Por Graciana Petrone

Consumir cocaína puede llevar a la muerte, claro, no es novedad que su consumo, ya sea esporádico o asiduo, puede generar trastornos cardiovasculares severos con consecuencias letales. Pero lo ocurrido con la droga cortada con fentanilo –potente opiáceo con efectos similares a la morfina y que es utilizado en medicina para dolores, de manera controlada y como anestésico– que se conoció este miércoles y dejó como saldo 24 personas fallecidas y casi un centenar de intoxicados en la provincia de Buenos Aires es un hecho inédito en la Argentina. Si bien en Estados Unidos el fentalino es usado para reemplazar a la heroína, lo que dejó más de 100 mil muertes por sobredosis en 2021, de acuerdo a datos del Centro para la Prevención y Control de enfermedades estadounidense, ya dejó de ser un problema lejano. Ocurrió a cuatro horas de Rosario y su ingesta afectó a hombres y mujeres de distintas edades y clases sociales.

“El fentanilo es un opiáceo sintético cincuenta veces más potente que la heroína y una dosis mínima puede generar una sobredosis”, dijo en diálogo con Conclusión Ignacio O’Donell, sociólogo, con una vasta trayectoria en materia de prevención de adicciones en el país, ex director del Hospital Nacional Lic. Laura Bonaparte de Buenos Aires, con su paso por la Subsecretaría de la Sedronar y que actualmente coordina la Asociación Cetraq con sede en barrio de Caballito cuya casa central se encuentra en Quilmes Oeste.

“Son drogas que se producen o se importan muy fácilmente, no son de origen vegetal como las drogas tradicionales. Va a ser muy difícil controlar la oferta, ya que no se va a poder detectar con facilidad a quienes la fabrican en su casa para consumirla. Eso es lo que se viene. También, lamentablemente, va a llegar la metanfetamina con mucha fuerza. Tenemos que poner todo en la educación, la concientización, la prevención, la detección, el tratamiento y los apoyos a largo plazo. La Argentina es un país ideal para que el tema termine de explotar en cualquier momento. Si no nos involucramos, la vamos a pagar muy caro”, había escrito de manera taxativa y casi a modo de catarsis días atrás a través de su muro de Facebook, lo que generó la inquietud de consultar al experto respecto del panorama que vislumbra, como también de las opciones que existen en materia de educación, prevención y tratamiento de adicciones.

—¿Se habían dado casos en la Argentina en que se cortó cocaína con fentanilo?

—No. No que lo haya escuchado. Pero hay que dimensionar la pandemia de sobredosis en Estados Unidos, en donde esto está instalado hace varios años. Lamentablemente, la proyección es que pudiera suceder acá. La mezcla de la heroína y cocaína no es algo nuevo, pero el fentanilo es muy barato y tiene la característica de ser cincuenta veces más potente que la heroína. En algún momento iba a llegar.

—En casos como estos suelen aparecer los ‘opinólogos’, que incluso intentaron poner en debate el tema de la despenalización de la cocaína…

—Es como decís, de ‘opinólogos’, porque hay que tener en claro varias cuestiones: que la despenalización es no poner a la persona en el sistema penal o no criminalizar al consumidor; que la regulación es que la venda el Estado y que la legalización es que la vendan en el almacén. Son cosas distintas y para la gente pareciera que es todo lo mismo. Todas estas cuestiones llevan a tener en cuenta el contexto y las respuestas y contención que se puedan dar. El marco jurídico, político, social y cultural. Es muy importante la calidad de servicios de asistencia y de prevención.

—Como ocurrió en algunos países de Europa…

—Portugal es caso modelo. En vez de encarcelar a alguien que encontraban con droga para su consumo lo derivaban a un médico y le hacían una multa. Eso fue lo que funcionó.

—¿Y sobre la reducción de daños?

—La reducción de daños en otros países se limita al intercambio de jeringas y al uso de metadona para que puedan desintoxicarse los heroinómanos. Acá se pretende presentar como un modelo cuando no lo es, sino que son dispositivos. La reducción de daño iría en abordar a un pibe que está consumiendo paco adentro de un volquete y darle comida, ocuparse de la salud, de brindarle asistencia. El planteo es que en principio deje de drogarse y cuando hay tanta carencia hay que tener en cuenta que si hay más consumo de ese tipo en una villa que en jóvenes de clase media, entonces habría que repensar acerca de por qué viven en un contexto tan desfavorable. Quizás modificando sus condiciones de vida no se drogarían. Hoy todos los debates están banalizados y son de café y para opinar o abrir un debate serio se debe ser profesional, conocer, estudiar, investigar…

—¿Cómo se puede contribuir a quitar el estigma de que se drogan porque quieren? En especial lo consulto por esas personas que consumieron cocaína con fentalino tuvieron el alta médica y luego fueron a consumir nuevamente y fallecieron…

—Hay que entenderla como a cualquier otra problemática, como el que tiene cáncer de pulmón y sigue fumando o el diabético que tiene el colesterol por las nubes y sigue comiendo lo que le hace mal o el jugador que apostó la casa, el auto, la comida de sus hijos y sigue jugando o el adicto al sexo que sigue pautando encuentros a cualquier hora y en cualquier lado. Entonces, ¿por qué esto debería ser distinto? Son todas adicciones. ¿Por qué se moraliza al que consume drogas? ¿Por qué se lo castiga y dicen que se droga porque quiere y no tiene buena voluntad? Es una adicción como cualquier otra.

—En Estados Unidos al adicto que reincide o que cae preso y se inserta en programa de rehabilitación se lo tiene en cuenta para flexibilizarle la condena. Eso en Argentina no sucede. ¿Sería materia importante en políticas públicas?

—Debemos remitirnos antes a algo que es más importante: la información, la concientización, la prevención y la detección. Docentes, médicos, policías, agentes de servicios sociales deberían entender qué es una adicción y deberían hacer un aprendizaje para entender y derivar a las personas. Toda la población misma debería entender qué es una dicción para poder ayudar y saber dónde pedir ayuda. La prevención es lo básico y además, los servicios de tratamientos deberían estar disponibles de inmediato cuando, por ejemplo, un accidentado ingresa a un hospital y se lo toma como un accidentado y no como una persona con problemas de adicciones que tiene un accidente.

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