Por Fabrizio Turturici

Cuando anochezca este viernes, asomará una festividad muy importante para la comunidad hebrea. Se trata de pésaj, o pascua judía, como se la conoce habitualmente. La misma conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud egipcia, narrada en el Libro de Éxodo. Antiguamente, ésta era una de las tres fiestas de peregrinación donde todo el pueblo marchaba a Jerusalén, al Gran Templo, para ofrendar sacrificios.

En la víspera de esta festividad, que se extenderá por ocho días, el nuevo rabino de Rosario, Pablo Iugt, recibió a Conclusión en su despacho de la sinagoga de la Kehilá, ubicada en calle Paraguay 1152, para dar lujos y detalles de esta historia, tan sufrida como estimulante. Con una mirada nerviosa pero afable, comienza su relato.

En primera instancia, Iugt –rabino que se desempeñó en países vecinos como Chile, Paraguay y Brasil– se refirió a su nombramiento como “algo muy especial, pues volver al país y tener el desafío de desempeñar mi vocación rabínica en una ciudad tan importante, es algo lindo que tomo con mucha alegría y responsabilidad”.

Luego, ya inmerso en el mundo del pésaj, contó que “la pascua judía nos narra la historia de Moisés y el Éxodo, la salida de Egipto y todo lo que conlleva recordar que hubo un tiempo en el cual éramos esclavos y soñábamos con ser libres. Fue conseguir la tan ansiada libertad, dejar el trabajo forzado, empezar un proceso de aprender a vivir dirigiendo nuestro tiempo y nuestra vida. Luego de cruzar el Mar Rojo y entregar los Diez Mandamientos, los antiguos hijos de Israel se transforman en el pueblo de Israel, una vez que ya tenían una ley que los podía guiar”, detalló el rabino.

—¿Qué otros valores, además de la libertad, representa el pésaj?

—La libertad es básica y fundamental. Al día de hoy, tenemos la bendición de contar con los últimos sobrevivientes de lo que significó el Holocausto. Debemos resignificar el hecho de vivir en democracia. Mucho más para nosotros, judíos argentinos y latinoamericanos, que tenemos tan vivos y frescos los años de dictadura.

seder—¿Cuáles son las características y costumbres de esta festividad?

—Tenemos una cena ritual que las hacemos en nuestras casas, que se llama Séder (orden). Tiene que ver con un libro que llamamos Hagadá, que pautó todo lo que tenemos que hacer esta noche. Hay un plato central, que es la Keará, cuyos ingredientes nos recordarán distintos aspectos sufridos. Por ejemplo, hay una carne asada que nos recuerda el sacrificio pascual y el brazo extendido con el cual Dios nos liberó. Hacemos huevo cocido recordando al faraón, que aparentaba ser duro por fuera y en realidad era blando por dentro, como el huevo. Tenemos una mezcla de manzana, nuez, vino y miel, que lo llamamos Jaroset: nos recuerda a los ladrillos que nuestros antepasados construían. Agua con sal que reaviva las lágrimas de nuestros antepasados; hierbas amargas que se comen simbolizando la amargura de la misma esclavitud… Y el alimento principal es la Matzá, que es un pan sin levadura, que tiene que ver con –como dice el relato bíblico- que nuestros antepasados no tuvieron el tiempo suficiente para que la masa leude.

—Pero si se reaviva el sabor amargo de la esclavitud, ¿es una festividad alegre?

— Sí. La festividad está mezclada con lecturas, canciones y melodías tradicionales. Es una festividad muy alegre, pero en esa alegría recordamos que fuimos esclavos. Y la felicidad es justamente porque tenemos la dicha de ser libres.

—¿Cuáles son los objetivos principales de estos ritos?

—’Y le narrarás a tus hijos’ es un pasaje bíblico que resume lo que pasará durante el Séder, el ABC de su esencia. Es la misma costumbre desde hace dos mil años, que la vamos trasmitiendo de generación en generación. Lo más importante es compartir la cena de pésaj en familia, el transmitir estos mensajes milenarios y darles las herramientas a nuestros hijos para que el día de mañana, sean ellos los que sigan la tradición.

— ¿Qué mensaje le dejaría como rabino de Rosario a la comunidad judía?

—Pésaj nos da la posibilidad de algo cada vez más extraño en estos tiempos modernos, en los cuales cada vez menos compartimos con nuestros hijos; donde los jóvenes están ensimismados con sus aparatos tecnológicos. Y ya casi no se da esto donde los chicos y los padres cenan juntos y conversan. Por eso, pésaj nos da la posibilidad de dejar todo de lado y tener un tiempo para relacionarse, mirarse a los ojos, dialogar y conversar con nuestros hijos. Además, sirve para resignificar lo que vivimos: cada uno de nosotros tiene su propio Egipto, cada uno de nosotros precisa romper sus propias cadenas y cada uno de nosotros necesita poder gritar, con fuerza, como el himno argentino lo dice: ¡libertad, libertad, libertad!

 

Foto: Florencia Vizzi