Por Marcelo Chibotta

Barro y esperanza, el grito “¡queremos a Perón!” y la decisión de no volver a su hogar hasta tanto lo liberen de la cárcel, fueron las marcas de fuego que el 17 de octubre de 1945 le imprimieron los trabajadores argentinos a la historia del país.

Juan Domingo Perón, quien a partir 1943 había tomado contacto con ellos desde la oscura secretaría de Trabajo y Previsión, había sido encarcelado el día 13 de ese mes por los propios miembros del gobierno que integraban en la isla Martín García.

Enterados de ello, y para sorpresa de las élites porteñas que llegaron a espantarse por la presencia de ese “aluvión zoológico” marchando hacia la Plaza de Mayo, los trabajadores de la ciudad de Buenos Aires, Avellaneda, Berisso, Ensenada y de La Plata, entre otras, sortearon todo tipo de barreras que se les imponía para evitar la movilización que terminó siendo inevitable.

Tal fue el caso del puente sobre el Riachuelo que fue levantado para impedirles el paso, pero muchos manifestantes lo sortearon cruzando a nado las fétidas aguas del límite natural que al sur tiene la Capital Federal.

Por otra parte, y si bien Eva Perón había tomado contacto con algunas organizaciones sindicales para activar la movilización, muchos trabajadores de otros gremios comenzaron a comunicarse entre ellos y tomaron la decisión espontánea de generar huelgas y emprender la marcha.

En palabras de Perón

Me vinieron a buscar al Hospital Militar y me llevaron a la Casa de Gobierno, allí me encontré con el general Farrell y sus ministros, estaban los generales y me acuerdo que el general Farrell me dijo: Bueno Perón, dígame una cosa, ¿qué es lo que cree usted que hay que hacer?’ y le contesté: Mi general, ¡llamar a elecciones! ¿Qué están esperando ustedes para llamar a elecciones?

Creo que el gobierno provisional ha cumplido con su misión, se ha preparado una acción futura y se le ha enterado al pueblo qué es lo que queremos hacer, sabe también qué es lo que quiere hacer la Unión Democrática.

Si elige a la Unión Democrática, el pueblo habrá buscado su propio destino, y si nos eligen a nosotros, tendremos la fuerza de realizar lo que venimos pensando.

El general Farrel estuvo de acuerdo y me dijo, bueno, llamamos en seis meses a elecciones, yo me paré y le dije bueno mi general ¿palabra de honor?, palabra de honor me contestó y nos dimos la mano.

Allí les digo, bueno ¿me voy? y me dijo ¡déjese de embromar, estos locos nos van a quemar la casa de gobierno, salga al balcón y hábleles para que se vayan!

Efectivamente salí al balcón y con todo lo que pasó en el día yo ni sabía que les iba a decir,había como un millón de personas en la plaza frente a la Casa de Gobierno y entonces les pedí que cantaran el himno para armonizar y armar el discurso y les hablé.

Los unos y los otros… y los otros

Las innumerables controversias que todavía genera el peronismo, tanto en círculos académicos como políticos, puede que respondan tanto a sus postulados doctrinarios como a su génesis, sin encuadre lógico dentro de las categorías habituales originadas en la Revolución Francesa, es decir, las derechas e izquierdas.

Los protagonistas del Día de la Lealtad encarnaron la gesta respondiendo también a la heterodoxia de su origen: el mestizaje indo – iberoamericano que con su cultura novedosa irrumpió en los barrios acomodados de Buenos Aires cuya forma de vida venía siendo formateada por la lógica iluminista surgida de las élites de Europa central.

Así, esta fecha puso en el tablero político argentino al movimiento más adelante denominado Justicialismo que sus detractores asociaran tanto al nazismo como al fascismo sin lograr tener éxito.

Ello se daba fundamentalmente porque tales lecturas también se hacían desde instancias políticas de cuño iluminista, debido al origen que estas excreciones ideológicas tienen en las élites europeas y hoy siguen siendo analizadas por vastos sectores académicos “a libro cerrado”.

Perón, quien ese 17 de octubre se dirigió por primera vez a los trabajadores congregados hasta altas horas de la noche, afirmaba que su modelo político “propone el ideal no utópico de realizar dos tareas permanentes: acercar la realidad al ideal y revisar la validez de ese ideal para mantenerlo abierto a la realidad del futuro”.

Sin par en el mundo

La génesis del denominado Día de la Lealtad tuvo a una Eva Duarte que recorría casi en soledad algunos gremios con la premisa de alentar un paro general y una constelación de trabajadores de diferentes orígenes, que aún superando en algunos casos a sus dirigencias gremiales, se movilizaban espontáneamente para pedir por la libertad de Perón.

Estas situaciones convirtieron al 17 de octubre en una manifestación inédita debido a que la historia universal no da cuenta aún hoy de una movilización con esas características.

Es que aquellas que produjeron una situación “bisagra” en el devenir de las historias de diferentes pueblos del mundo, ninguna tuvo la combinación de masividad y raigambre popular que los argentinos de aquel tiempo protagonizaron.

Por ejemplo, la misma toma de la Bastilla que dio origen a la Revolución Francesa contó con no más de 1.000 personas entre los miembros de las Guardias Francesas disidentes y de la sociedad civil de este tiempo. En tanto, la revolución rusa fue el resultado de un proceso que duró un buen tiempo entre febrero y octubre de 2017.

Otras, como la Marcha de la Sal que fue orientada por el Mahtma Ghandi y duró casi un mes, la marcha de Soweto de 1976 en Sudáfrica que originó una violenta represión debido a protestas por las políticas educativas durante el apartheid, o las protagonizadas por los trabajadores metalúrgicos junto a Lula en la década de 1970, por Lech Walesa y su Movimiento Solidaridad en Polonia o la Revolución Naranja de Ucrania, tampoco reunieron las condiciones de ese 17 de octubre de 1945.