Por Alejandro Maidana

La importancia del deporte como herramienta de transformación en los sectores más postergados, ha sido por siempre uno de los argumentos más utilizados por el sector político, pero el esfuerzo por consolidarlo sigue morando en el casillero del debe.  La realidad abrumadora por la que deben atravesar los pibes y las pibas, puede encontrar una puerta de salida a tanta marginalidad, a través de lo lúdico.

Claro está que la magia es obra de la ilusión, y esto de no estar acompañado por un abanico importante de oportunidades, llámese políticas públicas, sería sólo un parche para tapar la desidia de la exclusión.

Pero por suerte existen aquellos que en silencio y aferrados a su conciencia solidaria, activan alternativas por fuera de toda lógica de aparato y apetencias individuales. El compromiso de quiénes vienen de abajo, y que entienden que manteniendo un vuelo rasante se le escapará a toda tentación que suele provenir del ego y la ambición.

Ligado a las artes marciales desde sus primeros años de vida, aquel pibe de Villa Banana que amaba tirar piñas y patadas, hoy se ha convertido en alguien que lejos de olvidar sus orígenes, brinda su aporte a los más aletargados.

“El haberme metido en el vientre del Taekwondo, me transformó radicalmente la vida. Cambié las peleas cotidianas por el respeto y al disciplina, esto me hizo analizar la vida desde otra perspectiva”, cuenta Mario Roldán.

De esta manera iniciaría su charla con Conclusión, un profesor que antepone las relaciones humanas por sobre las ambiciones de un cinturón. “Existen muchos que son capaces de vender a su madre por el afán de lograr un cinturón, alardear con títulos y con tener alumnos campeones, suele ser la ruta que toman muchos. Mi camino es otro, diametralmente opuesto, y es el único que podría disfrutar”, indicó.

La estructura piramidal torna al taekwondo muy burocrático, “en lo particular voy a tener que abonar una interesante cifra en dólares para poder coachear a un alumno, como en la religión católica todo conduce a Roma, acá todo conduce a Corea”.

La barriada popular como sitio elegido para poder compartir sus conocimientos, rompe con ciertas lógicas. “Si se persigue el mercantilismo del conocimiento, seguramente un lindo local por calle Santa Fe, con una cuota de $1.000 mensuales sería lo ideal. De esa manera te ahorrarías de hacer de psicólogo, ya que en lo particular trabajo con chicas que han sido abusadas, con pibes con problemas de drogas y vinculados al delito, no te ensuciarías los pies como nosotros, ya que no tenemos piso de goma. En fin, yo quiero democratizar este deporte, que lo puedan conocer todos los chicos”, sostuvo.

Mario ha logrado conformar un importante equipo de competición, su hija Oriana se pudo consagrar campeona nacional el año pasado, algo que lo llena de orgullo y lo empuja a seguir.

Las trabas económicas y la falta de becas, un problema de larga data

“Compartir la pasión junto a mi hija es maravilloso, en esto también quiero mencionar  a Brenda y Rodrigo, dos alumnos que hacen un enorme sacrificio y que están muy bien ranqueados a nivel nacional. Lamentablemente ellos fueron invitados para hacer “tope” y así poder rozarse con la selección mexicana en el CENARD pero no pudieron ir. La cuestión fue meramente económica, es una gran pena, porque hay muchos chicos con una enorme capacidad pero este impedimento torna a la actividad en elitista. No se puede esperar tener a un campeón del mundo para becarlo, si esa es la política, los chicos y chicas de los barrios más olvidados no deberían competir”, enfatizó sobre una situación que se repite de manera sistemática con muchos de los deportes.

Parece ser que la única opción existente para los más vulnerables, es tener que conformarse con participar en los torneos que estén a su alcance, en realidad, al alcance de su billetera. Algo que genera un cuadro de situación estigmatizante, produciendo un impacto importante en los pibes y pibas, “tengo que trabajar mucho para que los chicos no escondan su identidad,  su sentido de pertenencia, ya sea la villa o el barrio de alguna comunidad indígena. Los prejuicios son demoledores, por eso este desafío es único. En la villa tenemos campeones, y eso también sería interesante que puedan visibilizarlo”, comentó Roldán.

Mario recuerda con suma emoción el inicio de la escuelita en barrio Toba de Roullion y Maradona, “fue un boom, no llevaba ni 15 días y ya tenía 30 alumnos. Un lugarcito sin techo y sin paredes, un patio con piso de cemento que lejos estaba de ser el adecuado, sin embargo  los chicos se arrimaban igual, esté lloviendo o no. Hoy si bien ya hemos podido trasladar nuestro trabajo hacia otro lugar, más precisamente en la vecinal Julio Argentino Roca del barrio con mismo nombre, muy cerquita del anterior”.

El profesor se emociona al poder compartir las distintas experiencias que cargan sus alumnos, historias de vida pesadas que encontraron en el Taekwondo un bálsamo de felicidad. “La amplitud del alumnado es maravillosa, desde guardiacárceles a jóvenes que han estado relacionados con la delincuencia, un fenómeno de 4 años con autismo que demuestra día tras día una superación asombrosa, niñas que han sufrido algún tipo de abuso y se van empoderando. Todo esto en una marco de solidaridad y contención único, a mi no me importa si mañana van a ser Jackie Chan, perseguimos otra cosa, y te aseguro que es mucho más valiosa.

Las clases de Mario están copadas por las mujeres, el 70% de su alumnado es femenino. Sostiene que el trabajo que viene realizando para que las mismas hagan valer sus derechos va viento en popa, sin olvidar la importancia que tiene saber defenderse de un posible ataque.

El Taekwondo en los barrios populares, disputándole la pibada al fútbol y a otras actividades con mayor anclaje, una alternativa extraordinaria basada en el equilibrio emocional y el respeto mutuo.

“Vamos a seguir más convencidos que nunca, firmes en nuestras  barricadas de barrio Roca (pasaje Deliot y Matienzo) y en el Club Defensores de River (La Paz entre Felipe Moré y Matienzo), que gracias al Plan Abre han podido reactivarlo de buena manera. Allí trabajo con chicos de Villa Urquiza, El Pororó y Banana, una experiencia que disfruto con el alma. Seguiremos insistiendo con esto, con la inclusión a través de las artes marciales, democratizando este deporte y no resignándonos ante el olvido del Estado. Rosario y la Argentina en su conjunto,  tiene enormes talentos que necesitan de una Beca para poder seguir su camino deportivo. Se debe terminar con la  costumbre de premiar o reconocer al que logró una medalla olímpica o un podio mundialista, ya que previamente el derrotero lo tuvo que hacer solo y con un esfuerzo sobrehumano, es muy fácil perseguir solo una foto cuando el sacrificio fue del otro”, concluyó.