VIERNES, 29 DE NOV

José Belizán, el médico que debió exiliarse en la dictadura, cuyas investigaciones salvan vidas

La historia de José Belizán se cruza con la propia historia del país. Es la biografía de un médico que debió exiliarse para escapar de la dictadura, que ayudó a víctimas, que regresó con la democracia y que se dedicó a investigar para aportar a la salud pública. El perfil de un doctor que se codea con los nombres más importantes de la ciencia argentina.

Por Guido Brunet

A pesar de los innumerables reconocimientos, José aún conserva la capacidad de sorpresa y la mirada incrédula. De repente se vio en la misma lista que Milstein, Houssay y Favaloro y dando cátedra en las universidades más prestigiosas del mundo. Le escapa al concepto de “eminencia”, aunque la palabra lo defina a la perfección.

Belizán descubrió que el consumo de calcio previene la preeclampsia, la principal causa de muerte de mujeres durante el embarazo. Además, desarrolló estudios que demostraron los nulos beneficios de la episiotomía, que describe como una “mutilación innecesaria”. Debió exiliarse del país, cuando le llegó la información de que los militares lo iban a ir a buscar por ayudar a mujeres embarazadas secuestradas por la dictadura, actitud que también significó la salvación de vidas.

 

Este médico obstetra rosarino de 77 años, científico del Conicet, del Laboratorio de Biología Ósea de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario y del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria, recibido en la UNR, fue, en 2023, reconocido con uno de los galardones más prestigiosos del mundo en medicina, el premio Gairdner, otorgado por la fundación canadiense del mismo nombre.

“Cuando me llamaron y vi los nombres de los premiados no lo podía creer. Es un orgullo. Esto no es solo mío, fueron años de trabajar con mucha gente en Rosario y en Guatemala. El aporte decía por la contribución de la ciencia argentina al mundo”

Los anteriores argentinos destacados fueron, nada menos que Luis Leloir en 1966, César Milstein en 1981, René Favaloro en 1987 y Alberto Aguayo en 1988. Leloir y Milstein también recibieron el premio Nobel. De hecho, uno de cada cuatro reconocidos con el Gairdner luego obtuvieron el Nobel, tal cual como ocurrió con los últimos condecorados, la húngara Katalin Karikó y el estadounidense Drew Weissman.

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Entre los considerandos para su premiación, el Gairdner valoró “el desarrollo de intervenciones globales innovadoras, basadas en evidencia y de bajo costo en la salud materno-infantil durante el período perinatal, mejorando el bienestar y la atención durante el embarazo, reduciendo la morbilidad y mortalidad, y promoviendo la equidad en poblaciones vulnerables”.

Además, Belizán fue seleccionado entre las 100 personalidades más destacadas de la última década de la ciencia y tecnología argentina, por lo que recibió recibió el Diploma al Mérito en la categoría Ciencias Biomédicas Básicas en los Premios Konex.

Prevenir miles de muertes

En 2011, 2013 y 2016, la Organización Mundial de la Salud realizó sendas sugerencias internacionales para que todas las embarazadas que tengan una baja ingesta de calcio deban aumentarla.

La fuerte recomendación se dio a partir de las investigaciones de José Belizán, quien, junto a un equipo, comprobó, en 1980, que la ingesta de calcio reduce la prevalencia de preeclampsia en el embarazo. Treinta mil mujeres fallecen por año en el mundo por esta condición, la principal causa de muerte materna en el mundo. De esta manera.

“Para nosotros fue un orgullo muy grande. Lo están implementando muchos países. Eso cierra un poco el ciclo”

«La eclampia son crisis convulsivas que muchas veces desembocan en el fallecimiento de la mujer. Esta complicación preocupa a todos los que hacemos obstetricia. Lamentablemente no hay un tratamiento. La indicación es hacer nacer el niño, muchas veces prematuramente, con las complicaciones que eso conlleva. Prevenirlo es un arma muy importante para la obstetricia», explicó Belizán en diálogo con Conclusión.

 

Durante la dictadura militar, Belizán debió exiliarse en otros países de América Latina. Primero llegó a México, luego recaló en Guatemala, donde comenzó a trabajar en el Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (INCAP) de la Organización Panamericana de la Salud, donde comenzó sus investigaciones en relación a la nutrición de mujeres embarazadas.

En su paso por centroamérica, estudió la dieta de las madres guatemaltecas. Al obstetra rosarino le llamó la atención que, a pesar de su bajo nivel económico, las mujeres tenían muy baja incidencia de preeclampsia e hipertensión en el embarazo. O sea, mujeres muy pobres con dieta baja en hierro o proteínas, tenían muy alto nivel de calcio.

Investigando esta situación, notaron que se debía a que eran descendientes de mayas y en esa cultura el principal componente de la dieta es el maíz: «A los granos se le agrega cal, eso hace que éstos se ablanden para hacer más sencilla la molienda. De ahí se hace la tortilla. De esta forma, las mujeres llegan a tener una alta ingesta de calcio». Entonces, Belizán se preguntó si existía una relación entre el consumo de calcio y la baja hipertensión. Llegaron a la conclusión de que sí, lo que marcó un hito en la nutrición en el embarazo.

Primero hicieron estudios con ratones. Después, ya con personas. Y corroboraron la hipótesis. Al volver a Argentina, aquí en Rosario hicieron el mismo estudio en la Maternidad Martin. Fue la primera vez en el mundo que se demostró. El estudio, entonces, fue replicado en distintas partes del globo, casi todos con resultado idéntico.

 

Una posible revolución: agua con calcio

Belizán, a lo largo de los años continuó estudiando la prevención de la hipertensión en el embarazo, y hoy desarrolla, desde el Conicet en colaboración con ingenieros y expertos en agua de la Universidad Nacional de La Plata y profesionales de la Universidad de La Matanza, la posibilidad de fortificar el agua con calcio para facilitar su consumo, un adelanto que revolucionaría la nutrición tanto en embarazadas como en el resto de la población.

«Estamos planteando medidas que puedan llegar a toda la población. Hicimos estudios de sabor del agua y se comprobó que hasta cierto límite no se precibe el gusto de calcio en el agua. Estamos en los inicios, sería una estrategia factible», adelantó el investigador.

Belizán, a su vez, manifestó su preocupación por la situación del Conicet en el país en el marco del nuevo Gobierno: «Creemos que lo van a destruir. Va a ser para el país una pérdida con serias consecuencias. Si hay dificultades económicas no nos podemos dar el lujo de no investigar«.

Y ejemplicó: «El estudio nuestro lo relicaron en Estados Unidos y no dio los mismos resultados porque las mujeres de allá tienen más alto consumo de calcio. Esa es la importancia de investigar en nuestro lugar para nuestra gente«.

 

Llegada masiva

En base a las investigaciones de este médico obstetra, el Laboratorio Municipal de Rosario ya está produciendo pastillas con calcio, que serán distribuidas gratuitamente a todas las embarazadas que se atiendan en los efectores municipales, que llegan a unas 4 mil mujeres. «Estamos muy felices de este beneficio para la gente», expresó el médico.

“Como investigadores el premio más grande que podemos tener es llegar en forma masiva a un beneficio para la población. Para nosotros es muy importante la equidad, que la salud llegue de forma equitativa a la población”

«Los argentinos consumimos un promedio de 500 miligramos de calcio por día. Lo que se debe ingerir es 1000 miligramos. Se recomienda aumentar la ingesta habitual. Se puede hacer mediante la lecha y sus derivados, que se conseguiría con medio litro de leche diario o dos yogures. Con las pastillas, tomando dos comprimidos por día se alcanzaría la ingesta recomendada», aconsejó el especialista.

Inclusive, cuanto más precoz es el consumo, mejor. Ya que el estudio verificó que cuyas madres que habían tomado calcio antes del embarazo tenían menos posibilidades de tener presión alta.

 

No más cortes mutilantes

Por si todo esto fuese poco, el médico rosarino fue uno de los responsables de la suspensión de la episiotomía, que describe como “un corte muy mutilante”. Se trata de una incisión durante el parto en la zona del perineo, que anteriormente se hacía de manera rutinaria.

Durante años, se creyó que ayudaba a prevenir desgarros vaginales más grandes durante el trabajo de parto. Sin embargo, luego de los estudios de Belizán y su equipo, se descubrió que las episiotomías de rutina no previenen estos problemas.

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«La mujer decía que era lo peor del parto. Viendo eso decidimos estudiar cómo estaba convalidado eso, por qué se hacía. No había ningún aval científico. Un obstetra lo dijo y se empezó a hacer. Así que hicimos un estudio, en el que se disminuyó la episiotomía. Y descubrimos que la mujer tenía menos dolores, complicaciones, menos hematomas«, contó el profesional de la salud.

El estudio fue publicado en Lancet, una de las revistas científicas más respetadas del mundo. Tras esto, la Organización Mundial de la Salud se sumó a la recomendación de evitar la realización de la episiotomía.

Vidas en el medio del terror

Durante esos tremendos años de la última dictadura militar, Belizán se desempañaba cómo obstetra de la Maternidad municipal Martin, ubicada a dos cuatras de la ex Jefatura de Policía, uno de los edificios donde mantenían cautivos a los secuestrados por el terrorismo de Estado.

Por su cercanía, las mujeres -muchas de ellas, adolescentes- eran llevadas para dar a luz a ese centro de salud. Allí, un joven José Belizán y sus colegas exigían que se les quite las esposas a las parturientas e impedían que los militares ingresaran a la sala de partos. «No sé de dónde sacabamos el coraje», reconocería muchos años más tarde.

Pero lo que hizo verdaderamente la diferencia fue que, a pesar de la negativa de los represores, el cuerpo médico de la maternidad anotó a todas las mujeres que allí dieron a luz, y a los recién nacidos. Eso permitió que luego fueran «blanqueadas» y pudieran sobrevivir a ese terror.

“Fue una etapa de terror. Era terrible en estado en el que venían. Nosotros pedíamos que les sacaran las esposas y que los militares no entraran a la sala de parto. No sé de donde sacamos el coraje. Después decidimos anotarlas a las chicas en el libro de parto”

«Los gendarmes no querían que las anotaramos. Pero igual nosotros anotamos los nombres de las madres y el sexo del niño. Gracias a eso, después las blanquearon y, años después, varias mujeres nos dijeron que gracias a eso estaban vivas ellas y sus hijos», contó el médico envuelto en emoción y congoja.

«Tuvimos una advertencia de que al día siguiente nos iban a buscar. Ahí empezó el periplo, no es fácil exiliarse con tres chicos. La vuelta también tiene sus cosas. Elegimos volver, tuve algunos ofrecimientos afuera. Es distinto el sentimiento, cuando uno está afuera trabaja para sí, en el país de uno trabaja para los demás«, manifestó José sobre su obligado periplo.

La historia de José Belizán se cruza con la propia historia argentina. Debió exiliarse para escapar de la dictadura, amenazado por ayudar a mujeres embarazadas secuestradas, se fue del país, regresó con la democracia y en Argentina continuó investigando, siempre con el horizonte de aportar a la salud general de la población.

 

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