MARTES, 26 DE NOV

Gestión del tiempo: un tema de creencias y prioridades

Cuando hablamos sobre gestión del tiempo nos vienen a la mente imágenes de relojes, listas de tareas, agendas repletas, cronogramas y personas haciendo malabares para hacer de todo.

Por Abigail Ganopol

¿Cuáles son los factores que inciden en nuestra percepción del tiempo? ¿Por qué a pesar de tener nuestras agendas sobrecargadas de actividades al final del día con frecuencia sentimos que no hicimos nada y que nos falta tiempo?

 La carrera contra el tiempo

Cuando hablamos sobre gestión del tiempo nos vienen a la mente imágenes de relojes,  listas de tareas, agendas repletas, cronogramas y personas haciendo malabares para hacer de todo. Si buscamos “Gestión del tiempo” en Google, las imágenes resultantes coherentes con todo esto son abrumadoras: transmiten cansancio, agotamiento, estrés. En definitiva, vivimos esencialmente una carrera contra el tiempo. Al vivir una carrera contra el tiempo, lo hemos transformado indefectiblemente en un rival a vencer; un rival que nos genera ansiedad porque no sentimos que nuestro tiempo nos pertenezca, porque vivimos mayormente en piloto automático y más de una vez nos gana lo urgente en detrimento de lo importante.

Creencias limitantes sobre el tiempo

Lo primero que es necesario abordar es el sistema de creencias, ya que de este depende cómo vemos el mundo a nuestro alrededor y condiciona todo lo que hacemos.

En relación al tiempo, hay dos grandes creencias instaladas: una es “el tiempo no alcanza” y la otra es “el tiempo es dinero”.

Veamos la primera creencia limitante: ¿Nos alcanza el tiempo? ¿Tenemos tiempo?

Aunque contamos con 24hs por día,  lo que cambia es nuestra percepción del tiempo. A menudo decimos o escuchamos decir: No tengo tiempo o “No me alcanza el tiempo”. De tanto repetir(nos) esta frase, instalamos sin darnos cuenta una creencia limitante sobre el tiempo que luego nos acompaña a cada paso que damos y se transforma en una profecía auto-cumplida. Llega el final del día y la sensación que tenemos es de agobio, de insatisfacción. Sentimos: «No me alcanzó el tiempo para hacer más de lo que hice» o “No hice nada de lo que tenía que hacer”, a pesar de que estuvimos sin parar, con una agenda repleta de actividades. Cuando la sensación está asociada a un estado de carencia, de frustración, de insatisfacción, con frecuencia se debe a que lo que estamos haciendo no está alineado con nuestro estado de propósito. Hacemos de todo, pero ese de todo no nos representa.

 Veamos la segunda creencia limitante: El tiempo es dinero (u oro)

Esta expresión es muy común y la venimos escuchando ancestralmente. Sin embargo, y a pesar de que apunta a valorizar el tiempo, es sumamente limitante pues parte de la premisa de que, al igual que el dinero, es posible ganar, perder o  canjear tiempo; como si este fuera un recurso renovable o al que es posible ponerle un precio. De tanto repetirla y escucharla, esta expresión termina formando parte de nuestro sistema de creencias. Es limitante porque significa que el tiempo solo vale si es monetizable, y esto deja afuera todas aquellas inversiones del tiempo de vida asociadas a experiencias enriquecedoras que no pasen por lo material.

¿Entonces?

La mente está permanentemente escuchando nuestro diálogo interno y alimentándose de él: si lo que escucha nos impone limitaciones, es necesario darle de comer algo diferente. Para ello hay que trabajar en nuestro sistema de creencias, erradicando aquellas que son limitantes e incorporando aquellas que son empoderadoras.

Creencias empoderadoras sobre el tiempo

Si en lugar de un sistema de creencias limitantes generamos un sistema de creencias que nos potencie en todos los aspectos de la vida, esta se torna mucho más fácil. Con respecto al tiempo hay dos creencias empoderadoras que sirven para reemplazar efectivamente las anteriores, que son limitantes.

Creencia empoderadora #1: El tiempo es vida.

Tan simple como eso. El tiempo tal como lo conocemos en nuestra civilización comienza a medirse cuando nacemos y deja de medirse cuando morimos. Por lo tanto, una forma de entender el tiempo es midiéndolo en “vida”, o mejor dicho, en “calidad de vida”.  Pensar entonces que el tiempo es vida es darle al tiempo el valor que para cada persona tiene su propia vida. Y perder tiempo… es perder vida. Esto nos lleva a la creencia empoderadora #2.

Creencia empoderadora #2: Cada persona es protagonista principal de su propia vida.

El tiempo de cada persona le pertenece a cada persona. Tomar consciencia de esto permite que nos responsabilicemos sobre cada decisión asociada a la forma en la que invertimos nuestro tiempo. Al hacernos responsables sobre el uso de nuestro tiempo, ya no podemos echarle la culpa al Universo de todo lo que nos pasa y cómo se nos fue el día. Podemos entonces adueñarnos de nuestro tiempo y comenzar a tomar el timón de nuestras vidas.

 Una cuestión de prioridades

Cuando tomamos dimensión de que el tiempo es vida y que la vida de cada persona le pertenece a cada persona decidir cómo invertir el tiempo sabiamente se torna mucho más importante.

Por lo general solemos decir o decirnos «No tengo tiempo para… «, como excusa para justificarnos por no hacer tal o cual cosa, como si realmente no tuviéramos control sobre nuestro tiempo. Y es cierto que hay una gran cantidad de situaciones que no controlamos, pero también es cierto que podemos elegir cómo actuar ante cada circunstancia. A menudo le echamos la culpa al hecho de no tener tiempo, cuando en realidad, inconscientemente lo que estamos haciendo es asignar un nivel de prioridad a cada actividad. Veamos en los siguientes ejemplos lo que ocurre si en lugar de decir “No tengo tiempo para…” utilizamos la expresión: «No es una prioridad en mi vida…» para explicar(nos) por qué no hacemos algo:

«No es una prioridad en mi vida:

– pasar tiempo con mis seres queridos

– descansar

– hacer algo por mi paz mental

– cuidar mi cuerpo (el único que me va a acompañar toda mi vida)

– desarrollarme intelectualmente

– disfrutar de mi vida«

¿Suena chocante verdad?

Entonces, si no se trata de tiempo, sino más bien de prioridades, la idea es que cuando nos escuchemos diciendo «No tengo tiempo para…» lo que reemplace los puntos suspensivos realmente NO SEA UNA PRIORIDAD en nuestra vida. Dicho de otro modo, es importante asignarle tiempo de vida a aquello que para cada persona es una prioridad; comenzar a hacer más de aquello que nos hace bien, que nos hace sentir en estado de propósito, que nos deja al final del día una sensación de satisfacción y bienestar. En definitiva, que suma a nuestra calidad de vida.

Vamos a tropezar más de una vez. Aprender a priorizar a veces significa aprender a priorizarnos y esto a algunas personas nos cuesta, en gran parte por el sistema de creencias que tenemos.

Transformar creencias limitantes en empoderadoras es la base para poder adueñarnos de nuestro tiempo y comenzar a disfrutar sin culpas.

Siempre es tiempo de volver a empezar.

Siempre es tiempo del tiempo.

 

Abigail Ganopol, PhD
@nut.gestiondeltiempo
NUT Gestión del Tiempo

 
 

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