Por Daniel Oscar Siñeriz Griffa

La humanidad hoy es escenario de verdaderos fratricidios de distintas intensidades con una misma raíz: el desconocimiento de nuestra condición igualitaria y de un destino común. La segunda encíclica del Papa Francisco proclama a viva voz y a letra viva, nuestra condición de FRATERNIDAD UNIVERSAL, partiendo del único Padre, para los creyentes, y de la condición de AMISTAD SOCIAL, como expresión de consumado humanismo.

Las guerras que pueblan nuestro Mapamundi y la consiguiente y persistente fabricación de armas representan la máxima negación de aquella FRATERNIDAD y la permanente reafirmación de los CAINES multiplicados y armados para el gran fratricidio. Así constituyen la amenaza fatal contra la raza, que no necesitará de un aerolito chocando el planeta para consumarse.

En nuestra Casa Común de Argentina la dirigencia política, en su mayoría, continúa profundizando el desacuerdo y el desencuentro, condición indispensable para garantizar una pobreza eterna y para seguir condenando a la mayoría del Pueblo a ser herederos de las migajas. Es muy difícil acordar políticas públicas necesarias para todos los plazos, cuando la tendencia apunta a Políticas Privadas para enriquecer a unos pocos. Les hace falta dejar de considerar a los habitantes sólo como votantes y empezar a tratarlos como ciudadanos con Derechos y Deberes dignificantes.

Nos hace falta a los argentinos liberar de la triste grieta al mejor y mayor de nuestra historia: el Papa Francisco. Y reconocer su condición de Maestro de Humanidad y Fraternidad; y pedirle, finalmente, que no venga a visitar su País hasta que cada argentino no haya leído su Encíclica y se haya comprometido a construir Fraternidad.