Por Alejandro Maidana

“Sólo cuando el último árbol esté muerto, el último río envenenado, y el último pez atrapado, te darás cuenta que no puedes comer dinero.” – Sabiduría indoamericana

Al ser humano no le basta su raza y destruye a las demás. Tan explícito como apocalíptico, el paso del hombre por este mundo ha traído una serie de oscuros sucesos que apoyados en mezquinos y falaces argumentos, siguen avanzando de manera sostenida.

En nuestro país un modelo productivo extractivista y envenenador, ha puesto en jaque la existencia de distintas especies, incluido la humana. Una interesante investigación llevada adelante en la Universidad de Texas, concluyó que el glifosato es peligroso para las abejas. Después de una serie de pruebas,  los investigadores concluyeron que el glifosato puede debilitar el sistema inmunológico de los insectos alterando su microbioma intestinal. Esto, según los científicos, es una prueba de que el glifosato contribuye al declive de las abejas melíferas en todo el mundo.

>Te puede interesar: Cuando se envenena la memoria para contaminar la consciencia

Sumado al debate mundial sobre las facultades cancerígenas del glifosato, debemos indefectiblemente sumarle el enorme impacto ambiental que origina el mismo. Este pesticida de amplio espectro, mata las plantas indiscriminadamente, incluso aquellas que son vitales para muchos animales. El resultado son tierras de cultivo monótonos sin insectos ni pájaros, un presente escabroso que nos proyecta un futuro desolador.

¿Si las abejas desaparecen al hombre le quedarían 4 años en la tierra? Muchos son los investigadores que no dudan en afirmarlo. Esto refleja a las claras la enorme importancia de estos insectos en nuestro ecosistema. Hay unas 22.000 especies de abejas y solo algunas son polinizadoras, las abejas de la miel, por ejemplo, son las más eficaces realizando esta labor. Aunque bien es cierto que no nos alimentamos solo de especies que necesitan ser polinizadas, ya que en nuestra dieta el trigo o el maíz son fundamentales y no necesitan de la acción de las abejas. Pero claro, si estos insectos llegaran a desaparecer, este tipo de cultivos tendrían que enfrentarse a las plagas en solitario, sin la protección del resto de especies vegetales que sí necesitan de la polinización de las abejas para su proliferación y subsistencia.

En China ya se poliniza a mano cultivos de peras y manzanas

Agricultores chinos llevan adelante una ardua tarea de polinizar a mano en los cultivos de manzanas y peras del suroeste de China. Allí las abejas silvestres han sido erradicadas por el excesivo uso de pesticidas y la falta de un hábitat natural.

Tarros de polen y pinceles, se han convertido en la única herramienta disponible para aquellos agricultores chinos que deben polinizar flor por flor, para soñar con una cosecha que les garantice su porvenir.

>Te puede interesar: “El Paraná está en problemas”: las cuencas registran una increíble contaminación de agroquímicos

Sin las abejas, nuestra dieta sería increíblemente pobre. Estaríamos forzados a sobrevivir de cultivos polinizados por el viento: trigo, cebada, maíz y no mucho más que esto. Deberíamos imaginar supermercados y almacenes sin manzanas, frutillas, calabazas, melones, tomates, y mucho más.

Las abejas y otros insectos nos han entregado polinización gratis para nuestros cultivos por siglos y continuarán haciéndolo si aprendemos a reconocer su importancia y a devolverles el favor entregándoles lo que necesitan para sobrevivir.

Gracias a la agricultura industrial cada vez hay menos insectos. Los expertos constatan que en muchas regiones la cantidad de insectos se ha reducido hasta en un 80% en los últimos 20 años. El resultado es que se altera toda la cadena alimentaria debido a que estas prácticas agrícolas necesitan indefectiblemente de los agroquímicos para poder producir.

Los murciélagos sufren de doble manera por los pesticidas. Por un lado, hay menos insectos y, por el otro, el veneno se concentra en el tejido adiposo de los animales. En invierno la grasa acumulada se disuelve, se liberan los pesticidas y acceden al cerebro. Se puede perturbar así su sistema inmunológico y su capacidad comunicativa.

>Te puede interesar: Las aguas del Paraná en riesgo por un nuevo ecocidio en Arroyo Leyes

El veneno de las tierras cultivables llega al agua a través de la lluvia. También por esto se ve gravemente afectado el ecosistema. Para los sapos es todo un problema, porque los renacuajos salen de los huevos y saltan al agua. Los pesticidas perjudican su desarrollo, les causan problemas físicos o incluso la muerte. Además, los sapos absorben el veneno a través de su fina piel.

Otro dato tan perturbador como impiadoso, es el otorgado por el criador de cerdos danés Ib Pedersen, que documentó con miles de cerdos la relación entre el glifosato en la soja y la tasa de malformaciones. Llegó a la conclusión de que si hay un porcentaje alto de glifosato en el forraje para los animales, la cantidad de lechones con malformaciones es también elevada. Otros estudios confirman su observación.

 

Un enemigo que ataca a través de los distintos elementos. Un claro ejemplo fue el padecimiento del águila marina, quién sufrió los efectos del insecticida DDT. Esta una de las aves de presa más grandes de Europa y estuvo casi erradicada. En los años 70, se prohibió el uso de DDT en casi todos los países industrializados, todo un éxito para el águila marina que desde entonces ha podido recuperarse y aumentar su número.

La utilización de venenos para producir commodities en lugar de alimentos saludables, está alterando de sobre manera el ecosistema en todo su sus variantes. La voracidad del agronegocio, avasalla todo derecho humano y ambiental que se anteponga en su rapaz camino. El hombre lobo del hombre, el hombre erigido como el principal enemigo de su propia raza, la vida perdiendo la batalla del valor, ante un papel pintado que no deja de generar diferencias sociales criminales. En Argentina, hasta los gorriones han dejado de volar.