Por Sebastián Vargas

El nuevo trabajo del fotógrafo Matías Sarlo (1979) (*) viene a reportar lo que ocurre en la ceremonia de cada 8 de enero en Mercedes, Corrientes. Se trata del ritual al Gauchito Gil, mítica figura del que no se tiene un registro ni de sus logros divinos ni siquiera de su existencia. La Iglesia tampoco lo reconoce.

Las historias de Antonio Mamerto Gil Núñez son varias. Alrededor de 1840, nace el gaucho en Pay Ubre, a 40 kilómetros de Mercedes. ¿Cuatrero, amante de la mujer de un terrateniente, desertor en la Guerra de la Triple Alianza? Las preguntas se repiten.

El santuario del Gauchito existe. La ruta llama la atención. “Ver tanta cantidad de gente que moviliza este rito”, cuenta sorprendido el fotógrafo. “De todo el país –agrega- estamos hablando de 250 mil personas”. En ese contexto, Sarlo se propuso hacer un fotorreportaje y un libro.

Su procedimiento fue por etapas. Las primeras fotografías son del santuario. Es un galpón donde todo gira en torno al gauchito. Se ven plaquetas de agradecimiento, patentes viejas de autos de personas que fueron dejando en agradecimientos por haber ayudado a cambiar el auto; vestidos de casamientos. Existen lugares donde se puede rezar y “comprar” recuerdos, se enciende una fogata con las velas que portan los visitantes. El fotógrafo se acerca y dispara a los objetos.

La primera vez que Matías viajó a Corrientes fue en 2010. Se quedó una semana de enero en un hostel. “Los hostel son caros”, dice, ya que turísticamente Mercedes es la entrada a los Esteros del Iberá. “Mucho europeo”, advierte. Después prefirió las pensiones o casas como invitado.

Planos abiertos donde cada sujeto es parte de una escena más amplia, retratos pero sólo uno posa para la cámara. El reportero trabaja desde una literal distancia. Son los espacios del costumbrismo en ámbitos rurales, pero no se trata de prácticas o saberes que estén desapareciendo. La gente no está moliendo grano ni amasando el pan, es parte de un culto popular que no idealiza, ni juzga.

¿Cuál fue el objetivo del proyecto?

“En principio quería hacer un libro pero en 2016 participé de la convocatoria anual para la colección de pequeño formato de la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina (ARGRA). Lo mandé y quedé”.

El libro se imprimió este año. “Elegí el blanco y negro porque me pareció que el rojo iba a cansar”, cuenta el autor, que también es el distribuidor de los ejemplares. El rojo representa al Partido Autonomista en esa provincia, del que se dice que el gaucho fue miembro por elección. Ante cada ceremonia, es muy común vestir prendas con ese color.

Llega la noche. “Se suma el alcohol e instrumentos de música”, afirma el reportero. Los visitantes también sacan sus cámaras de fotos, la medianoche se recibe con fuegos artificiales que duran tres horas. “Me costaba llegar hasta el final, estaba desde las 6 de la mañana y a la tarde estaba muy cansado. En el último viaje me tomé el tiempo para trabajar lo que pasaba de noche”, asevera. Resta imaginar una tensión entre lo espectacular y lo secreto. No son rituales hechos para la exposición.

¿Cómo te hicieron sentir a vos que llevabas una cámara colgada?

“Te preguntan cosas. ¿Qué hacés?, ¿Para qué es?”.

¿Tenés pensado continuar trabajando este tema?.

“La idea es volver. Tengo ganas de ir en bicicleta pero las rutas de Entre Ríos son complicadas. Y el puente Rosario-Victoria, en bici no se puede cruzar. Yo y mi pareja trabajamos en escuelas de familias agrícolas en Corrientes. Esas rutas me las conozco”.

La imagen del Gauchito Gil también es leyenda, el bigote, el pelo largo y el rojo de su vestimenta. ¿Con qué historia te quedás?

“Me quedo con la leyenda, el mito…. Me parecía que no podía y no quería contarlas todas y tampoco cerrar el mito.

Santuario Gauchito Gil. Ciudad de Mercedes, Corrientes.

¿Cómo es tu procedimiento?

“Me parece que para hacer fotos hay que escuchar, tener buen oído. Y estar, tomarse el tiempo. Yo me mezclo entre la gente y hablo mucho. La última vez que fui estaba más denso el ambiente. Había barras bravas haciendo negocios. Imaginate, 250 mil personas que se gasten 300 pesos cada una, entre objetos y comida”.

Sarlo recuerda que en 2010 y 2011 acudían más familias. Estaban los promeseros que venían desde Villa Angela, Chacho, y llegaban a Misiones. Y gente, mucha gente, que llegaba caminando.

¿Qué te moviliza el campo?

“Yo nací ahí en Rafael Obligado, provincia de Buenos Aires. Cuando tenía 18 me vine a estudiar a Rosario y estuve trabajando en Milkaut, empresa láctea. Pero eso no duró y cuando me quedé sin dinero me volví. Ya en 2009 quería ir a fotografiar mi pueblo y no había nada, las chacras estaban abandonadas, las fiestas no se realizaban más. En 10 años fue como un proceso gradual de extinción. A la hora de pensar el documentalismo, para mí no tiene sentido un diario. Quería hacer un trabajo gigante”.

¿Por qué no le encontraste sentido al periódico?

“Una vez leí de un editor estadounidense, que ellos habían dejado de mandar los fotógrafos a Latinoamérica, para entonces encargárselas a locales, porque las imágenes que se consiguen son muy diferentes. Por otro lado, creo que el futuro del periodismo está en especializarse en algo. Por eso el fotógrafo de prensa no es más el que hoy cubre deporte, mañana un policial. Pero igual, los medios no están tomando y no van a seguir tomando personal. Hay que buscarle la vuelta. Y la vuelta para mí, es construir un cuerpo de trabajo grande sobre un tema. Desde 2015 decidí trabajar independientemente, luego de una experiencia en medios locales. Cree Lucio V. Ediciones, donde me auto-publico, aunque esta es la excepción. Los libros me gustan, llegan a un montón de gente”.

¿Por qué no es trillado tomar fotos de la ceremonia del Gauchito Gil?

“¿Si pensamos rápidamente en cuántos trabajos sobre el gauchito se han hecho y desde dónde están hechos a qué conclusión llegaríamos? Yo creo que lo popular, el mundo rural no está trabajado, quizá se lo esconde o no se le presta atención por lo que representa, siempre medido con los parámetros de la «ciudad» que es la que impone esos parámetros. El dilema campo-ciudad, progreso-retroceso, civilización-barbarie. Esta serie forma parte del trabajo amplio que me propuse hacer sobre el mundo rural. En este caso sus creencias en un «Cristo» no impuesto, propio, salido de sus propias entrañas. Más allá de mi procedencia rural, la literatura de Berger, Morosolli, Hamlet Lima Quintana, entre otros, me hicieron comprender que la cultura rural es profunda y no tan simple como hicieron creer en la ciudad”.

 

(*) Las imágenes de Matías Sarlo se exponen en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC) de Rosario, desde el 7 hasta el 24 de setiembre, en el marco de la XXVIII Muestra Anual de Fotoperiodismo organizada por la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina y el Sindicato de Prensa Rosario, con entrada libre y gratuita.