Por Alejandra Ojeda Garnero y Florencia Vizzi. Enviadas especiales a Rufino.

Todos en Rufino saben del gran corazón de Chiara, todos la describen como una nena normal, como cualquier otra de su edad. Ella salía con sus amigas, iba a la escuela, practicaba hockey y, además participaba activamente de las actividades solidarias que organizaba la escuela a partir de un ideario relacionado con la iglesia católica.

Chiara era una nena feliz, amable, tenía muchos amigos. Era muy respetuosa y sobre todo solidaria. Siempre tenía una sonrisa en su rostro y era muy activa.

Su mamá la recuerda con sus cachetes rosados y su sonrisa imborrable. Siempre haciendo proyectos para el futuro. Siempre queriendo hacer más.

Tres días antes de su desaparición había cumplido 14 años y ya pensaba en sus 15, en la fiesta, el vestido y todos los preparativos.

Se caracterizaba por su solidaridad con todas las personas vulnerables. Participaba en un proyecto con sus profesores de hokcey para realizar actividades y darles contención a personas con capacidades diferentes.

También pensaba estudiar lenguaje de señas porque tenía una compañera con hipoacusia y no quería que se sintiera aislada, también proyectaba enseñarle a sus compañeros para que pudieran estar todos comunicados.

Todos en Rufino coinciden en que era una nena que siempre estaba de buen humor, en su carácter alegre y siempre dispuesta a ayudar.

La vida de Chiara se desarrollaba entre su casa, la escuela Nuestra Señora de la Misericordia, la parroquia Santísima Trinidad  y el Club Social Rufino donde integraba el equipo de hockey Los Pampas en la categoría sub 14, además de su grupo de amigas.

Todos sus ámbitos están a no más de diez cuadras de su casa. ¿quién podría imaginar que podía pasar lo que pasó? En una ciudad de no más de veinte mil habitantes donde la mayoría se conoce.

Su familia es numerosa, en total son seis hermanos, dos hermanas mayores del primer matrimonio del padre, una hermana mayor del segundo matrimonio de Fabio con Verónica y dos hermanos menores de un tercer matrimonio de Páez.

Vivía junto a su madre y hermana en una casa sencilla en el centro de la ciudad. Allí compartieron con su novio muchos encuentros en los que Verónica nunca pudo advertir ningún comportamiento violento por parte del novio, que le llamara la atención.

Chiara creció dentro de la escuela de la Misericordia, ingresó al nivel inicial cuando tenía tres años. Luego cursó los siete años de la escuela primaria para después ingresar al nivel secundario del mismo establecimiento. Su curso estaba integrado por 43 alumnos, incluyéndola a ella. De sus catorce años, once transcurrieron en la Misericordia, todos los docentes y directivos la conocían y jamás hubiesen imaginado que su vida se apagaría a una edad tan temprana y de una forma tan aberrante.

Chocolatada  y bollitos

Todos los 10 de mayo y durante 85 años la comunidad católica de Rufino celebra el día de la Virgen de la Misericordia. “El mismo día que Chiara se fue”, expresó la directora de la escuela Alejandra González.

Este año, como todos los anteriores, Chiara participó de esa celebración junto a sus compañeros de la escuela y docentes donde se realiza una misa y luego se comparte chocolatada con bollitos, que ellos mismos preparan.

Es un ritual que nadie en la comunidad educativa quiere perderse.  En ese acontecimiento, todos los niveles de la escuela se mezclan y comparten la fiesta. Chiara participaba todos los años, sirviendo la chocolatada y los bollitos a los más pequeños. Este fue el último año en el que participó, porque la celebración se realizó el viernes anterior a su desaparición.

Luego se hacen rondas, donde todos se sientan en canastita y realizan distintas actividades relacionadas con la iglesia y el festejo del día de la virgen.

El viernes anterior a su desaparición, la directora del nivel secundario, Alejandra González, grabó en su memoria la última sonrisa de Chiara cuando estaba participando de esa actividad.

“Estaba sentada en la ronda y yo la miré y le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, con esos cachetes rosados y regordetes. Es la última imagen que tengo de la niña” expresó muy consternada Alejandra.

Pero no es la única imagen que guardará en su memoria, porque la directora acompañó a la familia a reconocer a Chiara luego de haber sido encontrada enterrada en el patio de la casa de su novio.

“No me puedo sacar la imagen de la cara totalmente destruida” dijo con lágrimas en los ojos.

“Todos en la escuela quedaron muy consternados, fue muy difícil retomar las clases”, se lamentó González.

“Sus compañeros están muy conmocionados, no es fácil, tuvimos que hablar del tema para que ellos se desahogaran. Fue mucho dolor para los chicos”, señaló Alejandra.

Aunque en la institución aún no habían sido informados sobre el embarazo que cursaba la adolescente, supieron después que la nena había decidido continuar con la gestación. Por eso “nos sentimos orgullosos, y decimos: Bienaventurada Chiara que elegiste la vida”.

“Era una chica simpática, no se veía que tuviese problemas con nadie. Era respetuosa, cariñosa, buena compañera, nunca le hemos llamado la atención por nada”, finalizó la directora.

La Parroquia es otro de los lugares donde Chiara desarrollaba sus actividades. Su mamá Verónica, participaba activamente de las acciones de la iglesia Santísima Trinidad y la nena la acompañaba. “Siempre fue muy servicial”, comentó una vecina que la conocía desde que nació.

En el barrio todos la conocían, “era una nena alegre, respetuosa, educada”, todos coinciden en esa descripción.

Otro lugar que frecuentaba era el Campo de Deportes del Club Social Rufino, allí practicaba hockey desde el 2010, donde integraba el equipo Los Pampas, en la categoría sub14. La mamá siempre apoyaba las actividades sociales del club y además la acompañaba a todos los partidos.

“La mamá siempre estaba presente”, manifiestan desde el club y “Chiara era una nena muy buena, alegre y muy solidaria” comentaron algunas autoridades que compartieron algunos momentos con ella.

La vida de Chiara se apagó a una edad muy temprana junto a la de su bebé, los lugares que frecuentaba tienen un vacío irreemplazable, pero no hay dudas que dejó huellas y marcas imborrables en todas las personas que la conocieron.