprender muchísimo de su camino, de su respeto por todo los que nos rodea”.

A su compromiso ad honorem, debemos sumarle la venta de rifas para lograr abastecer de combustible a los vehículos en los cuales se trasladan. “De esta manera nos movemos, por ello se hace muy cuesta arriba, pero seguiremos hasta el último de nuestros días. Somos insistentes en el reclamo al Estado provincial, ya que debe ser el gobierno quién respalde una actividad que solo persigue la preservación de la fauna santafesina. Es muy fácil lamentarse a través de los distintos medios de comunicación, o salir a repudiar el accionar irracional de los cazadores y pescadores, pero la realidad habla de que hoy por hoy el Estado es responsable de la cruenta depredación a la que están expuestas distintas especies”, dijo.

La cacería del pato está totalmente prohibida, si bien la misma sigue ofreciéndose como divertimento tanto para el turismo local, como extranjero.”Mis bisnietos van a tener que ver un pato en una foto para poder conocerlo”, disparó el guardafauna.

Los distintos controles llevados adelante en la ruta 34, han brindado resultados nefastos. “Ómnibus que llegan del norte del país, se llevan desde tortuguitas, distintas variedades de aves (incluidos tucanes),  monos carayá, ciervos de Asis, nutrias y carpinchos entre otras. Cazar no se caza, se mata, una cosa es la actividad impulsada para poder comer, y otra muy distinta ostentar para la foto. Al aguará guazú lo fueron exterminando solo por diversión, una locura solo digna del humano. A corregir, ni a castigar ni a pegar, si no cuidamos el río y el monte, nos vamos a quedar sin nada. Debemos proteger a la fauna, esto debe ser una responsabilidad de todo bien nacido, la muerte no puede ser una diversión”.

Por último, quién abraza más de 7 décadas, hizo un llamado a la conciencia de los que heredaran un mundo devastado, “los jóvenes deben comprometerse, ya que ellos serán los que deberán convivir con el apocalipsis el día de mañana”.

Pero en este estoico derrotero, no podemos dejar de referenciar el trabajo de dos colaboradores que junto a Roberto Schiozzi, recorren la provincia impulsando un futuro distinto. A Edelmiro Terreno y a su hijo Waldo, no solo los une un lazo sanguíneo, sino la lucha y el compromiso por un mundo más justo. El abuelo y el padre de Ludmila, la pequeña que sigue batallando contra la contaminación por agrotóxicos en Bernardo de Irigoyen, colaboran en el control de la fauna cada vez que un operativo se hace presente.

Como vicepresidente del <Centro Ecológico del Paraná>, nos convocamos junto a Roberto Schiozzi y gendarmería nacional para aportar nuestro granito de arena por la causa. Lo que vivimos en cada control nos moviliza aún más, la depredación a la que están siendo víctimas tanto el río como el monte, es de enormes proporciones”, indicó Edelmiro.

Sin políticas de Estado todo se torna más difícil, “existe un gran desamparo, no hay control alguno en los distintos cursos de agua. En la provincia de Santa Fe hace 12 años que no censa a las distintas especies de animales, el panorama es muy desalentador”.

 

La vida y la muerte en manos de solo 3 personas que recorren a duras penas distintos puntos neurálgicos de la provincia. “No existe un solo día en donde hayamos participado de un operativo, en el cual podamos contentarnos de no haber secuestrado o liberado animales. Contemplar la matanza de distintas especies, en muchas oportunidades solo como hobby, a uno lo atraviesa y sensibiliza de sobremanera”, expresó Waldo Terreno.

Una realidad que golpea tan fuerte como la desidia. “Nos hemos encontrado con yacarés, carpinchos, nutrias y gatos salvajes aún con vida, que liberamos en zonas de cañadas, mientras que en muchas oportunidades nos topamos con gansos, cisnes y flamencos muertos, producto de lo cruel del traslado y el intenso calor imperante”.

En uno de los últimos operativos llevados a cabo en Puerto Gaboto, se pudieron secuestrar 150 kilos de pescado. La pesca con redes sin licencia, es una constante en las aguas de nuestros ríos y arroyos. Si bien la extinción de muchas especies debe interpelarnos profundamente, todavía estamos a tiempo de poder torcer el rumbo de esta lúgubre historia, pero de ella dependerá cuanto pueda avanzar nuestra conciencia.