Por Fernando Gamba (Psicólogo. Mat. 4826)

En esta situación adviene con más fuerza, como un martillazo, la frase de Erich Fromm que alguna vez supe leer en algunos de sus maravillosos libros, decía algo así como “un sueño no interpretado es como una carta no abierta”. Hoy retumba como una campana en todos los rincones del mundo. Sería lamentable que esta pandemia no sea analizada e interpretada, trayendo consigo la posibilidad de una revelación profunda. Y ahí radica la importancia de escuchar las dos vacunas de la que nos habla este nuevo virus.

Si retrocedemos unas semanas la película de nuestras vidas, e historiamos nuestras experiencias, podríamos observar que diariamente nos encontrábamos envueltos en un mar de diálogos internos que nos mostraban pequeñas fotos de nuestra existencia: “necesito un respiro” “estoy a full” “no paro” “no tengo tiempo”,”recién comienza el año y ya estoy quemado”, etc.

Pero anestesiados, enajenados en la banalidad cotidiana, les bajábamos el volumen y seguíamos adelante, sin parar, dormidos, en piloto automático. No quedaba ninguna duda que la travesía de nuestro andar anunciaba un pronóstico: íbamos camino a tener que parar (hoy mediante cuarentena obligatoria) y a tener un respiro (hoy tan necesarios lo respiradores artificiales).

Así, sin escuchar, continuamos el recorrido y nos topamos con un Acontecimiento (con A mayúscula), un virus llamado covid-19, que conmovió nuestras estructuras más profundas, nos atravesó de un lado a otro y nos interpelo en nuestra esencia fundante. Tuvimos que parar, respirar y andar despacio. Aquellas voces anteriormente silenciadas retornaron con más virulencia de otro modo: volvieron a anunciar y denunciar ser escuchadas.

Las lógicas del inconsciente son un tanto caprichosas a la sordera con lo cual lo que no es atendido y escuchado, insiste, se repite una y mil veces; hay voces internas que no pueden acallarse completamente. Volvimos a tener otra oportunidad: pues se repite para aprender, pala elaborar.

Este virus global busca una cura, pero no cualquier tipo de cura. Busca una vacuna pero no cualquier tipo de vacuna. Se nos dice que la mejor vacuna es quedarnos en casa y que la batalla se va a ganar en los laboratorios científicos. Esa es una de las vacunas, la sintomática, busca solamente eliminar al síntoma (virus) para volver al estado de salud anterior ¿a la vida anterior? y a prevenirlo.

Si solo buscamos esta vacuna aspiraremos a seguir repitiendo las mismas escenas o, a lo sumo, a una pequeña reforma de nuestra existencia. Por eso este virus nos habla de una segunda vacuna, tan importante como la primera, pero no tan publicitada, quizás silenciada, pues no conlleva ningún interés de grupos económicos o de los poderes dominantes, se encuentra al alcance de todos y es eminentemente natural, humana y universal.

La otra vacuna de la que nos habla esta pandemia, se encuentra en nuestro natural laboratorio interior: la observación de nuestra propia existencia. Esa investigación introspectiva que estemos dispuestos a realizar en nuestro mundo interno, desafiante camino de lucha que implica el trabajo con nosotros mismos, con los otros y nuestra naturaleza que puede empujar a la transformación de la realidad, al despliegue de nuestra subjetividad y la realización de nuestras potencialidades.

Este virus invita a parar, respirar y analizar nuestro modo de habitarnos: muchas veces la experiencia cotidiana de una vida inauténtica, carente de sentido, alejada de la naturaleza y nuestros deseos más profundos. Por momentos, el modo de vinculo anestesiado, oprimido, consumista, e indiferente con nuestros otros significativos.

Por lo tanto, la otra vacuna, es volver a nuestras bases: ¿Qué es lo importante en nuestra vida? ¿Qué sentido construimos en nuestra existencia? ¿Llevamos una vida autentica? ¿Cómo nos tratamos a nosotros mismos, a los otros y a nuestra naturaleza?

El miedo al análisis, el temor a la pregunta, es una experiencia cotidiana natural. Sin embargo, es la vía regia de accedo a una vida significativa; el método humano más potente para dejar de repetir la misma historia y empezar a transformarla.

La importante tarea vital de preguntarse, de interpelarse, necesita que habites tu tiempo en tu laboratorio interior: solo ahí encontraras tu vacuna. Eso sí, tal como el virus lo indica, necesitaras de una pausa creadora y disposición para crear las condiciones de su producción.

¿Estamos dispuestos?

Antes de curar a alguien pregúntale primero si está dispuesto a renunciar a todas aquellas cosas que lo enfermaron” (Hipócrates).