Productores en jaque. La aparición de fenómenos climáticos de gran intensidad no deja de azotar la campo. Con casi un 30% del territorio nacional en emergencia permanente, la degradación es cada vez más preocupante. “Diez años atrás estábamos bajo un sistema climático con menos eventos extremos. El clima se convirtió en un enigma, se tornó más impredecible y errático”, dijo Ernesto Viglizzo, investigador de técnicas agrícolas del INTA.

El 2017 fue un año marcado por gran cantidad de fenómenos climáticos. En La Pampa se quemaron 1,3 millones de hectáreas, con pérdidas que rondaron los 1.300 millones de pesos y más de mil kilómetros de alambre quemados.

Las inundaciones hicieron lo suyo en vastas zonas del centro oeste bonaerense, La Pampa y el sur de Córdoba. Según un informe del Ministerio de Agroindustria, la sumatoria de la superficie inundada más la anegada se ubicó cerca del 20% en la zona de cobertura agrícola y un 80% en la zona de cobertura ganadera.

Pablo Ginestet, delegado de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) en la Comisión Nacional de Emergencias y Desastres Agropecuarios, dijo que las hectáreas sin sembrar estuvieron cerca de las 800.000.

No fue menor en el nordeste argentino, tanto en Chaco y Formosa como en Corrientes. Las lluvias rompieron récords. Según contó Manuel García Olano, secretario de Agricultura de Corrientes, las pérdidas fueron muy importantes para todo el sector ganadero, pero sobre todo para los pequeños productores. “La actividad agropecuaria tuvo una pérdida superior a 60.000 vacunos, por un total de casi 2000 millones de pesos”, sostuvo el funcionario.

Aunque pareciera que el sector más perjudicado fue el agrícola, la ganadería sufrió también las inclemencias del tiempo. “La verdadera dimensión del impacto se irá sintiendo en forma escalonada; perdimos 300.000 terneros, que en kilos de carne representan más del doble de lo exportado por la cuota Hilton en el período 2016/2017. En términos monetarios es un impacto directo y a corto plazo de 2300 millones de pesos, es decir, unos US$127 millones”, afirmaron fuentes de Confederaciones Rurales Argentinas. Un informe de Carbap emitido a fin del año pasado detallaba: “Estimamos que la pérdida de terneros sería de un 5%, lo que equivale a unos 200.000 terneros”.

El tiempo para las heladas en las producciones regionales corre de mediados de mayo a fines de agosto de cada año. Para las economías de esas provincias, si se producen más allá de esas fechas son muy perjudiciales para los cultivos. Las heladas tardías y los granizos provocaron una merma importante en la vitivinicultura y la frutihorticultura en Mendoza, San Juan y Río Negro.

En la primavera de 2017 otro vuelco climático, esta vez en noviembre, vulneró de nuevo al sector productivo. La sequía venía para quedarse. En varias zonas del país, que antes luchaban con sus campos llenos de agua, ahora afrontan otro fenómeno: el estrés hídrico.

“La realidad es que a partir de noviembre comenzaron a espaciarse las lluvias y lentamente fuimos rotando de un exceso hídrico a una sequía importante que afecta a casi toda la región inundada y se extiende incluso hacia amplios sectores de Santa Fe y Entre Ríos”, explicaron en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

Por su parte, Ginestet afirmó que en noviembre dejó de llover. “Pasamos de la inundación a la sequía muy rápido. Bajó el agua en forma precipitada”, dijo.

Si bien hubo zonas de la provincia de Buenos Aires –como Pergamino, Arrecifes, Baradero, Ramallo, Chacabuco, San Pedro y San Nicolás– que no tuvieron inundaciones, en los últimos meses sufrieron la falta de precipitaciones. “Hay lugares donde hoy los rindes son inciertos: no está asegurada la cosecha de soja”, sostuvo Gustavo Ferraris, investigador del INTA Pergamino.

¿Serán estos desastres climáticos producto del cambio climático? Por lo pronto, parece tratarse de un fenómeno complejo todavía sin demsiadas certezas…