Por Gisela Gentile

Somos parte en cuerpo presente de la revolución feminista, decidiendo dejar de lado nuestros disfraces de mujeres pulcras, impolutas y sumisas, para dejar fluir nuestra verdadera esencia. Esa mujer tapada, silenciada, maltratada, violada y asesinada, es la que queremos dejar atrás.

Cuando nos preguntan por qué marchamos, les contestamos que lo hacemos por nosotras, por nuestras madres, abuelas, hijas, hermanas, sobrinas, amigas, y por todas las mujeres que hoy ya no pueden hacerlo. Nos representamos solas, no pretendemos representar a nadie.

Otro paro internacional de mujeres se aproxima, y nuestra ambición de transformación sigue creciendo a pasos agigantados, conocemos y reivindicamos nuestros derechos y pretendemos la emancipación y libertad sobre nuestros cuerpos.

La campaña por el aborto legal, seguro y gratuito, es un eje medular de la ola feminista, que coloca a todos los cuerpos gestantes en equidad, ya que pretendemos que las mujeres pobres dejen de morir en la soledad del olvido y la vergüenza. Sobrevivir a un aborto clandestino es un privilegio de clase.

Con orgullo de militancia vemos a las pibas llevar sus pañuelos por las calles y colegios, ellas están llevando adelante “la revolución de la hijas”, como tituló en unos de sus últimos libros Luciana Peker. Si bien este movimiento poderoso e irreverente de las normas patriarcales no deja de crecer, es consciente que falta mucho camino por recorrer.

Si bien podemos ver pañuelos verdes y reivindicaciones del movimiento en las zonas céntricas de las grandes ciudades, en las barriadas la deconstrucción del patriarcado es una tarea mucho más ardua. El feminismo es un movimiento transformador y maravilloso que no puede dejar lo popular de lado, necesitamos que todas sean parte, y más aún aquellas mujeres y disidencias que no solo son oprimidas por un sistema patriarcal violento, sino que también son vulneradas por un capitalismo voraz.

Con la intención de oír distintas voces, Conclusión dialogó con diferentes referentes barriales para conocer en primera persona como se vive el feminismo en los distintos barrios de la ciudad. “Nos damos cuenta que en el barrio todavía la palabra <Feminismo> como empoderamiento, o simplemente derechos de las mujeres, son conceptos que están muy alejados de lo cotidiano. Podemos observar como quedan sorprendidas y hasta horrorizadas cuando hablamos de los diferentes tipos de violencia, viendo con mayor preocupación sus reacciones en torno a los noviazgos violentos, y ni hablar cuando hablamos de interrupción voluntaria del embarazo”, enfatizó Carolina Herrera, militante y vecina de barrio Alvear e integrante de la agrupación “Mujeres de la Plaza”.

A la hora de analizar sobre cómo viven las mujeres del barrio el feminismo, agregó “somos realistas que faltan años de concientización si nos comparamos con otras compañeras de  barrios con menos vulnerabilidades. Pero más allá de eso, también somos partícipes fundamentales en la exigencia concreta de todas estas herramientas que el Estado Municipal, Provincial y Nacional  no acercan a las mujeres, disidencias, niños y niñas de nuestros barrios”.

En torno a la infancias olvidadas, más aún si hablamos de aquellas de la periferia, Herrera sostuvo, “somos testigos que la mejor forma de de cambiar está realidad capitalista, es logrando que los niños y niñas puedan relacionarse socialmente en espacios deconstruidos, libres de violencias y en igualdad de género y condiciones para lograr vincularse sin el ejercicio del poder, como intentamos en los talleres de la Biblio en <Mujeres de la Plaza>”.

“Como no estamos alejadas de esta sociedad machista a la hora de visibilizar y militar el día Internacional de la Mujer Trabajadora, lo hacemos desde el barrio, con carteles, pancartas, charlas, y nuestros pañuelos verdes;  reivindicando los derechos adquiridos hasta ahora; con la lucha de miles de feministas de todo el mundo y compañeras que lo siguen haciendo”.

Mujeres de la Plaza considera que si las mujeres no pueden romper con el mandato patriarcal que se les impone; de ser mujeres gestantes y propiedad privada del hombre, no tienen la posibilidad de poder apreciar que cuentan con derechos. “Las mujeres deben ser respetadas, y ante un  Estado ausente, creemos que el feminismo es el movimiento reivindicativo de todo esto que nos duele”, concluyó.

Yolanda Ruiz vive y milita desde la asamblea de mujeres de Cabin 9, por ello sumó su voz y la de sus compañeras a este Paro Internacional de Mujeres. “Para el día de la mujeres trabajadoras realizamos un mural, en el barrio somos todas laburantes, amas de casa, gente que se la rebusca como puede. Acá el trabajo es doble porque además de salir a buscar el plato de comida de la familia, también debemos cuidar a nuestros hijos, llevarlos a la escuela y demás labores que ya están predeterminadas para nosotras”.

Para el próximo 9M la consigna es clara, “llamamos a no lavar los platos, planchar, ordenar, a que se encarguen de los hijos los maridos. Nos vamos todas a la marcha y pretendemos que el paro no solo sea en el trabajo, sino también en la casa”.

“Tratamos de visibilizar no solo la agenda feminista, sino también la problemática de las mujeres de los barrios. Tratamos de descentralizar, en la cuestión de la legalización del aborto realizamos pañuelazos e invitamos a las vecinas a organizarse, conocer sus derechos y a tener independencia de clase, sin instituciones y con el principio de la solidaridad”.

El feminismo desde las calles, demostrando que las conquistas no son de los gobiernos o cámaras legislativas de turno, sino de la lucha estoica de las mujeres. “Nuestra construcción es desde allí, se pone a la mujer en un lugar de poder, pero en un poder estatal que quiere coptar al feminismo desde el Ministerio de la Mujer. Si bien cada una ocupa el lugar que quiere, nosotras creemos que el espacio que debemos ocupar las mujeres de los barrios es el poder en las calles y la lucha”.

Desde hace 11 años la asamblea viaja todos los años a los Encuentros de Mujeres, “hacemos rifas para poder viajar y llevar nuestro posicionamiento a cada Encuentro. Siempre desde los barrios para dar la discusión desde allí, entendiendo que el feminismo no debe quedar en una persona, en la red social o un título, ya que la lucha es de todas”, concluyó Yolanda Ruíz.

Georgina Mansilla es vecina del Barrio Los Pumitas, militante de “La Poderosa”, referente del frente de género de Rosario y del feminismo villero. “Para nosotras el feminismo villero son las compañeras que sostienen las ollas del comedor del merendero y las rondas, las madres de los pibes que mató la policía, las sobrevivientes de haber abortado con perejil y percha, y las mujeres originarias de Chaco que llegaron a Rosario buscando una mejor calidad de vida”.

El feminismo era una palabra lejana que sonaba, pero que le costaba llegar a los barrios. “Nosotros los conocíamos por la televisión, donde se mostraba al feminismo como unas locas quemando gomas y en tetas. A través de muchas luchas fuimos construyendo nuestro propio feminismo villero. Por ello, este 9M haremos un doble esfuerzo, porque parar para nosotras significa doble organización, ya que somos quienes sostenemos no solo el hogar, sino también los merenderos y comedores. Si nosotras paramos, los pibes no comen, por ello es fundamental la labor de los compañeros varones en el barrio”.

“Este lunes marchamos, y exigimos que reconozcan nuestro trabajo en el territorio y en las tareas de cuidados. Entendemos a estos últimos como una red que creamos entre nosotras y para nosotras, las villeras. Fuimos gestando diferentes espacios de recreación que siempre se nos negaron como el taller de Zumba o de costura. En los mismos nos cuidamos mutuamente a los <peques> para poder llevarlos a cabo”. De esta manera empezó el espacio de cuidado que está cada vez más consolidado y pensado como una cooperativa de trabajo que pueda brindar el servicio de cuidado al barrio, ya que las compañeras no pueden pagar por el cuidado de sus hijos.

“Entendimos que las compañeras no pueden pagar por el cuidado de la infancia, por eso pensamos que pueda ser una cooperativa la que pueda brindarle el servicio al Estado, que es quién debe reconocerlo y así ir generando políticas públicas para el barrio. De esa manera rompemos con el mandato de cuidado y trabajo no remunerado que nos asignaron a nosotras las mujeres”, concluyó Georgina.

En los barrios se llevan a cabo muchos acompañamientos a mujeres que sufren violencia, y demás labores en donde el Estado no solo se encuentra ausente, sino que no las reconoce como las mujeres que de manera solidaria salvan a otras mujeres. Las políticas de Estado deben llegar a todas, pero en especial, a aquellas que están siendo vulneradas y oprimidas no solo por su género, sino por su clase.