Por Alejandro Maidana

«La fortuna llovida del cielo corrompe y arruina. Es común la idea falsa de que la agricultura y la industria exigen para desenvolverse fuertes capitales. Lo contrario es lo cierto. Lo que dura y prospera y perdura es lo que nació humildemente y se fue nutriendo de su propia sustancia», Rafael Barret.

Argentina era conocida mundialmente como «el granero del mundo” debido a que sus inmensamente amplias y fértiles tierras podían producir alimentos para la población de muchos países. Pero lamentablemente desde 1996 cultiva semillas transgénicas y cada vez se amplía más la frontera agrícola, principalmente para el cultivo de soja genéticamente modificada resistente a los herbicidas como el glifosato, conocido comúnmente por su marca comercial “Roundup”, un producto de la compañía Monsanto (hoy adquirida por Bayer).

Habiendo pasado ya más de 20 años desde que comenzara su producción, cada vez son más los efectos nocivos de estos productos que van saliendo a la luz. El panorama es desolador y el enemigo un gigante con pie de plomo que aplasta todo lo que se anime a enfrentarlo.

Ante este panorama, ¿existe una salida? ¿Hay posibilidades de pensar otra agricultura? ¿Cómo se podrán generar alimentos propios sin químicos?

Conclusión dialogó con Jeremías Chauque, músico e hijo del gran Rubén Patagonia, pero por sobre todas las cosas alguien que no deja de florecer en el Desvío Arijón: “Mi vida comienza en Comodoro Rivadavia (Chubut), pero el camino me depositó acá, en este maravilloso lugarcito de Santa Fe a orillas del Río Coronda llamado Desvío Arijón. Hurgando un poco en mi historia les traigo esta imagen familiar, que no es otra que verlos a a mi vieja y a mi viejo mate por medio buscando las maneras para sostener un importante legado, la historia de nuestro linaje. Esas historias ancestrales de nuestros pueblos Mapuches y Tehuelches, esa necesidad imperiosa de tratar de entender el presente haciendo foco en nuestro pasado. Así los veo a ellos, tratando de esquivarle a un mercado que te llena de dudas, que te asfixia, que te acorrala, que no te permite ser desde tus adentros”.

El camino que trazaron sus padres fue para Jeremías la puerta a su transformación como hombre. “Así fue como buscando la manera de seguir ligado a la tierra emprendí mi camino, camino que me hizo conocer mi compañera con la que llevamos juntos 17 años. Junto a ella compartimos la misma búsqueda, y un día nos dijimos, la mejor manera que nuestros niños puedan entender cuál es su identidad, es viviéndolo, así esa sangre Tehuelche-Mapuche podrá fluir en sus venas como debe ser, dejando la ciudad y volviendo al campo. Tenemos que tener en cuenta algo muy importante, esta práctica que debería ser un derecho, el mercado lo ha convertido en una actitud subversiva”, dijo.

El Desvío Arijón fue el lugar elegido para profundizar lo aprendido, en esta oportunidad con la participación de los más pequeños. Los saberes del monte, los que se encuentran en el río fueron otro motor impulsor. “Para entender este presente nos aferramos a los que nos acompañaron por siempre. Las herramientas que nos brindan los abuelos, en un marco tan maravilloso como la natural, es fundamental para modificar esa actualidad que nos abruma. Aquí tenemos acceso a un sinfín de cosas que en la ciudad resulta un imposible. La leche recién ordeñada, saber lo que trae el viento si este sopla desde algún punto cardinal, nuestros animales y nuestra huerta, son ellos el motivo claro de transformación”, continuó.

Pero no todas son flores. Los campos que rodean a este maravilloso lugar están atestados de transgénicos y por ende abrazados por las fumigaciones. Es allí donde la realidad los interpela: “Se nos cruzó en reiteradas oportunidades la idea de retirarnos de estas tierras, porque este es un modelo que viene a vaciar el campo, este modelo necesita un campo vacío, necesita fumigar la memoria.  Pero la necesidad de consolidar nuestra identidad nos empujó a quedarnos a luchar. La misma comenzó hace 10 años, donde la lucha contra las fumigaciones no tenía el auge que hoy tiene, por eso mismo fuimos víctimas del accionar de este enorme aparato. El estado cómplice, el poder judicial y político, hicieron de nuestras vidas un calvario del cual pudimos escapar con estoicismo. Enfrentamos no sólo a los mosquitos que envenenaban a nuestros hijos, sino también a causas penales cobardes que llegaban por parte del  sojero de turno. Pero no claudicamos, las amenazas a nuestros hijos nos hizo más fuerte y acá estamos, no solo resistiendo, sino transformando”.

Hoy la invasión no discrimina si sos indio. hoy la invasión viene por todos. Hoy la conquista dejó los sables para instalarse en nuestras mesas. Su meta es desheredarnos del campo, cortar ese cordón umbilical que nos liga, que nos mantiene unidos a nuestra madre tierra: “Desvío a la Raíz es un lugar de encuentro, por ejemplo es el caso de Ángel, un abuelo sabio que estaba echado al abandono y lo hemos recuperado. Su patio era un basural, hoy es una huerta que explota por los cuatro costados, Ángel hoy nos habla de la luna, de cuando tenemos que sembrar, nos enseña biología, eso es Desvío a la Raíz. Poder compartir el tiempo con familias que marchaban al campo de concentración, así lo llamamos a los sembradíos de frutillas, y hoy le dedican más tiempo a sus cultivos no tiene precio alguno”.

La Feria Campesina Desvío a la Raíz ofrece cosechas de estación sin agrotóxicos, comidas caseras, farmacia campesina, huevos caseros, todo lo que era y es el verdadero campo a sólo 90 kilómetros de Rosario. No todo está perdido. Encontramos en esta maravillosa historia, la verdadera soberanía alimenticia que tanta estamos buscando.