Por Santiago A. Fraga

“Y trato de armar mi cuerpo
y busco pedazos sueltos
quebrados en el silencio
después de la guerra”.
Certamente Roma – Quebrados en el silencio

El 14 de junio de 1982, el general Mario Benjamín Menéndez firmó la rendición argentina, procurando tachar la palabra “incondicional” en el acta de capitulación. Aquel acto, considerado como el final de la Guerra de Malvinas, sería el comienzo de los esfuerzos de los militares que aún asolaban al país por poner en práctica una vez más a aquella que fuera una de sus principales armas a lo largo de los siete años que duró la dictadura cívico-militar: el silencio.

Desde tareas de contrainteligencia y manipulación psicológica sobre los soldados hasta las fuertes políticas de desmalvinización que se llevaron adelante a nivel nacional, toda la maquinaria de la ya debilitada cúpula militar apuntaba a “cuidar su imagen” mediante un intento de ocultar todo lo que había sucedido en las islas del Atlántico Sur. De eso no se habla, eso no sucedió.

La dictadura duraría otro año y medio en Argentina, pero el olvido y la marginación que sufrieron los ex combatientes se perpetuaría por muchos más, con heridas y deudas que se mantienen abiertas hasta el día de hoy.

Lo que no se habla, funciona como una bomba de tiempo adentro”, aseguró a Conclusión el médico psiquiatra Dr. Enrique Stein, confirmando que al contrario de lo que reza aquella conocida frase forjada en Buenos Aires a finales de 1974, el silencio no es salud.

Las principales consecuencias de la guerra y de los años de desidia posteriores repercutieron en la salud física y mental de los héroes de Malvinas, con numerosas consecuencias que van desde la aparición temprana de enfermedades como la diabetes, hipertensión, cáncer o problemas cardíacos, hasta trastornos como la ansiedad, depresión, esquizofrenia, ideación suicida o el conjunto de síntomas que componen el síndrome de estrés postraumático.

A 40 años del inicio de la intervención militar argentina en las Islas Malvinas, todavía hay ex combatientes que nunca han sido atendidos y revisados por un profesional, a pesar de que la ley 23.109 lo especifique desde que fuera promulgada en octubre de 1984. Buena parte de ellos tampoco han tenido ni siquiera en sus casas o en la sociedad las condiciones necesarias para poder romper la barrera del silencio y exteriorizar todo lo que llevan dentro.

Muchos otros, murieron en ese desamparo. Desde el final de la guerra y hasta 2020, han fallecido en total unos 2.624 ex combatientes, algo más del cuádruple de los 649 que perdieron la vida durante el conflicto.

Si bien en esa estadística no se discrimina la razón de la muerte, otros estudios realizados por centros de ex combatientes del país en distintos años estiman que entre 350 y 500 son casos de suicidio, mientras que también se reporta un considerable porcentaje de muertes por cáncer, infartos y ACV.

Cada 2 de abril, los diarios argentinos se llenan de notas como esta recordando a los ex combatientes y su heroísmo, pero el verdadero desafío radica también en los 364 días del año restantes en los que cada uno de ellos tiene que seguir adelante con su vida. Mientras algunos han podido mantener una vida normal, con trabajo, salud y familia, muchos otros no han corrido la misma suerte, y por ello es fundamental que existan políticas que garanticen que todos ellos tengan un acceso digno a la salud y que haya profesionales capacitados para atender sus necesidades, como así también las de quienes conviven con ellos.

Lo importante de todo esto es dar una salida a los veteranos de guerra. De la guerra, independientemente del tiempo que haya pasado, uno puede trabajar sobre las secuelas.

Alberto Dupén

El regreso de la guerra, la desmalvinización y el largo camino hacia políticas de salud mental

Después de la guerra, lo más grave fue la ignorancia, la deuda social de no reconocimiento, el ocultamiento de los veteranos ante la sociedad; por lo cual para muchos de ellos, lo han dicho y lo siguen diciendo, la posguerra fue peor que la guerra misma”, contó a Conclusión el Dr. Stein, uno de los profesionales más reconocidos por su arduo trabajo con ex combatientes, atendiendo diariamente en el área de psiquiatría del Hospital Militar Central, habiendo sido coordinador comité de Salud Mental de las Fuerzas Armadas y siendo especialista en desastres y salud mental como consultor OPS/OMS desde 1985.

Los veteranos llegaron por la puerta de atrás, no hubo una banda militar que los fuera a recibir. Llegaron de noche, los pusieron en el micro, muchas veces hasta tuvieron que estar en cuarteles un tiempo más para que coman un poco”, dijo por su parte el Dr. Alberto Dupén, psicólogo especialista en el estudio y tratamiento del síndrome de estrés postraumático en veteranos de guerra de las Islas Malvinas y uno de los profesionales que de forma desinteresada ha atendido a mayor cantidad de ex combatientes y familiares a lo largo y ancho del país.

Seis días antes de la rendición, sabiendo la inevitable derrota y temiendo por la repercusión que generaría en el pueblo argentino y en el ya fuertemente debilitado gobierno dictatorial, el teniente primero Ramón Ojeda firmó un documento en donde se dictaban diversas pautas para realizar “tareas de contrainteligencia local” y “acciones psicológicas individuales para reafirmar conceptos” sobre los soldados en el Hospital de Puerto Argentino, con el fin de “ejercer un mayor control para evitar la fuga de información” y que “se evite el efecto ‘bola de nieve’ (sic) que trae como consecuencia los comentarios por ellos realizados” (citas correspondientes a uno de los documentos secretos descalificados en 2005, mencionadas en el trabajo «El regreso de los soldados de Malvinas: la historia de un ocultamiento«, de 2019).

En ese mismo documento, se impulsaba “la puesta en conocimiento a los comandantes o jefes de los comentarios hechos por sus subordinados a fin de que adopten las medidas que crean convenientes para solucionar o prevenir hechos que afecten a la moral o a las operaciones”, y en una segunda propuesta, planteaba que “cada vez que un barco se dirige a Puerto Argentino se embarque esta u otra sección (Personal del Área de Inteligencia del Ejército) a fin de cumplimentar lo antes expresado”.

Así, proponían también realizar “operaciones psicológicas secretas mediante el empleo de diferentes técnicas, procedimientos o medios” e impulsar “una campaña para impedir que la subversión capitalice el dolor y/o el resentimiento de los familiares de nuestros soldados muertos y desaparecidos en la guerra”. Otro ejemplo de las maniobras de ocultamiento y de intento de acallar a los soldados fue la “Cartilla de recomendaciones a los soldados desmovilizados”, firmada por el coronel Mario Oscar Davico.

En estas intervenciones del personal de inteligencia, según testimonios de ex combatientes como Ernesto Alonso, se los amenazaba con que si brindaban algún dato a los medios iban a ser sometidos ante un consejo de guerra, y se los desmotivaba infundiéndoles la idea de que en Argentina la gente los iba a recibir con piedras por la derrota. Algo muy lejano a la realidad del pueblo.

Sin embargo, si bien es cierto que la población argentina esperaba con ansias a los veteranos, cierto es también que las políticas de desmalvinización tuvieron su efecto en la sociedad -e incluso con el tiempo se fueron profundizando-, y que fue muy difícil para muchos de los ex combatientes lograr reinsertarse en la misma, lo cual con el tiempo agravó o generó numerosos trastornos mentales y físicos.

Por un lado, a nivel salud no hubo una situación donde nosotros podemos decir ‘les dimos una contención’, sino todo lo contrario, porque no había experiencia. Eso, lamentablemente, repercutió en que primero de la guerra se resistió (el ‘de esto no se habla’), y después el problema fue cuando los veteranos de guerra iban a conseguir trabajo. Como eran veteranos, no se los daban, y he visto casos de hasta gerentes de banco que cuando se enteraron que eran combatientes los echaron. La gente tenía que andar mintiendo sobre haber estado en la guerra. Es una cosa muy triste, porque en lugar de tener personas como héroes, eran tomados como escoria de la sociedad”, reflexionó el Dr. Dupén. Sumado a esto, muchos también volvieron con un fuerte sentimiento de culpa, de pensar “¿por qué estoy yo vivo y hay gente que quedó en las islas?”.

En ese sentido, también fue un factor fundamental la contención familiar que los combatientes tenían a la hora de volver de Malvinas, o la ausencia de ella, sobre lo que el Dr. Stein estudió que “aquel que no la tuvo tuvo muchas más dificultades para recuperarse de la guerra que aquel que pudo tener una mamá, un papá o un hermano”. Así también, otra diferencia marcada fue entre aquellos que se mantuvieron dentro de la fuerza al volver de la guerra, con ese sostén dentro de la institución, y quienes quedaron aislados.

Así, comenzaría a nacer también una de las grandes deudas que aún hoy permanecen parcialmente sin saldar con los veteranos, que es el acceso totalmente garantizado a la salud y políticas de salud mental acordes, con el debido cumplimiento de las leyes y programas lanzados por distintas gestiones de gobiernos nacionales y provinciales.

Con la incumplida la ley 23.109 (1984), en octubre de 1990 se publicó la primera ley de pensiones vitalicias a los ex combatientes (23.848) y el primer plan de salud mental para veteranos de guerra surgió recién en 1992, diez años después del conflicto.

Estoy en guerra desde que acabó la guerra,
vendiendo recuerdos que nadie quiere recordar”
Attaque 77 – 2 de Abril

Síndrome de estrés postraumático

En 1980, la Organización Mundial de la Salud y la Asociación Americana de Psiquiatría dan conocimiento del “trastorno de estrés postraumático”, también llamado a veces «neurosis de guerra», a raíz de estudios realizados sobre ex combatientes de la Guerra de Vietnam y otros conflictos bélicos.

El Dr. Dupén explicó a Conclusión que “es una afección que uno la contrae cuando tiene un trauma donde está en una situación límite, donde puede estar en peligro la propia vida y/o la de quienes están al lado, y que tiene que ser vivida con un miedo intenso, a nivel de horror”, dos aspectos que se dan cuando una persona está en el frente de combate o en otros casos como cuando alguien sufre un abuso, una situación de un asalto, o un accidente, por ejemplo.

Una vez vivida la experiencia traumática, si no se habla y no se es tratada a tiempo, comienzan a generarse luego otros tres grupos de síntomas: uno es el de la reexperimentación del suceso traumático (a través de recuerdos, de sueños, lugares, climas o personas que vuelven a reproducir esas situaciones); el segundo grupo es el de la evitación (evitar todo aquello que evoque al trauma, es decir, sonidos, personas, fiestas, llevando al encierro), y finalmente los síntomas de la parte neurovegetativa o no consciente (irritabilidad, hipervigilancia -estar permanentemente en estado de alerta-, sensación de amenaza constante, pesadillas, sentimiento de culpa y pensamientos destructivos).

El Dr. Stein, por su parte, divide también a los síntomas del estrés postraumático en “el aislamiento social por un lado, el recuerdo intrusivo por otro, y la evitación de los lugares que le recuerden aquellas situaciones vividas”, sumándoles otros como los trastornos de ansiedad, cuadros depresivos, momentos de ideación suicida y, uno muy importante, el consumo y la adicción de sustancias psicoactivas.

Estos síntomas pueden surgir desde uno o seis meses luego del hecho traumático o hasta aparecer incluso recién muchos años después, con el riesgo de que si no se es tratado tiempo, se puede pasar de un cuadro agudo a un cuadro crónico.

Además, como los veteranos ya se encuentran cercanos a los 60 años, la sola existencia del estrés postraumático se complejiza por la aparición de enfermedades típicas de la edad como hipertensión o diabetes, que también por supuesto se han agudizado por haber vivido la situación de guerra.

Según un artículo de The Lancet en 2019, la tasa de prevalencia del trastorno indica que en contextos normales a nivel global 1 de cada 14 personas es propensa a sufrir de estrés postraumático, ansiedad, desorden bipolar o esquizofrenia luego de una situación traumática, mientras que en una guerra el promedio es de 1 de cada 5.

No obstante, si bien el síndrome de estrés postraumático es por esto altamente relacionado con las situaciones de guerra, no necesariamente significa que todos los veteranos lo padezcan o lo hayan padecido, tal como aclaró Dr. Stein, que en coincidencia con los datos relevados por la revista científica reveló que la tasa de prevalencia entre veteranos atendidos en Argentina está entre un 12 y un 15% sobre el total de la población de ex combatientes.

En el caso de sintomatologías aisladas, la cifra se eleva al 20% o 25%, siendo todos estos números de 2019, previos a la pandemia que también recrudeció severamente la situación. En Estados Unidos, por comparación, la tasa de prevalencia del síndrome en sus ex combatientes ronda el 25%, con un 35% de soldados que han tenido problemas de salud mental.

A su vez, también hay otro factor que influye en el porqué de que algunos veteranos hayan sufrido estrés postraumático y otros no, que radica en la experiencia de vida previa.

Para el Dr. Dupén, “tiene mucho que ver el perfil de personalidad con la predisposición que una persona puede tener previo a la vivencia de la guerra”, y que es a partir de eso que de una situación traumática, como una bomba en una trinchera, algunos pueden salir con estrés postraumático y otros no.

Las personas que fueron sobreprotegidas, o tuvieron infancias muy dependientes, son más proclives a caer con ese tipo de cosas. Las personas que tuvieron situaciones más difíciles, como aquellos conscriptos que vivían en lugares del Interior como el Impenetrable, o gente gente en situación de mucha pobreza o en situaciones donde tenían que depender de sí mismos, son los que más rápido se recuperaron y son los que más vuelta le encontraron a las cosas después de la guerra”, agregó.

El estado de hipervigilancia es uno de los tantos síntomas del estrés postraumático, que además de afectar en el desenvolvimiento de la vida cotidiana, influye principalmente a la hora de dormir, con veteranos que hace ya cuatro décadas que no son capaces de tener un sueño reparador.

Hace 40 años que pasó, pero para el veterano de guerra, la guerra es todos los días. Todos los días vive en forma dividida, lo que significa que siempre vive escenas de combate, siempre vive situaciones (incluso ahora) en donde reexperimentan lo ocurrido, y cuando se acerca esta fecha recuerdan cada uno de los lugares donde estuvo y comienzan a vivir y a transitar todo el momento que estuvieron en la guerra”, analizó Dupén sobre aquellos que padecen estos trastornos, que por la edad en la que viajaron a la guerra y el tiempo que transcurrió desde ella, vivieron mucha más parte de su vida con esos problemas que sin.

Hay bastantes veteranos que nunca han hablado en su casa de la guerra, y cuando lo empezaron a hacer recién después de 25 o 30 años, estuvieron mejor.

Enrique Stein

Salud mental, también para los familiares

El Dr. Alberto Dupén es el Director del Instituto Holístico de Asistencia Psicológica (IHAP), lugar donde actualmente se desarrolla un plan de asistencia gratuita permanente al veterano de guerra. Su labor con los ex combatientes comenzó hace 30 años, como una forma de honrar a su padre, infante de marina fallecido un 2 de abril. Hoy, también su hijo sigue su legado.

En las tres décadas que lleva recorriendo el país brindando atención a veteranos, ha atendido más de 2.500 personas entre ex combatientes de las islas, familiares de caídos y sobrevivientes y movilizados.

En esos encuentros, se percató de que más importante que todo aquello que le contaban, era aquello que se callaba.

Como consecuencia de los trastornos a raíz de las vivencias de guerra, muchos veteranos fueron propensos a tener problemas familiares, debido a las dificultades para la convivencia que les generaban esos síntomas.

Es muy recurrente que, como la vivencia es tan difícil consigo mismo, el convivir con un veterano de guerra también es difícil, y en algunos de ellos es muy factible que tengan dos o tres matrimonios, con hijos con cada uno. El estrés postraumático ocasiona un bajo umbral de frustración, cualquier cosa es un grito, las puertas se hacen giratorias, entonces se hace una especie de situación insostenible en la que además está el secreto familiar, el ‘de esto no se habla’, y el problema es que al no hablarlo, lamentablemente todo juega en contra”, describió Dupén a Conclusión.

Luego, continuó: “Cuando yo hacía las jornadas de capacitación a profesionales que recorría todo el país, me encontraba con que yo al principio estaba con los veteranos y me decían una cosa, pero cuando tenían al lado a la mujer me decían otra. Entonces me di cuenta que el problema no era lo que me hablaban, sino lo que no me hablaban. Así comencé a hacer el tratamiento con familias, con hijos, y noté que muchas veces la idea de suicidio está muy pendiente, pero se han dado muchos casos en que los padres no se suicidaban y comenzaban a suicidarse los hijos. Porque lo no resuelto por una persona, por el padre, lo cumple el hijo (no solamente en estos casos, sino en general). Cuando hay un tema recurrente, es muy común que suceda eso, porque es como una potencialidad”.

Cuando uno tiene problemas, a mayor intensidad de los mismos menos suele hablar y más suele encerrarse en una cápsula. A veces, situaciones de crisis familiar son las que generan que se rompa esa barrera y se pida ayuda, por lo que para el Dr. Dupén “lo primordial es hacer hincapié no tanto en el veterano de guerra sino en la familia, porque quien saca al veterano de guerra para poner una asistencia generalmente es la familia y no él”.

En ese sentido, entiende que el hecho de que no se hable tanto del ámbito familiar a la hora de hacer referencia a la salud mental de los ex combatientes es “por inexperiencia” y un problema de “cuando se organiza un plan de salud desde un escritorio pero no se tuvo nunca en asistencia a un veterano de guerra.

Cuando uno recorre, cuando vive situaciones de familias, cuando está al lado de la gente viviendo en la casa, es eso lo que te marca. Cuando te hablan, los que te dan la ayuda y te cuentan cosas es la familia. Creo que acá nosotros tenemos que comenzar a plantear trabajar con la familia, porque lamentablemente hay mucho silencio. Son temas que se hablaba en su momento, los he manifestado, pero no siempre uno puede encontrar un interlocutor válido en el interés de ese momento”, concluyó.

La importancia de hablar

Tanto en el caso de los veteranos de guerra como en el de cualquier persona que sepa o sienta que sufre algún tipo de trastorno mental, sea de mayor o menor gravedad, lo más importante siempre es exteriorizar los pensamientos, buscar a un interlocutor (preferiblemente un profesional) para ponerle palabras a esos sentimientos y no guardárselos.

En el caso de los ex combatientes, hay muchos que a día de hoy nunca han hablado de la guerra ni han sido vistos alguna vez por un psicólogo o psiquiatra, pero son varios los casos de aquellos que en los últimos años se han decidido a buscar asistencia, y en todos ellos su caso mejoró notoriamente.

Hay bastantes veteranos que nunca han hablado en su casa de la guerra. Ya sea porque o lo han negado, o no han querido recordar el sufrimiento, o no ha habido condiciones familiares para que lo pudieran hacer. Y yo sé que hay gente que recién después de 25 o 30 años han empezado a hablar, y cuando empezó a hablar estuvo mejor”, dijo a Conclusión el Dr. Enrique Stein, quien además es Diplomado en Salud Pública en la UBA, psicólogo social y profesor titular consulto de la Universidad Nacional del Comahue.

El hecho de no hablar en casa muchas veces se da por la creencia de que así se preserva a los hijos o a los familiares de ese mismo sufrimiento, pero “poder verbalizar una situación vivida con mucho dolor o con mucha ansiedad evidentemente mejora la posibilidad de superar la situación”.

Uno lo dice como psiquiatra: lo que no se habla, funciona como una bomba de tiempo adentro. Y poder verbalizarlo, la verbalización permanente, aunque al principio provoque cierta angustia, poder hablar sobre un hecho ocurrido poco a poco lo va desensibilizando y va aceptándolo como una cosa, no digo normal, pero por lo menos aceptable, y reconociéndolo ya como una experiencia de su vida. Cuando no se habla, cuando queda adentro, eso puede en cualquier momento dispararse de una manera diferente, como un hecho violento, o inclusive con un suicidio”, completó el Doctor.

Por su parte, el psicólogo Alberto Dupén también considera fundamental poder exteriorizar los padecimientos, y por eso aseguró que por más que cada uno tenga su vida interior, “el infierno que se vive en los momentos más angustiantes puede ser solucionado, con una asistencia adecuada”, y que “lo más importante es escuchar ese silencio interior, que se haga voz, para que uno pueda abrazar y poder acompañar en el camino de la vida”.

Finalmente, el Dr. Stein destacó la importancia de las organizaciones de veteranos, y lo beneficioso que resulta para la salud mental el hecho de que se hayan podido agrupar, encontrar y hablar.

Aquellos veteranos que pudieron agruparse en centros de veteranos, estaban en mejores condiciones de superar las consecuencias de la guerra que aquellos que quedaron aislados. Por eso siempre yo le he dado mucha importancia a la inclusión grupal. Muchos tienen la experiencia de cuál ha sido el valor de poder agruparse en centros de veteranos y en las actividades que han desarrollado, incluyéndose en las escuelas y llevando la causa por diversas razones. Me parece importante todo el esfuerzo que hicieron los veteranos, primero para conseguir también los beneficios de la posguerra que tienen que ver con las pensiones, que fue una lucha donde nadie les regaló nada, pero en segundo lugar para poder agruparse en Centros de Veteranos, en la Federación y hoy en la Confederación Nacional de Veteranos, que son instrumentos muy importantes para seguir sosteniendo sus necesidades, al mismo tiempo con muchas incumplidas”, destacó.

El principal desafío es tener asegurada la posibilidad de que aquel que necesite ser atendido pueda concurrir a un centro de salud.

Enrique Stein

La experiencia argentina, ejemplo en otros países

En una guerra, nunca gana nadie. Por un lado, se sabe y aquí se exponen las consecuencias de la desmalvinización y cómo esas desatenciones de tantos años repercutieron en el trato y la asistencia que recibieron a su regreso los héroes de Malvinas, sumado a la inexperiencia que había en el país en la materia en el momento en que se desató el conflicto.

Entonces, podría suponerse que en una región con mucha más experiencia en guerras como Gran Bretaña estarían mejor preparados para recibir a sus soldados, pero eso tampoco fue así.

En el caso inglés, por ejemplo, “ellos han subestimado la posibilidad de aparición del psicotrauma o estrés postraumático, porque creyeron que con haber ganado la guerra era suficiente para no sentir el dolor del combate, pero estaban equivocados”, precisó el Dr. Stein.

Recién en estos últimos años comenzaron a tomar conciencia de la importancia, y lo mismo ocurre en otros países de experiencia bélica como Estados Unidos.

No todos tienen los beneficios que han logrado nuestros veteranos con su lucha permanente en Argentina. En el caso de Estados Unidos hay centros de atención de veteranos importantes, pero hay una estadística interesante sobre que de 150 mil veteranos de EEUU, el 60% ha presentado después de la pandemia problemas de salud mental, la mayoría cuadros agravados”, continuó Enrique Stein, agregando que “en muchos países se pondera la actitud de la Argentina, ya que si bien los primeros 10 años no ha habido ninguna atención, somos en parte una experiencia que algunos países toman en cuenta, y hemos recibido visitas por ejemplo de gente de Ecuador, de gente de Paraguay, de países de América Latina, como así también los propios ingleses, que han venido a aprender de nuestra experiencia y reconocieron que evidentemente ha sido muy importante”. Por eso, “podemos valorar la trayectoria y la experiencia de muchos profesionales de la salud mental en la Argentina que han tenido esto, y al mismo tiempo la existencia de los centros de salud de veteranos en varias provincias que son un apoyo”.

El profesional Dupén también adhiere a esto, incluso siendo fuente de consulta constante por ex combatientes y fuerzas de otros países del mundo, y también dio más precisiones sobre el caso inglés: “¿Qué diferencia de suicidios hay entre los veteranos ingleses y los argentinos? Mucha. Prácticamente hasta diez años atrás, la relación era de 4 o 5 personas (más ingleses que argentinos). Los ingleses perdieron más gente post guerra que en la guerra, y eso se relaciona con la vivencia de situaciones límites. Cuando una persona en una guerra está en una situación en la ‘va perdiendo’, está con el miedo de que lo maten; pero al revés, la persona que mata, no se lo olvida más, y es una marca que le queda muy pegada a sí mismo. Hay muchas historias, y esa marca se la lleva durante todo el tiempo. Además, por ejemplo, el submarino que hundió al crucero General Belgrano, cuando llegó a Portsmouth, el puerto donde estaba la base, hubo una manifestación de los propios ingleses llamándolos asesinos. O sea, no fueron tomados como héroes, y ese es el otro punto. Aquí, porque se perdió la guerra, quedaron a la sombra de la sociedad, pero allí tampoco fueron bienvenidos”.

El impacto de la pandemia

El Dr. Stein, quien ha sido autor de trabajos de investigación como el “Impacto de la desmalvinización en Veteranos de la Guerra de Malvinas, “Factores de resiliencia en veteranos de la guerra nacional de las Malvinas” o o proyectos de estudio relacionados a la “Mortalidad General en Veteranos de Guerra de Malvinas, entre muchos otros, actualmente se encuentra por presentar un trabajo de investigación vinculado al impacto que ha tenido la pandemia en los ex combatientes.

Dentro de las conclusiones de esa investigación parcial, cuantitativa, se demuestra que todo lo vivido alrededor del Covid-19 desde 2020 “agravó algunos síntomas de aquellos que tenían definido claramente el diagnóstico del trastorno del estrés postraumático”, ya que el aislamiento, que fue una de las herramientas para evitar la propagación del virus, es a su vez “uno de los elementos importantes del estrés postraumático”, por lo que “agravó el malestar”.

Además, otro dato negativo, que no es un fenómeno solo de los veteranos sino de la sociedad en su conjunto, es que se ha registrado “ha habido un incremento exagerado del consumo de alcohol, tabaco y sustancias psicoactivas con porcentajes muy importantes.

Uno de los factores relevados es también el registro de “un 30% de ideación suicida, y otro problema importante es que “al no poder acceder a atenderse las enfermedades comunes como la diabetes o la hipertensión”, ya que al estar aislados no podían asistir a un centro de salud, “se han agravado también algunos síntomas orgánicos propios de la edad”, algo que pasó en muchas partes del país.

Otra de las conclusiones de esta investigación (pendiente de finalizar, llevado adelante “más que nada para mantener viva la llama de Malvinas en un ámbito de profesionales de la salud que muchas veces lo toman en cuenta y otras veces no”), es que parte del agravamiento de los síntomas del estrés postraumático se debe a que, en la pandemia, en aquellos que sufrieron Covid apareció muchas veces la sensación de muerte, “¿y un poco esa sensación de muerte qué reproducía? La sensación de muerte en la guerra”.

Por su parte, el Dr. Dupén también se centró precisamente en el factor de la amenaza externa, de la incertidumbre y lo expectante.

«En el veterano lo principal no es el temor a la muerte, el veterano está más centrado en la amenaza, porque los tiene en situación de alerta. Y estar mucho tiempo en situación de alerta los vuelve hiperalertas, y eso agota. La pandemia lo único que hizo fue volver a recrudecer la ansiedad, los ataques de pánico y los problemas familiares. Porque además del hecho de la angustia de estar encerrado, es como que volvió a revivir la incertidumbre de ‘¿cuándo termina todo esto?’, y los niveles de ansiedad que hubo que manejar fueron realmente muy grandes”, sostuvo.

No obstante, también se han presentado algunos casos positivos en la pandemia, ya que ese día a día cotidiano en el aislamiento que generó crisis familiares y separaciones en algunos, en otros sirvió para arreglar conflictos, convivir mejor y solucionar problemas en el hogar.

Lo más importante para la salud mental es el reconocimiento, el aplauso, el abrazo, la consideración de lo realizado. Eso tiene más valor que todos los comprimidos que se pueden dar cuando uno está con problemas de trastorno de ansiedad.

Enrique Stein

Deudas del pasado y del presente

Hace dos semanas, el 16 de marzo, ex combatientes de Malvinas fueron reprimidos por la policía de la Ciudad de Buenos Aires en la puerta de la sede central del PAMI en pleno centro porteño, mientras llevaban adelante un reclamo por las faltas que hay en la prestación de atención médica por parte estatal.

La principal de las exigencias es el cumplimiento de la resolución 191/05, establecida en el gobierno de Néstor Kirchner, que creó el Programa Nacional de Atención al Veterano de Guerra de Malvinas y el Registro de Prestadores abierto y permanente para la atención de los afiliados al Instituto, Veteranos de Guerra y su grupo familiar.

El 31 de marzo de 2021, desde el Gobierno nacional se informó que el presidente Alberto Fernández enviaría tres proyectos de ley para beneficiar a los veteranos de guerra, siendo uno de ellos revalorizar e institucionalizar aquel programa de Kirchner al otorgarle el carácter de Ley nacional.

Sin embargo, la realidad es que hoy solamente es una promesa aún incumplida y que el PAMI está cada día en peores condiciones, con un trato insuficiente hacia los ex combatientes y sus afiliados.

Rubén Rada, presidente de la Federación de Veteranos de Guerra de la provincia de Santa Fe, contó a Conclusión que en reuniones recientes, las autoridades del PAMI se comprometieron a reparar y regular la situación, pero que mientras tanto la resolución “no se cumple, bajaron las prestaciones, vaciaron las sugerencias, cambiaron los aranceles: hicieron todo lo que no había que hacer”. Para colmo, los reprimen.

Lo que estamos pidiendo es una ley para terminar con estos quilombos, porque si cada cuatro años que cambia un gobierno hay problemas…”, agregó.

Rada vivió en primera persona la indiferencia por parte del Estado en su regreso de las islas, contando que no había “nada” de asistencia y que “cada uno se las arreglaba como podía”, siendo por eso que “tenemos una alta tasa de suicidios”.

La protección del Estado bajó tarde, por eso siempre decimos que tiene que haber una reparación por todo lo que han hecho, y para que no ocurra en otros sectores cuando hay un problema, no solo en una guerra sino en un montón de cosas. Los argentinos compramos matafuegos y hacemos salidas de emergencia después de que se murieron 200 pibes en Cromañón. Siempre estamos atrás”, sentenció.

Para el Dr. Enrique Stein, la deuda más grave de todas fue el tiempo que pasó entre que los veteranos volvieron de la guerra y se implementó el primer plan de salud, y que todavía está pendiente porque a pesar de que la ley 23.109 especificaba que todos los ex combatientes debían ser evaluados por el sistema de salud de su provincia, eso no ocurrió y “aún hoy hay un porcentaje importante de veteranos que no han sido vistos nunca”. Por ejemplo, Claudino Chamorro, presidente del Centro de ex Combatientes de Malvinas de Rosario, fue evaluado post-guerra por primera vez recién en 2011, 29 años después del conflicto.

No obstante, él considera que la deuda es doble, ya que además de esa deuda sanitaria que todavía está pendiente en parte, hay otra deuda importante que es aún el reconocimiento en general hacia los veteranos, por más de que año a año el mismo esté creciendo. El médico psiquiatra considera que este último es un factor fundamental incluso para la salud mental de los ex combatientes.

«El tratamiento psicológico puede ser necesario, pero me parece que lo más importante para la salud mental es el reconocimiento formal del hecho y por otro lado el aplauso, el abrazo, la consideración de lo realizado. Ayudaría mucho en este 40 aniversario todo tipo de actividad que reconozca, que aplauda, que estimule, y que todavía hay un largo camino para recorrer. Algunos veteranos dicen ‘ya estamos viejos, nadie se va a acordar’; pero no, las gestas patrióticas se van a recordar toda la vida”, aseguró, para luego continuar: “Tenemos que hacer un esfuerzo para hacer una valoración positiva de la participación de nuestros soldados y cuadros en la guerra. Y esta valoración positiva tiene no solamente un valor patriótico, sino que tiene que ver también con la salud mental. El reconocimiento. Los aplausos en un desfile. Eso tiene más valor que todos los comprimidos que se pueden dar cuando uno está con problemas de trastorno de ansiedad. Honestamente, creo que todavía es una deuda, y creo que hay que aprovechar este 40 aniversario para poder justamente ponderar no solamente la reafirmación soberana sobre las islas sino al mismo tiempo la valoración de hombres que ya son de 59 o 60 años y más que han pasado por la guerra y que requieren sostener un reconocimiento de nosotros como ciudadanos«.

En ese sentido, Dupén hizo hincapié en un factor, que es que a diferencia de otros países donde los veteranos de guerra cuentan con una infraestructura de atención mayor, en Argentina “la figura del veterano de guerra aún está muy desdibujada”.

Si hablamos geográficamente, se puede partir al país en dos situaciones: de Bahía Blanca para abajo hay una conciencia del veterano de guerra, y cuanto más al sur hay más sentimiento de lo que es el tema Malvinas. Hay conciencia. Hay mucha gente que está en el sur viviendo porque dicen ‘al momento en que se vuelva al combate queremos ser los primeros en ir a la isla’ al día de hoy. Ahora, de Buenos Aires para arriba, lamentablemente… en la zona litoral como hubo mucha gente combatiente hay un poco más de conciencia, pero más hacia la cordillera hay mucha menos, y eso se traduce en el nivel de las prestaciones de salud. Digo esto porque es una situación donde el tratamiento al veterano de guerra en el sur es muy bueno, pero en otras provincias depende de cómo llega todo, y si bien Pami está en todo el país, la asistencia no es siempre la que realmente deberían tener”, describió.

Así también lamentó que a pesar de que hubo momentos en donde más o menos estaban cubiertos “nunca se sostuvo una línea de asistencia”, y en general a lo largo de los años “las cosas fueron manejadas más política que médicamente, y lamentablemente los veteranos quedaron en el camino”.

«Había momentos donde se les prestaba bolilla y después se olvidan. Todo el mundo habla ahora de los veteranos de guerra y el 3 de abril se acabó. Son situaciones de que en este momento se moviliza mucha gente, situaciones que los políticos muchas veces hicieron mucho uso, y en el camino han quedado muchas frustraciones y la gente muchas veces ha dejado la vida por ellas. Por ese motivo, la asistencia es muy importante como para dársela, para mejorar no solamente la calidad de vida del veterano sino del entorno familiar”, agregó el Dr. Dupén, para luego reafirmar: “Lo importante de todo esto es dar una salida a los veteranos de guerra. De la guerra, independientemente del tiempo que haya pasado, uno puede trabajar sobre las secuelas”.

Desafíos de hoy

Finalmente, los especialistas fueron consultados por Conclusión respecto a cuáles consideran que son los desafíos de hoy en relación con la atención de la salud de los veteranos.

Para Enrique Stein, el principal es “tener asegurada la posibilidad de que aquel que necesite ser atendido pueda concurrir a un centro de salud”, y por otro lado, “hacer un registro de los que no fueron atendidos o convocados todavía”, ya que espontáneamente es difícil que el veterano que aún no haya concurrido vaya a concurrir, salvo que tenga algún problema puntual. Por otro lado, “fortalecer los Pami en relación con veteranos”, que “puedan existir profesionales que puedan atender esto” y finalmente “mantener la asistencia, que es un pedido crítico desde el punto de vista de nuestros veteranos”, ya que “están en edades en donde ya no solamente está implicado lo que pasó en la guerra, sino una vulnerabilidad mayor propia de haber vivido una situación disruptiva y que en algunas enfermedades propias de la edad (hipertensión, diabetes, el consumo grande de sustancias psicoactivas) son problemáticas en este tiempo”.

Ayudarles a transcurrir estos últimos años de sus vidas con un reconocimiento social nuevo y al mismo tiempo atender las necesidades”, resumió finalmente, además de agregar que todavía hay una deuda científica importante en relación a las investigaciones, para conocer con mayor precisión cuál es la situación de los ex combatientes del país.

Alberto Dupén, por su parte, puso énfasis precisamente en la necesidad de que existan profesionales aptos para atender a los veteranos de guerra, algo en lo que él trabajó con capacitación incluso dentro del PAMI.

El desafío es que los profesionales tienen que estar capacitados para saber qué es un veterano de guerra. El desafío es de capacitación. El primer paso, la concientización de asistencia. Y al margen de eso, creo que se tiene que concentrar la asistencia al veterano de guerra en instituciones que comiencen a agrupar incluso hasta casos de internación, que sean específicas, y además que se sepa realmente cómo tratar a un veterano de guerra. Porque no es un tema fácil. El desafío que se plantea es darse cuenta que a través del tiempo las personas van a necesitar mayor apoyo psiquiátrico, psicológico y de salud en general, porque los deterioros que un chico de 18 años tuvo en su momento ahora pasan factura”, finalizó.

Foto de portada: Edición combinando la foto «Cascos usados en la Guerra de Malvinas» del Museo del Bicentenario y «Manto de neblinas» de Gerardo Dell’Oro

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Para la prevención del suicidio

“No minimice los llamados de atención. Si usted o un conocido está en crisis recurra siempre a un profesional acreditado”.

Asistencia telefónica gratuita del Centro de Asistencia al Suicida (CAS).
– Línea 135 desde Capital Federal y Gran Buenos Aires
– Línea 136 Atención a Personas en Crisis
– 011-5275-1135 o 0800-345-1435 desde todo el país