Por Graciana Petrone

Un 19 de junio de 1764 nacía en la ciudad de Montevideo, en tierras uruguayas, José Gervasio Artigas, militar y figura trascendental en la lucha por los Pueblos Libres del Sur tras la Revolución de Mayo. Debió exiliarse durante muchos años, pero fue reivindicado largo tiempo  después:  Artigas se había enfrentado al centralismo porteño que detentaba la Revolución de 1810.

“Fue recuperada su figura, sobre todo a finales del siglo XX. Hay una leyenda negra antiartiguista elaborada por el centralismo porteño. Él cometió la osadía de discutirle a Buenos Aires la conducción de la Revolución de Mayo”, cuenta a Conclusión la historiadora Lisi Rodenas, autora del libro “Yo soy Artigas”.

En el momento de la Revolución de 1810 era capitán del Regimiento de Blandengues, un cuerpo creado por el Virreinato del Río de La Plata que cuidaba las fronteras entre la Banda Oriental entre las colonias españolas y las portuguesas. Se inicia como soldado en 1797 y en poco más de una década después ya era un experimentado capitán.

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En ese momento, además, según detalla la historiadora, Artigas había trabado relación con Pacho Ramírez, cuando las nuevas ideas bullían en el Río de La Plata y en febrero de 1811, a casi un año de la Revolución de Mayo, se suma a la Revolución.

Participación breve, pero intensa

La participación de Artigas en el movimiento emancipador fue breve, pero intensa. “Su actividad política es de 1811 a 1820 porque termina derrotado y se exilia en el Paraguay, pero en esos nueve años lo que hizo fue realmente fabuloso. En ese entonces la Banda Oriental era una provincia en el Virreinato del Río de La Plata, como lo era el Paraguay y el Alto Perú”, detalla Rodenas.

Fortalecimiento de las economías regionales

Si bien los hombres del interior adherían a la Revolución, querían un sistema confederado con respeto por la soberanía particular de los pueblos y, sobre todo, por respeto y por consideración a las economías regionales, define la académica sobre las condiciones de Artigas como economista y adelantado en su tiempo.

“Estas economías existían, aunque si bien de una forma incipiente, existían. Como la fabricación del vino en las provincias de Cuyo; en Tucumán se fabricaban carretas; en Catamarca había una industria textil y había otra de talabartería en Santiago del Estero. Entonces lo que querían los pueblos, tal como se refieren las crónicas de ese momento, era respeto por ese interior profundo”.

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La osadía de discutirle a Buenos Aires la Revolución de Mayo

Mientras Artigas impulsaba a las economías regionales en la región del norte argentino, en Buenos Aires había una burguesía subsidiaria de la británica que ya había abierto el puerto al comercio exterior.

“Fue como un imperativo histórico la apertura del puerto porque el reglamento de Libre Comercio lo redactan los borbones en 1777, treinta años antes de la Revolución de mayo, debido a que ya era imposible sostener lo que era el monopolio económico que le había impuesto España a sus colonias de ultramar y, claro, llegan los ingleses con sus barcos cargados de mercancías y lo que hacen es derramar las mercancías, anular el comercio que se producía en el interior y hacer bajar los aranceles del puerto y, de esa manera, aniquilar la industria incipiente y artesanal del Virreinato. Básicamente, lo mismo que pasa en la actualidad”, dice Rodenas.

Y en 1815, cuando Inglaterra era prácticamente dueña de los mares y del comercio mundial, Artigas le obliga a pagar aranceles a la flota británica que venía llena de productos.

Del apogeo al exilio

Artigas pasó del apogeo al exilio. En 1820, cuando crea el Protectorado de los Pueblos Libres, se suman a esas peleas los pueblos del litoral argentino: Corrientes, Misiones, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe, “porque había una estructura económica, básica, pero existía”, explica Rodenas.

“Cuando termina derrotado y traicionado, entre comillas, por sus dos grandes socios que eran Estanislao López y Pancho Ramírez, disidencias que hay que mirarlas en el contexto de la época, cuando López y Ramírez vencen a Rondeau en la Cañada de Cepeda y llegan a Buenos Aires y ahí un poco suena la Hora Federal. Cuando Artigas hace esta pulseada por la defensa del interior, como Buenos Aires no los puede vencer se complota con los portugueses para que éstos invadan la Banda Oriental. Él es inflexible en ese punto”.

Sobre todo, Pancho Ramírez, con quien Artigas tenía más afinidad. “Dice que hay que negociar y, de alguna manera, que hay que entenderse con Buenos Aires. “Artigas dice que sí, pero si se le declara la guerra a Portugal. Como eso no sucede, se interna en el Paraguay y se refugia en el Convento de la Merced en Asunción, donde permanece exiliado. Ni siquiera su hijo sabía que estaba vivo».

“Luego, ya siendo Rodrigo de Francia, presidente del Paraguay, y con el que jamás se pudo entender, porque este tenor de sistema que describo del Protectorado de Los Pueblos Libres cerraba con el Paraguay adentro» es  llevado por el presidente a San Isidro Labrador Curuguaty, que era una zona yerbatera cercana a la frontera con Brasil, a 80 leguas de Asunción, donde permanece 20 años preso.

“En esos veinte años recibe varias visitas. La primera es con Aimé Bonpland, el naturalista francés que estuvo capturado por el presidente de Paraguay, pero que fue liberado y lo visita. En el año 40, muerto Francia, don Carlos Antonio López, nuevo mandatario paraguayo, le permite bajar a Asunción y le construye una casa y allí recibe varias visitas, entre ellas, el general José María Paz con el que fueron adversarios y eran contemporáneos en esa primera época de la Revolución. Después, cuando Juan Manuel de Rosas, ya en 1946 y en plena Confederación se entera que el Manco Paz lo fue a visitar, piensa que estaban urdiendo una confabulación y le manda un enviado. Rosas jamás había reconocido la independencia del Paraguay”.