Por Alejandro Maidana

Volveremos Malvinas diariamente
En los hombres de pie que se quedaron
Enriqueciendo el suelo
En el aire caliente que surcaron
Los bravos del espacio en la sangre
Los buques las gaviotas seguro volveremos
Porque tu soledad nos pertenece
Y nos recorre el vuelo de tus alas
Como prenda de paz y de valía
De este pueblo creciente volveremos
Volveremos, volveremos, volveremos
Hugo Giménez Agüero

Una vida ligada al campo

Nacido en Lavalle, Corrientes, criado en el campo, sus primeros años de vida estuvieron siempre ligados a los cultivos y animales. Como todo hombre de esas tierras, el arraigo por este suelo argento es un tema que no se negocia ni se pone en discusión.

Joel Báez echó raíces en un lugar donde el verano regala temperaturas altísimas y el marrón de los ríos, la presencia esplendorosa de una fauna ictícola que tiene al surubí y al dorado como sus estrellas principales.

La colimba obligatoria

Como todos los pibes de su edad, el servicio militar obligatorio, golpearía las puertas de su casa, “me destinaron al regimiento 4 de infantería de Monte Caseros”, de esta manera iniciaría la charla con Conclusión, alguien que no ha bajado los brazos jamás, y que sigue luchando por una Patria para todos.

Báez con mucho ahínco sostiene que viene de una provincia que vio nacer a libertadores y grandes patriotas,  por eso lo invadió un gran orgullo cuando recibió la noticia de ocupar las Islas Malvinas.

“Mi espíritu siempre estuvo a disposición de mi país, los correntinos nos caracterizamos por no dudar a la hora de entregar la vida por nuestra tierra. Recuerdo que partimos dos regimientos muy grandes de esta parte del país, el 4 y el R.I 12, tuvimos muchas bajas ya que nos tocó librar batallas muy sangrientas. El 12 estuvo en Darwin y nosotros en Monte Harriet y Dos Hermanas, esto al ser el paragolpes a Puerto Argentino, las luchas fueron encarnizadas”, sostuvo Báez.

El recuerdo del día que fueron movilizados permanece intacto, impertérrito e inmodificable al paso del tiempo. “Nos dijeron que íbamos a cuidar la frontera con Chile al sur de nuestro país. Y allí en Comodoro Rivadavia llega la orden de que el 4 debía desplazarse a las Malvinas, de esto nos enteramos cuando subimos al avión, hasta ese momento no sabíamos cual iba a ser nuestro destino”.

Joel Báez junto al 4 de Infantería pisaron suelo malvinero el 24 de abril, Pradera del Ganso el lugar destinado para su establecimiento. “Nuestro trabajo era cubrir el Monte Harriet, lugar con montañas muy altas que nos permitían ver el estrecho de San Carlos en todo su esplendor. Cabe destacar que el primer conflicto no nace en Gran Malvina, sino en las Georgias del Sur,  allí pierde la vida Mario Almonacid el 3 de abril de 1982 después de combatir con un batallón de Royal Marines”.

La historia, como de costumbre, tiene diferentes aristas. La que intenta imponerse y transformarse en la oficial, habla de Pedro Edgardo Giachino, un buzo táctico que perdió su vida cundo se tomó por asalto la casa del gobernador de las Islas Rex Hunt. Al mando de esa patrulla de comandos anfibios, iba Giachino, un joven infante de marina que el 28 de mayo de ese año hubiese cumplido 35 años. Éste avanzó con sus hombres hasta la casa de Hunt, y se lanzó solo a derribar la puerta. Lo esperaba detrás una ráfaga de ametralladora. Alcanzó a gritarle a sus hombres que se cubrieran, con lo que salvó sus vidas, pero quedó herido de gravedad por los disparos.

Giachino era hijo de argentinos, Almonacid de chilenos y su sangre era Mapuche, quizás esa sería una hipótesis de valía para tratar de entender porque se busca imponer una historia sobre otra.

“Los primeros días de mayo comienza los bombardeos, era inevitable no entrar en acción por nuestra parte. Si bien nadie se prepara para la muerte, nosotros estábamos dispuestos a darla por nuestra Patria”, indicó el titular del Centro de Jubilados y Pensionados de ex Soldados Combatientes en Malvinas.

Del sol abrasador del verano, y los inviernos tolerables, al frío intenso de las islas, “imaginate que yo llegaba del norte, y los inviernos nos regalaban temperaturas de 5 o 3 grados como mínimo. En Malvinas ya a mediados de junio estábamos con 16 o 17 grados bajo cero, nieve hasta la altura de los borceguíes, un clima destructivo de no estar preparado para enfrentarlo”.

El momento en las islas que marcó su vida

Báez e Insaurralde no sólo compartían el pozo de zorro en el frente de batalla, habían crecido juntos criando animales y soñando con una vida digna de ser vivida.  “Cuando cae abatido mi compañero de pozo y hermano de la vida, me pasaron por la cabeza un sinfín de sensaciones imposibles de graficarlas. Estábamos tratando de frenar un avance inglés que se venía con todo, y él cae abatido junto con nuestro jefe de grupo, que era un cabo. Eso me marcó a fuego, cuando el jefe de compañía ordena abandonar el lugar para poder batir zona (que no le quede nada de lo nuestro al enemigo), yo desobedezco la orden para poder asistir a mi amigo. Esto ocurrió a las 4 de la tarde, hora que en Malvinas comienza a caer el sol, las balas trazantes me marcaban la posición del enemigo. Los gritos de mi compañero me daban fuerza, me pedía que no lo deje, y así fue cuando finalmente pude llegar a él a las 22, le aplique morfina y le realice las primeras curaciones. El estaba con heridas tremendas, pierna y brazo mutilados, el estómago abierto y un tiro en el pecho que intentó ser el de “gracia” pero que por suerte no le tocó ningún órgano vital”, relató con los ojos repletos de lágrima.

El “mencho”, apodo de José Insaurralde , resistió 14 horas no sólo a sus tremendas heridas, sino también al intenso frío y a los nuevos bombardeos enemigos. Las camillas de la cruz roja lo trasladarían para recibir la atención necesaria, la nueva guerra de este joven soldado correntino se libraría en otro contexto, y bajo otras circunstancias.

“No tuve más noticias de mi amigo hasta el 84, cuando me lo cruzo en mi pueblo, pensé que no había podido sobrevivir, las fuerzas armadas lo habían dado como soldado desaparecido. La alegría de ese reencuentro me atraviesa hasta estos días, al “mencho” me lo traje a Rosario y pudo ingresar a trabajar a Aguas Santafesinas, empleo que conservo hasta estos días. Nunca más quiso hablar de la guerra, nunca más quiso recordar a Malvinas”.

El momento de la rendición

El 11 de junio a las 3 de la madrugada, la avanzada del ejército inglés era sostenida e inquebrantable. El fuego de ametralladora y balas trazantes no daban respiro alguno a los jóvenes soldados argentinos que sólo esperaban la luz del sol para no ser víctimas de una masacre.

 

“Pudimos replegarnos y agruparnos resistiendo tiro a tiro, pero claro, nosotros tirábamos uno y ellos cinco mil. En lo particular no pensaba en rendirme, quería fugarme por una hondonada que no sabía a dónde desembocaba, pero no me lo permitieron. Recuerdo que eran las 8 de la mañana cuando nos rendimos, cuando el jefe de compañía levantó la bandera blanca y junto al tratado de Ginebra generaron el alto al fuego”.

Prisionero de guerra

Si bien los malos tratos fueron en descenso, Joel Báez recuerda que los primero días no fueron nada fácil, “se rumoreaba que si nos negábamos a decirles a donde se encontraba el grueso de nuestra artillería, que le estaba causando mucho daño, nos iban a tirar a las aguas heladas del estrecho de San Carlos”.

“Nos tuvieran tres días sin agua como castigo, comíamos nieve para poder mantenernos de pie. Otra cosa que vale la pena destacar, fueron sin dudas las palabras del Príncipe Carlos, “ya recuperamos las Malvinas, ahora vamos a ir por lo que también nos pertenece, la Patagonia”. Es por eso aparte de esta gran gesta por la que dieron su vida muchos compatriotas, tanto en suelo malvinense, como después del conflicto”, dijo.

Báez insiste con el silencio del Gobierno Nacional actual, los responsabiliza sobre el hundimiento del ARA San Juan y por la entrega sistemática de soberanía. “Al submarino lo hundieron los piratas, no tengo duda alguna. Vos fijate que no existen anuncios sobre actos oficiales en una nueva fecha de Malvinas, lo que viene sucediendo es tan preocupante como estas políticas entreguistas. Vienen por nuestra Patagonia con la anuencia del gobierno, la lucha por nuestra soberanía continua hasta estos días”.