Por Carlos Polimeni- Noticias argentinas

El asunto tiene ribetes de escándalo, pero de tan repetido y normalizado, casi no impresiona una sociedad que consume títulos con fruición, pero en general reitera las conductas rutinarias: más de 40 mil personas mueren por año en la Argentina por enfermedades vinculadas al hábito de fumar tabaco.

Aunque es cierto que las campañas estatales destinadas a alertar sobre los males del tabaquismo han deparado que haya ido descendiendo el porcentaje de personas que se envician con los cigarrillos, Argentina sigue figurando entre los países de mayor consumo de Latinoamérica.

La crisis económica de esta década ha incidido en las decisiones de los fumadores, si se tiene en cuenta que cada vez hay más ciudadanos que arman sus propios cigarrillos, con lo que consumen más barato un producto igualmente nocivo, aunque menos que el industrial.

Sin embargo, si se tiene en cuenta que entre los muertos anuales hay unos 6 mil fumadores pasivos, está claro que los años perdidos respecto a la prevención son realmente fatales.

En rigor, la industria tabacalera, con fuertes inversiones publicitarias en los medios de comunicación y en la industria del entretenimiento, ocultó durante décadas la relación directa que existen entre el tabaquismo, el cáncer de pulmón y los trastornos cardiovasculares.

Si un extraterrestre preguntara al caer en este planeta cómo fue posible que centenares de millones de personas cayeran en la trampa de meterse en los pulmones el humo que las intoxica la respuesta sería dificultosa de encontrar, pero no debería dejar de contemplar que las víctimas se inmolaron mientras otros se enriquecían y que el poder económico hizo que demorase añares la revelación de los males que ocasionaba fumar.

Los que se enriquecían no eran sólo los dueños de las tabacaleras o los propietarios de medios o empresas que publicitaban el tabaco, sino también los estados, que cobran un impuesto importante por cada paquete de cigarrillos que los enviciados compran, los publicistas que no hacen su trabajo gratis u los especialistas en tratamientos, muchos de ellos presentados como mágicos.

En la Argentina, se cuentan numerosas historias de dineros corriendo debajo de las mesas para desalentar el tratamiento sobre tablas de una herramienta clave para la salud pública, la conocida como Ley 26.687, que regula la publicidad y el consumo de tabaco.

Desde que la ley entró en vigencia está prohibida la publicidad del tabaco en los medios de comunicación, incluyendo internet, por vía aérea mediante globos o aviones y en los espacios de uso público, incluyendo salas de espectáculos, restaurantes, bares, discotecas, salas de juego, y paseos de compra.

En la mayoría de las grandes ciudades está prohibido fumar en los espacios cerrados, en los establecimientos educativos y de salud, en las bibliotecas, en los medios de transporte y sus estaciones.

Lo curioso es que ley se aprobó hace once años, el 1º de junio de 2011, por lo cual hasta entonces era normal y legal que se publicitara y consumiera un producto de estas características sin que el Estado hiciera lo necesario para explicar a la sociedad que no estaba bien.

El tabaquismo es la segunda causa mundial de muerte, tras la hipertensión, y se sabe que el humo ambiental del tabaco contiene al menos 250 productos tóxicos o cancerígenos, entre ellos benceno, cadmio, formaldehído e hidrocarburos aromáticos policíclicos.

Los especialistas aseguran que no existe un sistema de ventilación que pueda eliminar del aire los contaminantes del humo de tabaco y eso es lo que produce el problema de las personas.

La propia industria, que durante décadas hizo todos los esfuerzos posibles por ocultar los estudios que demostraban que el tabaco produce muerte, suele estar detrás de informaciones capciosas, como que fumar poco no es fumar, o de productos igualmente nocivos para la salud como el cigarrillo electrónico.