Por Alejandro Maidana

Si pensamos en las abejas, lo primero que nos viene a la cabeza es que a partir de ellas obtenemos miel. Pero no sólo nos ofrecen ese producto dulce y viscoso; gracias a ellas se produce la polinización, proceso por el que el polen es transportado, haciendo posible la formación de frutos y semillas. A pesar de que hay plantas que realizan la polinización por otros medios, la mayoría son polinizadas por las abejas y otros insectos. Entre estas plantas, se encuentran árboles frutales, plantas hortícolas y flores, es decir, plantas que cultivamos para el consumo.

Por ello imaginar un mundo sin abejas no solo sería imposible sino catastrófico. Los embates de un modelo productivo aniquilador de la biodiversidad, ha tenido en estos insectos polinizadores un impacto sumamente preocupante, ya que la población de abejas se ha visto reducida en alrededor de un 35%. La ruralidad ha mutado adquiriendo un rostro verdaderamente monstruoso, aquellos olores, colores y sabores que la cobijaba, fueron trocados por un paquete tecnológico que a través de la siembre directa, todo lo modificó.

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¿Si las abejas desaparecen al hombre le quedarían 4 años en la tierra? Muchos son los investigadores que no dudan en afirmarlo. Esto refleja a las claras la enorme importancia de estos insectos en nuestro ecosistema. Sin las abejas, nuestra dieta sería increíblemente pobre. Estaríamos forzados a sobrevivir de cultivos polinizados por el viento: trigo, cebada, maíz y no mucho más que esto. Deberíamos imaginar supermercados y almacenes sin manzanas, frutillas, calabazas, melones, tomates, y mucho más.

Pero cabe destacar que, pese a lo dantesco del escenario, distintas organizaciones y colectivos trabajan articulando prácticas sustentables que persiguen un cambio de paradigma en materia de producción. Por ello Conclusión consideró pertinente acceder al diálogo con Viviana Augsburger, apicultora e integrante de La Porfía, una organización que se funde con otras para darle vida a la Cooperativa El Maneje. “En lo particular pertenezco a «La Porfía», que es una de las organizaciones que integra la Cooperativa El Maneje. Somos un grupo de productoras y productores que trabajamos utilizando la mayor cantidad posible de productos agroecológicos, valoramos mucho la intención de llevar adelante producciones sustentables. Esta es una de las tantas demostraciones de que existe otra manera de producir, que más allá de generar productos sin venenos que no impacten desde los ambiental, empuja a que los seres humanos puedan consolidar otro tipo de relaciones, ya que también somos naturaleza”.

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Las actividades dentro de la cooperativa son diversas, por ello la oferta sustentable crece día a día buscando seguir tejiendo redes con aquellas y aquellos que transitan el mismo sendero saludable y respetuoso con el ambiente. “La actividad apícola es una de las tantas actividades que abordamos, ya que también tenemos una producción láctea donde también hacemos quesos, yogures y dulce de leche. Cabe destacar que también tenemos una siembra de trigo donde producimos harina, y en el caso en que la tierra no nos alcance, conseguimos granos. Pero siempre en este circuito de productores agroecológicos, con nuestra molienda hacemos harina integral, grano fino y grano grueso, también tenemos una molienda de harina de maíz. A todo esto, habría que sumarle las conservas (avinagradas y dulces), los licores y los productos fitoterapéuticos”.

Entre las actividades que realizan, se encuentra la apicultura, ya que quiénes integran la cooperativa cuentan con una vasta experiencia en esta práctica. “Por ello decidimos volver a realizar esta tarea apícola, pero desde una mirada, desde un posicionamiento sustentable. Esto claramente nos obliga a probar, a observar y a estudiar, casualmente en estos momentos estamos haciendo una formación sumamente interesante que dicta una escuela regenerativa chilena. Al curso lo dicta Emanuel Canales, un gran capacitador y educador que nos ayuda a ir acomodando nuestro colmenar a estas prácticas que implican tener una conciencia más plena sobre la importancia de las abejas, ya que son quiénes mejores muestran el estado de los ecosistemas. La polinización es garante de la vida, y son las abejas más allá de que existan otros insectos polinizadores, las que garanticen que el ciclo de la vida continue.”

Las abejas en el epicentro de una problemática que tiene en vilo a la naturaleza toda, y eso claramente nos incluye como especie. “Si uno se pone a indagar rápidamente, encuentra que el conflicto que se está desatando y que se vive en el campo, en la naturaleza, es producto de la falta de espacios disponibles para la vida de las abejas. El avance de los monocultivos y claramente de los modos de producción, situación que desembocó en que el 35% de la población de abejas a nivel mundial haya desaparecido. Si bien las abejas no se encuentran en riesgo de extinción, lo que está en riesgo es la naturaleza en su conjunto debido a la cantidad de interrelaciones que las abejas realizan con el ecosistema”.

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Un modelo envenenador que sigue imponiendo su mezquina y apocalíptica agenda, mientras que el país se desangra mirando como los dueños de todo, carecen de límite alguno a la hora de saciar sus ansias de concentración y privilegios. “Estos modelos que se están imponiendo de siembra directa, que llenan la tierra, el aire y el agua de venenos, no pueden traer otra cosa que desgracia a las abejas, pero no solo a ellas, sino a todos y todas las que asistimos a esta crisis civilizatoria. Un concepto relativamente novedoso y que significa que, por primera vez en la humanidad, es la propia humanidad la que está realizando acciones que van en detrimento y ponen en riesgo al planeta en su totalidad, a la naturaleza en conjunto, y allí también nos encontramos <nosotres>. No es que debemos cuidar a la naturaleza, somos naturaleza”.

Meterse con las abejas es meterse con todo esto, si uno comienza a pensar a la colmena como un organismo vivo, esos seres como espejos del entorno, debemos comenzar a mirar ese entorno y cuidarlo. “En ese sentido varios apicultores y apicultoras tenemos que asumir el modo en el que hemos llevado adelante nuestros trabajos. Yo fui formada unos 18 años atrás por el INTA como apicultora, pero en otro modelo, acompañando estas lógicas de producir mucho. Esos modos irrespetuosos de los ciclos vitales de la naturaleza en sí, tenía sus consecuencias drásticas, ya que enferman, debilitan, con el tiempo van generando colmenas menos sanas, por ende, menos productivas. Desde la posición en donde nos encontramos ahora, y habiendo dado con esta gente maravillosa de la escuela de apicultura regenerativa, es que estamos acomodando nuestro apiario para incluir estas prácticas. Tenemos que pensar que no se trata solo de atender a las abejas, sino atender al conjunto de las interrelaciones y velar por la sanidad de todo lo que nos rodea”, concluyó Viviana Augsburger.