Por Gisela Gentile

Hace poco más de 15 años leí el informe de un Papanicolaou, uno de los primeros que me realizaba, por desgracia para mí, indicaba repetirlo por haber encontrado no recuerdo qué cosa. Inmediatamente recurrí a Google, con el nombre desconocido que apareció en el estudio, al colocar “Enter”, todo lo ligado al cáncer de útero ganó terreno. Cabe destacar que acto seguido, apagué la computadora con la certeza de que eso no estaba lejos de mi diagnóstico.

¿Cómo siguió la historia? Concurrí a la ginecóloga, me repetí el estudio y todo se encontraba perfecto. Fue allí donde sabiamente y de manera temprana, hace casi dos décadas atrás, mi ginecóloga me dijo ‘no busques los nombres técnicos de un estudio en internet, no te va a ayudar y sólo te va a confundir o asustar’.

Luego de esa experiencia, logré concentrarme y controlar el impulso de querer saber un poco más sobre estudios o dolencias antes de concurrir al médico. Pero esta pandemia, situación inesperada para todos, nos ha llevado a experimentar diariamente un bombardeo constante de información, que particularmente está asociada a la posibilidad de enfermar o peor aún, a la de la muerte. Sin dudas que esto cambió de manera drástica la vida de todas las personas, y lo que está ligado a las enfermedades, aún más.

Recurrir a Internet para autodiagnosticarse enfermedades puede hacer entrar a las personas en un espiral de búsqueda compulsiva de síntomas a través de la web. Según el III Estudio de Salud y Estilo de Vida realizado por una de las mayores aseguradoras del mundo, Aegon, establece que el 73% de las personas que se automedican buscan enfermedades en Internet y, entre ellas, un 30% otorga credibilidad a las búsquedas realizadas.

Nos llevará años entender y ser conscientes de todas las consecuencias que tendrá en nuestra vida la pandemia por Covid-19. Un estudio llevado a cabo por el Center for Data Driven Health, en el Qualcomm Institute de la Universidad de California, en colaboración con la Universidad Johns Hopkins, el Barnard College y el Instituto de Modelado de Enfermedades, ha arrojado una cifra alarmante con respecto al uso de las tecnologías. El análisis del número de búsquedas en Internet, relativas a los ataques de pánico, entre los meses de enero del año 2004 y mayo de 2020 en Estados Unidos, demuestra un aumento del 17% durante el período que abarca del 16 de marzo al 14 de abril de 2020.

Es decir que, “durante los primeros 58 días de la pandemia se estima que hubo un total de 3,4 millones de búsquedas relacionadas con ansiedad aguda o severa en Estados Unidos, las más altas en más de 16 años”, aseguró Benjamin Althouse, científico principal del estudio publicado en la revista científica Jama Internal Medicine.

Para saber de qué hablamos cuando decimos Cibercondría, Conclusión entrevistó al psicólogo Federico Lande, especialista en Ciberpsicología. “Si bien el contexto pandémico influye, habría que remontarse a un tiempo atrás. La cibercondría responde más a dos dinámicas, una que tiene que ver con el clásico problema de la hipocondría, que es la certeza de que el que experimenta un síntoma, tiene una enfermedad”, dijo.

La hipocondría está dentro de los trastornos psico-somatomorfos. Para referenciarlos de una manera más sencilla podríamos denominarlos como trastornos psico-somáticos. “En los mismos está la firme creencia que un síntoma refiere a una patología, y en general el que lo experimenta la refiere como una patología de gravedad. Lo que hace que esto sea un trastorno, es que los datos objetivos no indican que el paciente tenga una enfermedad como creía, sino que es una manifestación de un síntoma leve o al mismo tiempo, alguna manifestación de alguna ansiedad o miedo”.

Una palabra que es relativamente nueva pero que indefectiblemente empezaremos a escucharla cada vez más. “Podríamos describirla como la influencia que tiene la tecnología en esa búsqueda de información. A diferencia del hipocondríaco que, antes de internet, la consulta la hacía directamente con el médico, lo llamaba mil veces, o hacía muchas interconsultas. En la actualidad, el acceso a la tecnología y sobre todo a internet hace que el paciente que tenía síntomas hipocondríacos, ahora tiene como la «gran enciclopedia» a todos los problemas y busca en internet toda la información”, sentenció.

La pandemia, el exceso de información, la falta de socialización y la lamentable pérdida de muchos seres queridos están dejando secuelas, de las cuales quizás aún no somos tan conscientes. “No solo tenés que ser hipocondríaco para buscar información en internet. Sino que el contexto de la pandemia y el exceso de información sobre los riesgos que puede tener la Covid, y toda una serie de explicaciones clínicas sobre la misma, hacen que por instinto de supervivencia, miedos naturales que podemos tener a la enfermedad, o porque no quiere que otro la sufra, se disparan toda una serie de creencias en relación a las sensaciones físicas o los síntomas”.

No siempre el saber más nos proporciona alivio, muchas veces puede ser exactamente todo lo contrario. “Tengo un síntoma, busco la información en internet y debería relajarme dicha información que encuentro. Pero los datos muestran que es todo lo contrario, buscar información en internet sobre lo que uno siente, aumenta los niveles de dos emociones básicas que tienen que ver el miedo y la ansiedad”.

Tal esa así, que la cibercondría o hipocondría digital, lleva a las personas a asociar molestias o síntomas leves que no deberían revestir gravedad, como puede ser un dolor de cabeza o un mareo, con algo grave. “El dolor de cabeza como si fuera un tumor cerebral, todo lo que se busca en internet provoca aún más ansiedad y temor. Esa es la paradoja, se busca información para supuestamente tranquilizarse, pero eso no sucede. Es tanta la información que hay en internet, que hace que no tengamos un chequeo de si esa información es válida, si tiene que ver con nosotros, con nuestros antecedentes, si los síntomas están bien explicados, etc.  Entonces en definitiva la posibilidad de calmarnos no ocurre y esa búsqueda en la red solo incrementa la preocupación”.

Existe un área nueva que trabaja en torno a este trastorno que seguramente se irá ampliando ya que el contexto en el cual vivimos impulsa a esto. “Podríamos decir que esto es relativamente nuevo, pero existe un área desde hace unos cincuenta años que vincula la psicología con el impacto de las tecnologías en el mundo psicológico de las personas. A esa disciplina que estudia esa interacción entre la tecnología y los seres humanos, se la denomina ciberspsicología. Particularmente soy uno de los primeros en la ciudad que la realizó, y la intención es poder traer esta formación tan necesaria a Rosario”.

Para finalizar, Lande aportó una interesante y profunda reflexión a tener en cuenta en estos tiempos que corren. “No hay que perder de vista la consulta con los especialistas, está bien si las personas quieren buscar información, pero debe ser complementaria a la visita al médico o personal de salud indicado”.