Por Alejandro Maidana

Insostenible, esa es la palabra justa para graficar la cotidianeidad avasallada por los malos olores y ruidos molestos provenientes de dos industrias que le “dan vida” al pueblo. Una constante que se ve reflejada en los distintos reclamos de las personas conscientes que moran en un lugar que vio relegada su belleza natural, producto de las distintas pestilencias de las cuales sigue siendo víctima.

Reclamos que llevan décadas gritando en la más absoluta soledad, vecinos convertidos en quijotes enfrentando una descarnada batalla contra molinos de viento. Una pandemia que lejos de retroceder, avanza a paso firme en una cuarentena que solo ha frenado la posibilidad de <parar la olla>  a los de abajo, abrazando con privilegios y excepciones, a los de arriba.

Bajo un contexto donde la brutal diferencia en la correlación de fuerzas es por demás de explícita, ni siquiera la Constitución Nacional cuenta con la facultad de imponerse, si bien el artículo 41 es sumamente claro cuando expresa que “todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”.

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Un país atravesado en su médula no solo por el extractivismo de un modelo “productivo” tan destructivo como concentrador de riquezas, sino también, por una industrialización que nunca tuvo reparos en el notable impacto ambiental que genera.

Los espejitos de colores de la nueva era, aquellos que llegan casi de manera extorsiva cuando el debate sobre la contaminación se complejiza, siguen imponiéndose de la manera más ruin y desleal. Los trabajadores siguen oficiando de escudo protector de la desidia privada, una moneda de cambio tan perversa como sensible en un mundo donde el capital económico sigue siendo el titiritero de los días de las aletargadas mayorías.

Soychú S.A, un frigorífico de aves que huele muy mal

Grandes empresas generando problemáticas del mismo tenor, a las ya conocidas y denunciadas en un sinfín de oportunidades provenientes de Soluciones Ambientales S.A, se les suman la de un frigorífico que parece tener el toro por las astas cuando de inmunidad estatal se trata.

Los gases altamente tóxicos que provienen de la empresa de tratamientos de residuos industriales paradójicamente llamada <Soluciones Ambientales> envuelven la atmósfera de las distintas casas, calles, costaneras y plazas. No hay lugar donde se pueda respirar aire puro, parece una contradicción hasta biológica que en un lugar tan maravilloso y cobijado por la naturaleza esta problemática aceche de manera desprejuiciada.

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Pero claro, a la problemática ambiental generada por la empresa antes mencionada, se le suma una mucho más compleja y medular, la de un frigorífico de aves que todo lo puede en tierras gualeyas.

 

Si bien el cerco mediático ha operado de manera desprejuiciada a la hora de referenciar un avance de la justicia, así lo denuncian distintos vecinos, en los últimos días el fiscal coordinador de la jurisdicción Gualeguay, Nogoyá y Victoria, Gamal Taleb, comenzó a llevar adelante una profunda y necesaria investigación contra la avícola Soychú.

Los allanamientos que se efectuaron se deben a “una causa por una supuesta contaminación ambiental por haberse arrojado residuos peligrosos en un campo de aproximadamente 15 hectáreas. La causa se inicia por una denuncia del propietario del campo que no reside en el lugar, cuando fue intimidado por la Municipalidad de Gualeguay porque había olores nauseabundos en la zona y se habían constatado la presencia de material orgánico proveniente de una empresa local que se dedica a la faena y tareas avícolas. Por ello, esta persona hace la denuncia, desconociendo que en su predio se estaba volcando ese tipo de residuos producto de una actividad industrial, la de Soychú”, enfatizó Taleb.

Distintas voces confluyen en un mismo y reiterativo reclamo

Los habitantes de Gualeguay insisten en que se considere a su tierra como la capital de los malos olores, si bien a muchos puede llamarles la atención, sobran fundamentos para afirmar que respirar sin descomponerse en esa bella ciudad entrerriana, resulta  todo un desafío.

El Foro Ambiental de Gualeguay trabaja sin descanso en todo lo concerniente a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos y ambientales, si bien la relación entre los mismos es manifiesta. Una batalla que vienen dando las personas conscientes que no se amilanan ante tamaña demostración de fuerzas que ostentan quienes antepone el negocio propio, en detrimento de la salud de las mayorías.

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Es allí donde emerge la figura de un docente que integra el Foro, una persona que no le esquiva al bulto a la hora de tener que enfrentar al discurso hegemónico, es por ello que  Ramón Velázquez le brindó a Conclusión una calificada reflexión sobre lo que viene sucediendo en materia ambiental en su ciudad. “Lo que venimos sufriendo en Gualeguay es tremendo, nos encontramos a merced de dos grandes empresas que parece que todo lo pueden. Es largo el camino que hemos trascendido de denuncias y medulares debates con la municipalidad, pero lamentablemente han resultado poco fructíferos”, expresó.

En relación a la respuesta de los vecinos, al momento de organizarse para exteriorizar su reclamo, Velázquez fue tajante, “existe mucho miedo, y es entendible, estas dos empresas pero principalmente Soychú, emplea a muchas personas y el temor a perder el sustento laboral se impone por sobre la necesidad de un ambiente sano. Es muy perverso, pero muchos prefieren hipotecar su salud que tener que padecer la pérdida de su fuente laboral. Aquí es preciso aclarar que nadie está en contra de que operen ambas empresas, ya que muchas veces para embarrar la cancha del debate, se incurre en un falso dilema. A veces resulta muy engorroso tener que insistir en la necesidad que tenemos todos los gualeyos a respirar un aire no contaminado, no es más ni menos que nuestro derecho, y tanto Soluciones Ambientales como Soychú nos han cercenado el mismo”.

La figura del Estado como garante de la operatividad empresarial, pero no de la aplicación del artículo 41 de la Constitución Nacional. “Nos hemos reunido varias veces con el poder municipal, pero poco hemos avanzado, principalmente en lo referido a Soychú. Necesitamos acciones concretas, ya sea del municipio como del gobierno provincial, la realidad que nos atraviesa es insostenible y sumamente degradante”, dijo Velázquez.

Quienes juegan un papel preponderante en esta historia, pero han elegido el silencio, son los medios de comunicación locales. Sobre el rol de los mismos el docente destacó, “nos duele mucho la postura de aquellos que deberían estar al lado del pueblo pero eligen mantenerse al margen. En los últimos días hubo un importante allanamiento judicial por una denuncia realizada contra Soychú, y si bien el impacto de la misma atravesó a la ciudad, los medios locales no se han hecho eco del mismo. Esto nos obliga a dar la batalla en soledad, pero si existe algo que deben tener en claro, es que a nosotros nos moviliza la dignidad, por ellos no vamos a abandonar nuestro genuino reclamo”.

Gonzalo Juárez vive a poco más de 1.200 metros del frigorífico Soychú, radicado junto a su familia desde los 80, no duda en afirmar que la problemática con dicha empresa ha ido en franco crecimiento. “El frigorífico es muy grande, se ha expandido en demasía y el olor que genera su actividad es inaguantable. Las amenazas, cuasi extorsivas, son las que manejan este tipo de empresas en todo el país, la posibilidad de cierre y traslado, generan la tan temida perdida de los puestos laborales”, indicó.

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Un falso dilema que es utilizado como un rancio ardid que sigue perdurando en el tiempo, “nadie quiere que se vayan, pero sí que inviertan en tecnología para sus procesos, algo que evidentemente se niegan a realizar. Mi padre allá por el 2000/1 luchó un montón contra esto, es más, existió un intendente que clausuró a esta empresa, pero rápidamente se utilizó a la gente que trabajaba en el frigorífico como escudo para negociar. La municipalidad tiene que contar con el acuerdo firmado por aquellos años en donde la empresa se comprometía a no expandirse, algo que claramente no se cumplió”.

Cuando el viento sopla sobre el cuadrante suroeste, el aire se transforma en irrespirable. “Es imposible vivir tolerando el olor que proviene de Soychú, pero cabe destacar que en Gualeguay el viento preponderante llega del noroeste, es decir que en el ejido urbano padecen el mal olor de manera constante. Al mal olor ahora debemos sumarle el ruido de la alarma de una caldera que suena alrededor de diez veces al día, esto es algo nuevo que tiene pocos meses, y que añadido al ruido de la turbina que creemos proviene del molino, hace que nuestros oídos se perturben de sobremanera”, sostuvo Juárez.

Un vecino con un decibelímetro, dejó expuesto la acefalia en torno a los controles municipales de rigor para con esta empresa. “Mi casa se encuentra a unos 1200 metros del frigorífico, y los decibeles que marcó el decibelímetro fueron 61, si tomamos como referencia que el máximo permitido para el perímetro industrial es de 65, estamos hablando de un nivel muy alto. Si bien lo que experimenté fue a través de una aplicación que bajé del celular, la intención en los próximos días es hacerlo con uno profesional y bien calibrado por el INTI”.

Cuando los discursos políticos se funden en una espinosa realidad, “debemos seguir insistiendo en que la salud es más importante que el dinero, acá en Gualeguay parecería que eso no se aplica. Soychú no se va a ir de este lugar, primero por lo costoso del traslado, y después porque en otro lugar estaría obligado a hacer las cosas bien, cosa que acá no le exigen. No puede ser que estemos privados en muchas oportunidades de abrir las ventanas de nuestras casas por lo nauseabundo del aire que nos circunda”.

Otro de los vecinos que aportó su testimonio fue Christian Larroquete, quién no dudó en definir la situación como “compleja, ya que mucha gente no se quiere hacer cargo del reclamo producto al falso dilema que impulsa la empresa sobre la posibilidad de dejar a mucha gente sin trabajo. En lo particular cuento con una planilla donde voy recolectando firmas de aquellos que padecen a Soychú, y si bien la enorme mayoría manifiesta su repudio, pocos son los que se animan a firmar ya que tienen familiares o amigos trabajando en la firma, es muy perverso todo”.

Un disputa desigual que erosiona los días de aquellos que no se resignan a hipotecar su salud en beneficio de un negocio privado. “Es muy difícil no bajar los brazos ante tan poco compromiso por parte de la gente, todos se quejan de los olores pero pocos son los que se comprometen a luchar para tratar de erradicarlos. Acá si no hay olor a Soychú, hay olor a Soluciones Ambientales o a lo que proviene del basural a cielo abierto que tenemos, estamos desprotegidos, y si como población no hacemos nada estamos acabados”.

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Yamila Martínez vive en carne propia al enemigo que llega desde el aire atacando sin distinción alguna a los habitantes de Gualeguay. “Los testimonios que puedas recabar no van a ser muy diferentes al mío, a Soychú hace muchos años que lo venimos padeciendo, pero en este último tiempo el fuerte olor que condiciona nuestras vidas nos acompaña constantemente. En lo particular jamás tuve problemas de salud, hasta que diez años atrás me descubrieron asma, se supone que pueda venir por los fuertes olores, ya que nunca padecí una neumonía o algo parecido que haya podido condicionarme”, señaló.

Es profesora de nivel inicial, y esta situación le ha generado una angustia muy grande. “En mi caso trabajo con niños y sinceramente esta situación me genera muchísima incertidumbre y dolor, ya que el futuro de ellos está condicionado de una manera muy explícita. Estamos cansados de tanta desidia, la presión que ejerce la empresa es muy grande, ya que muchas familias dependen de Soychú, pero deben entender que nadie está pidiendo que se vayan, sino que inviertan en las maquinarias necesarias para que nuestros derechos dejen de ser vulnerados. El aire se torna irrespirable, cuando llegan los turistas muchos de ellos se descomponen, ya que no están acostumbrados a padecer el olor nauseabundo que emana Soychú. En mi caso es el asma, pero muchas otras personas sufren de problemas en la piel, sumado a los altos índices de cáncer que tiene Gualeguay, que si bien no podemos adjudicárselo a la contaminación a la que venimos siendo víctima, tampoco lo podemos descartar”.

A muchos niños se les cierre el pecho cuando el nauseabundo olor gana sus pulmones, otros vecinos han denunciado que un polvillo que proviene del frigorífico en momentos de mucha producción, les produce hinchazón tanto en los ojos como en los labios. Un verdadero calvario, un desafío constante que encuentra siempre al poderoso, jugando las cartas altas de una baraja que parece entender solo de privilegios e inmunidad.