Correpi (Coordinadora contra la represión policial e institucional) es una organización política que activa en el campo de los Derechos Humanos, al servicio de la clase trabajadora y el pueblo, con especificidad frente a las políticas represivas del estado.

En un marco de incesante represión e intento de disciplinamiento por parte del Estado, surgen en la sociedad diferentes vertientes de debate en torno al mismo. La violación sistemática de los derechos humanos por parte del poder de turno en todas sus formas, ha encontrado una importante resistencia en esta coordinadora que no se ha despegado jamás del lado del oprimido.

El psicólogo social e integrante de Correpi, Luis Gauna, habló con Conclusión sobre una temática que preocupa en demasía como es la violencia estatal. Sobre la relación existente entre estado y represión aseguró que “en torno a esto y utilizando la perspectiva de denuncias de Correpi, entendemos la represión como una política de Estado. No sería correcto pensar que es el mismo quién digita a quién detiene, a quién mata o a quién reprime, sólo por una cuestión formal de considerar que la política se da sólo en un sentido normativo. La misma, también se da en un sentido abstracto en donde se propugna, se habilita, y se le da cauce a que las diferentes instituciones del Estado tengan potestades o permisos para reprimir”.

“En el caso de la represión policial, nosotros señalamos desde Correpi que no es violencia institucional, ya que estaríamos corriendo del eje la misma, es atinado decir que esto a las claras es violencia Estatal. La represión como bien decimos es una necesidad de todo gobierno capitalista, de todo estado capitalista, ya que es la forma de ejercer coerción sobre la clase explotada por parte de los explotadores y a favor de estos últimos. Cito un ejemplo histórico, la represión sufrida por los gauchos estuvo digitada por el Estado, ya que los mismos no encajaban en la etapa de industrialización. La tierra debía quedar en manos de pocos terratenientes que pudieran explotar a la peonada, y es allí donde se criminaliza a ese elemento subversivo hasta someterlo”, indicó Gauna.

En el mismo sentido, el profesional hizo hincapié en la naturalización de la criminalización y estigmatización que padecen lo sectores oprimidos y sobre esto argumentó que “hay diferentes posiciones que se adoptan para entender a la persona que sufre la represión. Pero es necesario saber que la salida debe ser colectiva, tratar de verse en el otro para poder desnaturalizar el hecho. Uno de los mayores elementos que tiene en contra la clase popular y que juega a favor del represor, es la naturalidad con que se imprimen la acciones coercitivas en ese sentido”.

“Para tejer un paralelismo, en el 83 cuando la APDH comienza a analizar psicológicamente a las victimas indirectas de la represión por parte de la dictadura militar, ósea familiares, amigos, conocidos, empleados que compartían el mismo trabajo con secuestrados y desaparecidos, la represión intervino de una forma diferente. Primero los atravesó con la culpa, esto de haber hecho algo que no estaba acordado con el estado, la responsabilidad de los mismos por esos actos y por otro lado la anomia de no sentir nada por esas situaciones sufridas. Debido a que no lo sufrimos, no tienen porque tener efecto sobre uno. Y por último entre tantas, la creación del enemigo, del otro bando, del pone bombas que podía alterar la paz social”, enfatizó.

 Violencia estatal en los tiempos que corren

El gatillo fácil sigue siendo una de las vertientes más severas de la violencia estatal, sobre esto Luis Gauna le dijo a Conclusión que “es muy difícil manejar números exactos de los mismos, en Correpi y de manera sostenida venimos recibiendo testimonios de familiares que jamás denunciaron el asesinato de su ser querido, ya que consideraban que las mismas estaban justificadas. A esto hay que sumarle las detenciones arbitrarias, las muertes en comisarías, en cárceles, ya que hay una construcción para que estas personas justifiquen estas muertes. Surgen las suposiciones de “lo que está bien” y “lo que está mal”, por ende toda acción policial estaría encuadrada en lo primero”.

“Debemos entender que la represión es algo que no ocurre porque sí, no se trata de la falta de suerte que puede tener al cruzarse con un policía que andaba loquito y estaba suelto. La represión la puede sufrir cualquier trabajador, o persona a la que el estado considere una amenaza que puede alterar su statu quo o sus intereses. Esto no comienza ni termina con la víctima, sino que luego la presión se concentra en quienes denuncian o se organizan. Es por eso que el activismo político debe transformarse a medida que el contexto se lo imponga. En psicología social la adaptación activa de la realidad es la facultad de toda persona de poder transformar la realidad en el contexto dado y con las herramientas que cuenta para ir aprendiendo tanto individual como colectivamente”, afirmó.

En relación al poco cuestionamiento que hace la sociedad a la violencia estatal el profesional dijo que “debemos interpelar a todos aquellos que crean que el discurso de seguridad del estado es válido, a los que crean que a los pibes hay que matarlos y que está bien que los maten, llevar la lucha antirrepresiva hacia todos los ámbitos de manera colectiva”.

Los menores y el trabajo que se realiza para contenerlos

“En ese sentido nuestra meta como militantes de Correpi y mi tarea como psicólogo social, primero es reconocer el lugar donde se pisa. Esto es fundamental para comprender que a los pibes no se les puede caer de una forma evangelizadora, como un portador de todas esas respuestas que el pibe no encuentra, ya que el contexto de vulnerabilidad es profundo. Desde nuestra coordinadora consideramos vital el trabajo con ellos, ya que su voz será la que trascienda y encuentre asidero en sus mayores, en otros pibes y en la sociedad. La murga, el hip hop y los torneos de fútbol colaboran en la interrelación de diferentes barrios, es la cuestión colectiva, la de masas la que va a torcer para este lado la historia que hoy nos criminaliza”, concluyó.