Por Marcelo Chibotta

Hoy se cumple en el país el 66º aniversario del decreto propuesto en 1949 por el  gobierno de Juan Domingo Perón, a través del cual se estableció el día del inmigrante.

La decisión fue tomada en conmemoración de la misma fecha, pero de 1812, cuando el Triunvirato dispuso “su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.

El decreto no tuvo una elección azarosa, se dio en el marco del ingreso al país de muchos europeos que arribaban al país durante la ola inmigratoria producida por la segunda guerra mundial.

No obstante, la celebración de esta fecha en estos tiempos tiene otro sentido, ya que no han llegado más inmigrantes en forma masiva, como sí lo hicieron aquellos italianos, españoles, sirios, libaneses y judíos, entre otros de demás comunidades.

Con motivo de ello, Conclusión dialogó con Daniel Zárate, titular de la delegación Rosario de la oficina de Migraciones, quien en principio hizo una reseña histórica: “Ya cumplimos 200 años de la larga tradición migratoria que tiene Argentina, a partir de un decreto del Triunvirato en 1912”.

“El movimiento inmigratorio se incrementó en el país durante las presidencias de Avellaneda, Sarmiento y Mitre, con las primeras corrientes inmigratorias organizadas a partir del criterio de Alberdi establecido en su ‘gobernar  es poblar”, agregó Zárate.

Seguidamente, el referente de la oficina de Migraciones de Rosario indicó: “Incluso la corriente inmigratoria de principios del S XX, trae aparejado el primer e incipiente sindicalismo, de la mano de los primeros socialistas y anarquistas venidos de Europa que generó tensiones con los sectores de poder de aquel tiempo”.

“El ejemplo es lo que tiene que ver con la semana trágica de Buenos Aires desde la huelga de Vassena, que dicho sea de paso es un viejo apellido vinculado a la oligarquía argentina, o con lo que refleja Osvaldo Bayer cuando relata el conflicto de la semana trágica contra los terratenientes que se habían quedado con las tierras del sur después de la conquista del desierto de Roca”, abundó Zárate.

Los inmigrantes actuales

Más adelante, se refirió a las corrientes inmigratorias de este tiempo presente que “tienen que ver con los países limítrofes y que vienen en busca de trabajo”.

“Por ejemplo – ilustró Zárate – los bolivianos en su mayoría son trabajadores de la tierra, pero más bien de la producción huertera, que es más artesanal y se hace a mano, lejos de las características que tienen producciones de soja, maíz o trigo que se hacen con máquinas”.

Seguidamente dijo que “por otra parte, el boom inmobiliario de los últimos años en Rosario y alrededores es impactante y por ello se requiere mano de obra de muchas características. Es ahí donde están fundamentalmente los paraguayos, como así también los chilenos, peruanos y bolivianos”.

“Otro factor que favoreció la inmigración en esta zona es el tema de la universidad gratuita y de alta calidad académica, como es la UNR, hace que tengamos una importante cantidad de ciudadanos de toda Latinoamérica que vienen a estudiar acá”, señaló el funcionario.

¿Qué pasa con los chinos y africanos, cómo es ese fenómeno?

En cuanto a los chinos, se generó en su momento una corriente inmigratoria que ya está atenuada, cuando vinieron a poner una especie de negocio de venta de comestibles intermedio entre el supermercado y la granjita.

Eso generó una corriente que está medio atenuada y que no es tan importante. Se instalaron en toda la provincia de Santa Fe, y obviamente la mayoría en Rosario, unos 300 supermercados chinos.

Y con respecto al tema de inmigrantes de raza negra, tenemos dos  vías de  ingreso: La  primera tiene que ver con todo el transporte de cereal que exporta Argentina, para  lo cual vienen buques para buscar granos o aceite, fundamentalmente del sudeste asiático, y antes de cruzar el Atlántico tocan África.

Entonces ahí puede aparecer la figura del polizón africano, que es aquel que se sube a un barco, se esconde, en determinado momento aparece y llega a la Argentina, pero según la situación documentaria puede o no ingresar al país.

Si no tienen la documentación, se los rechaza, quedan retenidos en el barco sin bajar a tierra y se los llevan cuando regresan. Los que quedan, son aquellos que permanecen en situación de refugio.

La situación de refugio es para aquellos ciudadanos a los que le quedó imposibilitada la vuelta a su país de origen porque corren peligro de vida, sea por cuestiones políticas, religiosas, étnicas.

El otro grupo más o menos importante de ciudadanos negros, que no son muchos pero identificamos rápidamente, es aquel integrado por senegaleses.

Es que Brasil tiene un convenio con Senegal a partir del cual entran al país limítrofe, regularizan su situación e ingresan a Argentina como ciudadanos brasileños.

Ésos son los que venden bijouterie que vemos en el microcentro y no son más de 50 personas.

Una historia como tantas

Por otra parte, este medio conversó con Graciela López de Sauan, quien se desempeña como secretaria del Club Argentino Sirio de Rosario y es descendiente de uno de aquellos inmigrantes que prácticamente ya no quedan.

“Hace 20 o 25 años que ya no llegan inmigrantes”, arrancó diciendo Graciela López, pero más adelante contó parte de la historia de su abuela que vino a Argentina.

“Y el caso de mi abuela – comentó – fue así:

“Siria estaba bajo dominio otomano y por eso se les dice ‘turcos’ a  los inmigrantes. Llegaban a la Argentina y cuando les decían así, ellos sentían como si los insultaran”.

Enseguida, ilustró: “Entre la pobreza, el dominio otomano cruel y opresivo, que además eran musulmanes siendo Siria un país católico hizo que muchos se fueran”.

“Mi abuela tenía un marido ciego y dos hijos, y viajó a Estados Unidos. Allí trabajó 4 años y ganó una millonada de dólares para  lo que era Siria, eso  fue allá por 1905. Volvió a su país, le instaló a su marido un negocio de ramos generales y después se vino a Argentina con sus  cuñados” – relató –  y continuó: “Cuando llegó acá, porque era el tiempo en el  que venían a ‘hacerse la América’, se dio cuenta que estaba embarazada de mi papá y se tuvo que quedar”.

“Encima, a su marido no lo podía traer por su ceguera, porque creían que era producto de algún mal contagioso y así fue que tuvo que criar a mi papá acá ella sola, y no volvió nunca más”, narró Graciela.

Con la mirada evocativa, puesta en algún lugar irreconocible, Graciela finalizó: “Fue una historia para una película, una historia de desarraigo, de dolor y de mucha valentía”.