LUNES, 02 DE DIC

En el 82 estuvo movilizado por Malvinas, hoy lo hace por los agrotóxicos

San Pedro es un pequeño pueblo cordobés de no más de 50 habitantes. Las fumigaciones lo han acorralado de una manera muy explícita, por ello uno de sus moradores decidió romper el silencio. Un testimonio que muestra en carne viva la solitaria lucha contra los venenos del agronegocio.

Por Alejandro Maidana

Juan José Rivadero tiene 59 años, era un colimba más en aquel inolvidable 82 que abrazaría el conflicto de Las Islas Malvinas. Movilizado hacia Comodoro Rivadavia, tuvo que abandonar Junín de los Andes de prepo junto a un importante número de pibes, lugar que los tenía como reclutas. El final de la locura bélica haría que no entre en combate, pero lo imborrable de esa fecha, quedaría marcado a fuego para siempre en lo más profundo de su ser.

De hablar firme y seguro, este rústico hombre de campo, tiene muy en claro quiénes son los hacedores de la desidia que envuelve un lugar tan pequeño como estruendoso. Los habitantes tranquilamente podrían conformar 5 familias numerosas, lo que hace que toda voz disidente al modelo agrícola imperante, se transforme en una verdadera amenaza.

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Distante a 17 km de Morteros, ciudad que se debe referenciar para ubicar en tiempo y espacio a esta diminuta población rural, San Pedro pretende abrirse al mundo contando una historia más, de esas que sensibilizan, espantan e interpelan el accionar humano en todo su conjunto.

Las instituciones escolares como disparador de un alerta que amenaza con incrementarse. “Días atrás aprovechando la nocturnidad para no ser vistos, más precisamente a las 21.27 hs, fumigaron alrededor de una de las escuelas del pueblo. Más allá de lo chico que es este lugar, tenemos primaria y secundaria, es decir que recibimos estudiantes de distintos lugares, es por ello que no se puede tolerar la naturalización de un suceso aberrante”, sostuvo Juan José Rivadero en diálogo con Conclusión.

La denuncia de Rivadero trasciende las fumigaciones, ya que sostiene que los terrenos públicos han sido negociados para la cosecha de soja. “Acá mandan los capitalistas del pueblo, los usureros y especuladores que encuentran en el presidente comunal la figura justa para poder llevar adelante sus negocios sin control alguno. Este lugar tiene muchos niños, y su salud está en riesgo debido a que estamos rodeados de sembradíos que son fumigados con asiduidad”.

Un pueblo en donde el peón defiende el negocio del patrón para poder conservar su sustento, ese que le permite sobrevivir y pelearle al fin de mes. Una lógica por demás de perversa que se consolida bajo el ala de un sistema que rapiña todo a su paso. “El presidente comunal es cómplice, la policía no hace nada ya que la misma se encuentra bajo las órdenes de la Comuna. Acá mandan los dueños de los campos, nosotros somos solo un número al que hay que eliminar para que la cosa siga su curso aferrado a la impunidad”, indicó.

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La denuncia realizada en fiscalía tiempo atrás por este valiente vecino, no tuvo asidero alguno. “Soy la única persona de San Pedro que se animó a repudiar este avasallamiento, si bien se que no estoy solo porque las fronteras locales y provinciales, serán traspasadas por la solidaridad de otras y otros argentinos. Acá viven los trabajadores del campo y algunos de los dueños, ellos deberían saber que están tan expuestos como nosotros a los venenos que utilizan, pero lamentablemente la ambición por el dinero es más fuerte”.

Si hay algo que no le teme Juan José Rivadero, es a dar la batalla desde las trincheras de la dignidad y el estoicismo. “Después de regresar de estar movilizados para una guerra, el temor por lo que te toque enfrentar en la vida se va perdiendo. En un principio pensamos pedirle un reconocimiento al Estado, pero después entendimos que lo verdaderamente importante y trascendente, es lograr que la sociedad entienda que debemos aprender a sumar y multiplicar, no a restar y dividir como lo hacen ellos, los capitalistas de este lugar”.

Cuando el relato parecía no romper el molde, ya que se repetían los patrones clásicos de los pueblos fumigados, apareció un dato estremecedor. “Acá fumigan hasta la huerta que se encuentra dentro del colegio. Basta con recorrer los alrededores del pueblo para poder contemplar el panorama desolador que otorga la vegetación seca, quemada por los agrotóxicos que se asperjan”.

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Juan José Rivadero y su compañera de vida son pensionados, debido a que la canasta básica le queda muy lejos de sus flacos ingresos, llevan adelante un emprendimiento propio. “Tenemos unas 200 gallinas de campo que dan huevos, ellas están sueltas, ya que no estamos a favor de la industrialización de esta práctica que somete al animal de una manera perversa. Se alimentan con maíz quebrado y andan libres por todo nuestro terreno, ellas nos ayudan a poder sobrevivir de una manera más digna”, enfatizó.

La Comuna de San Pedro no atiende sus reclamos, ya que después de la denuncia por las fumigaciones ilegales la revancha no se hizo esperar. “Solicitamos una loma de burro hace 3 o 4 años atrás, ya que los vehículos ingresan a alta velocidad al pueblo y de esa manera nos han matado  animales, lo que refiere un enorme problema para nosotros. Es un castigo malicioso por parte de las autoridades políticas del lugar, el vacío para con nosotros no se hizo esperar. Pago impuestos pero no tengo los mismos derechos, acá los capitalistas han cerrado hasta calles para sembrar soja y poder fumigar. De esa manera nos imposibilita el libre transitar, es todo muy explícito, pero no vamos a bajar los brazos”, concluyó Rivadero.

Los territorios fumigados del país siguen pariendo voces bravas y resistencias quijotescas. Si bien el modelo productivo que todo lo puede sigue mostrando sus afilados dientes, la crisis que ha evidenciado el mismo no deja de profundizarse. Este no es el campo que produce alimentos, es el de los commodities, el de los bienes transables que tiene como rehén a una población que no quiere venenos en el sendero de sus días.

Ilustración: Martín Rata Vega

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