El científico, magister en Ecología Acuática Continental, aseguró además que un caudal tan bajo no se registra hace 51 años y consideró que «faltan gestiones permanentes» para menguar las consecuencias de estas situaciones críticas.

«Esta bajante extraordinaria, por sus características, la duración y los niveles muy bajos de caudales, no se presenta hace 51 años», aseguró y mencionó que la medición en el puerto de Corrientes roza los 0,80 metros, cuando lo usual debería ser superior a los 2 metros.

La escasa cantidad de agua del Paraná deja al descubierto postales inauditas de barcos encallados, veleros y embarcaciones en el puerto de Corrientes estacionadas sobre la arena, cardúmenes cerca de la costa y hasta niños jugando en zonas del cauce que antes eran profundas.

Además, la bajante expuso algunos de los tesoros que permanecían ocultos bajo las aguas, como el hallazgo del barco llamado Parténope que había naufragado hace más de un siglo y medio (en 1867), en cercanías de las costas de la localidad correntina de Itá Ibaté y cuyos restos quedaron visibles ahora, con este descenso único.

Para Neiff, que estuvo al frente del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal) del Conicet y la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) durante 30 años, este fenómeno se debe principalmente a la falta de lluvias en la cuenca del Plata, en el alto Paraná y alto Paraguay desde el año pasado, al fenómeno de La Niña, un período de sequía.

«Las lluvias de primavera y verano que provocan la creciente del Paraguay y llegan en invierno a esta zona, no ocurrirá este año, debido a la bajante extraordinaria que afecta a este río», precisó.

En similar sentido, señaló que las precipitaciones «fueron también muy escasas en la cuenca del Iguazú que normalmente tiene un caudal de 1500 metros cúbicos por segundo y ahora es solo de 300 metros cúbicos por segundo, con lo cual, tampoco llegará este año una crecida del Iguazú».

Por otra parte, el científico aludió al impacto ambiental y también socioeconómico que la extraordinaria bajante del río Paraná causa en la región nordeste.

«Problemas en la navegación, desmoronamientos en el canal y a veces también de las barrancas laterales al curso del río, por pérdida de estabilidad en el suelo, son solo algunos», enumeró Neiff.

Estos cambios por el escaso caudal también generan, según el doctor en Ciencias Biológicas, dificultades en lo económico «porque los barcos no pueden cargar la totalidad de sus bodegas y la carga se reduce a un 30 por ciento, lo que genera pérdidas millonarias en el agro de una vasta región, en momentos en que los precios internacionales de los granos tienen una importante caída».

«Además, se están produciendo inconvenientes en las tomas de agua para consumo de algunas ciudades, porque hay algas (cianobacterias) que pueden hacer variar el gusto y el color e incluso, pueden producir sustancias tóxicas como las cianotoxinas, que implicarían mayores costos en el tratamiento de potabilización del agua», explicó el ex profesor de la Facultad de Ingeniería de la UNNE.

Pero las consecuencias naturales de la bajante no se agotan en la calidad del agua, sino que incluyen a la fauna íctica, seriamente afectada.

«Por la sequía extrema muchos peces están varados y no alcanzan a llegar al cauce», graficó Neiff y explicó que la falta de reclutamiento debida a los desoves, los peces no llegan a las lagunas laterales al curso, donde cumplen sus primeras etapas de vida».

Añadió que «la mortandad de muchos peces cuando las lagunas y arroyos se secan producen bajas poblacionales importantes, cuyo impacto se trasladará a la actividad turística de las provincias del nordeste en las que la pesca recreativa es una de las principales motivaciones».

«A este estrés que impone la naturaleza a los peces, se agregan los efectos de la pesca depredatoria, que provoca daños de gran magnitud, especialmente en una bajante como ésta», precisó.