La restauración de la democracia en Argentina cumple 38 años al recordarse la toma de posesión del cargo de presidente de Raúl Alfonsín, después de haber triunfado en las elecciones realizadas el 30 de octubre de 1983.

El acontecimiento significó el fin de la dictadura cívico – militar que estuvo en el poder desde el 24 de marzo de 1976 cuando a través de un golpe de Estado depusiera a la entonces presidenta constitucional, María Estela Martínez de Perón.

El autodenominado «Proceso de Reorganización Nacional» dejó una herencia de miles de desaparecidos a manos de grupos militares y paramilitares, la derrota en la guerra de las Islas Malvinas y un aparato productivo destruido con una economía estancada.

En este último punto, la inflación que el gobierno de facto legó superaba el 430 % cuando el gobierno de facto se retiraba en  1976, y la deuda externa alcanzó 46.000 millones de dólares, cifra casi seis veces más que los 7.800 millones de la misma moneda registrados durante el gobierno de la presidenta destituida.

La campaña

Considerada por muchos analistas como la primera campaña que combinó los tradicionales actos multitudinarios con el nuevo marketing político (encuestas, medios de comunicación, imagen de los candidatos), durante el proceso previo a los comicios, la UCR apeló a técnicas como el «saludo de Alfonsín» -el gesto de juntar ambas manos junto a su cabeza- o el uso de las iniciales «RA», en busca de una deliberada asociación entre Raúl Alfonsín y República Argentina.

Enfrente, y apegados a una campaña más tradicional, los candidatos del justicialismo, Ítalo Luder y Deolindo Felipe Bittel, se convirtieron en los integrantes del primer binomio peronista en perder una elección presidencial.

El proceso democrático fue consolidándose con el paso de los años, y más aún durante momentos difíciles de la historia argentina en los que por avatares políticos, económicos y sociales parecía que podía colapsar.

La valoración de los derechos humanos y la consolidación de las libertades buscadas durante la propia dictadura fueron los puntos positivos rescatados desde aquel 10 de diciembre de 1983, cuando se le puso el broche institucional a parte de la historia que parió la democracia.

Los padres de la democracia

Ante la noticia de que el gobierno de facto estaba por realizar una reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales, la Comisión de los 25 (integrada por sindicatos) se reunió en la sede del Sindicato de Molineros y lanzó una convocatoria a la Jornada de Protesta Nacional que se consumó el 27 de abril de 1979. Allí exigieron la restitución del poder adquisitivo de los salarios,  la plena vigencia de la Ley de Convenciones Colectivas de Trabajo y la normalización de los sindicatos.

El 6 de septiembre de 1979, llegaba al país una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Una visita que permitiría romper el cerco de silencio que había impuesto la dictadura en relación a la violación de los derechos humanos en Argentina.

Una solicitada publicada el 2 de septiembre pedía por “una sustancial aproximación al estado de derecho” contó con un buen número de firmas entre las que estaban las de curas y obispos como Jaime de Nevares, Federico Pagura, Miguel Hasyne, Jorge Novak, de rabinos como Roberto Gratez y Marshall Meyer,  dirigentes peronistas y radicales, entre otros partidos como Delindo Bittel, Vicente Saadi, Roberto Ares, Nilda Garré, Raúl Alfonsín, Aníbal Reynaldo, Oscar Alende,  y artistas y dirigentes gremiales como Ernesto Sábato, Hamlet Lima Quintana y Juan José Taccone.

También vale recordar que el 7 de noviembre de 1981, la CGT Brasil que encabezaba Saúl Ubaldini movilizó unas 10.000 personas bajo el lema Paz, Pan y Trabajo hacia la iglesia de San Cayetano de Buenos Aires. Allí se comenzó a corear el “se va a acabar la dictadura militar”.

En tanto, el 30 de marzo de 1982 se organizó una marcha masiva en todo el país contra la dictadura que había sido lanzada 3 días antes de la recuperación de las Islas Malvinas, también bajo el lema Paz, Pan y Trabajo.

Lo que falta

La democracia liberal fue diseñada para resolver los problemas de la época en la que vio la luz y que contempla una representación indirecta y una continuidad en la formalidad republicana sin que haya resuelto el problema persistente que sufre el pueblo argentino desde hace décadas.

La cada vez más cantidad de niños excluidos, sin que sus propios derechos básicos como el de la alimentación, el acceso a la salud y a la educación universal, y el de la integración a la sociedad desde una posición de dignidad, hacen que quienes conducen esta versión de la democracia se desprendan de intereses acotados y puedan pensar en una democracia evolucionada.

Así como los niños, también los ancianos, los trabajadores, los desocupados, las mujeres en situación de vulnerabilidad, y todo el conjunto de la sociedad, esperan de la grandeza y creatividad de quienes tienen la responsabilidad de conducirla.

El desafío es ampliar sus márgenes para que con su manto protector la justicia social sea un hecho, la libertad de ordenar la economía sea una oportunidad para todos los argentinos y para que Argentina pueda decidir soberanamente lo que sus habitantes quieran hacer de ella.