La explosión de la tristemente célebre central nuclear está considerada como el accidente más grave en su tipo y constituye uno de los peores desastres medioambientales de la historia. Al momento de la explosión el sábado 26 de abril de 1986 y durante las horas siguientes murieron unas 200 personas a causa del siniestro, pero las víctimas se siguen contando de a cientos de miles debido a la radiación que continuó en el lugar. Tres décadas después, se estima que medio millar de personas en total murieron desde entonces por trastornos genéticos y enfermedades como consecuencia de la radiación.

Aquella noche, luego de que el núcleo de uno de sus reactores nucleares se sobrecalentara a raíz de una gran falla en unas pruebas que hacían sus operarios, fue expulsada una enorme cantidad de dióxido de uranio, entre otros elementos. Esto provocó que cientos de miles de víctimas se vieran afectadas y otros millones sigan teniendo efectos colaterales por la radiación que sigue latente. Los habitantes de las ciudades linderas fueron evacuados para siempre y sus pueblos demolidos y enterrados a seis metros bajo tierra por la gran radiación que había en sus estructuras.

En la época, la central nuclear que se encontraba a 120 kilómetros de la capital ucraniana, era una de las más grandes del mundo. Su objetivo principal era la colaboración con un programa militar para el ejército soviético. Pero debido a una serie de fallas, el material nuclear se filtró y produjo una explosión en la planta.

Hay alrededor de 5 millones de personas viviendo en las zonas contaminadas actualmente

La investigación de la catástrofe fue concluida con la afirmación que el personal no siguió las normas de seguridad. Los territorios más afectados fueron Ucrania y Bielorrusia, los cuales decidieron evacuar parte de sus países de forma permanente debido a contaminación del medio ambiente.

Durante todo el día después del accidente, los funcionarios del Estado no advirtieron a los 50 mil habitantes acerca de la amenaza de la contaminación radiactiva. Así que para el momento en que fueron evacuados, todos ya habían sido expuestos a grandes cantidades de radiación. El desastre de Chernobiy afectó a las vidas de unas 500.000 personas. Entre ellas, unas 200 mil personas que fueron evacuadas después de los territorios contaminados de Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Sin embargo, en la actualidad alrededor de 5 millones se encuentran viviendo en las zonas contaminadas.

Un estudio concluye que ya se habrían producido 200.000 víctimas mortales por culpa de Chernobyl. Según el informe, en los últimos 15 años se habrían producido 60.000 muertes en Rusia atribuibles al accidente y se estima que el total de las pérdidas de vidas para Ucrania y Bielorrusia podría alcanzar otras 140.000. Además, en un informe del Centro Independiente de Evaluación Medio Ambiental de la Academia Rusa de la Ciencia, basado en datos estadísticos del Centro Nacional de Estadística sobre el Cáncer de Bielorrusia y Ucrania, prevé que se producirán próximamente otros 270.000 cánceres, de los cuales 93.000 podrían ser mortales, causados por Chernobyl en todo el mundo.

Aparte del impacto directo de la radiación, la salud de la población bielorrusa, ucraniana y rusa se ha visto seriamente afectada por una serie de daños socio-económicos causados por la pérdida de las áreas agrícolas, los realojamientos forzados de unas 350.000 personas, crisis económica y la falta de una adecuada información a los afectados, además de un retraso político en la protección de la víctimas.

Uno de los mayores problemas recaía en la posibilidad de que la sustancia radiactiva se mezclara con el agua, lo que penetraría en el subsuelo y se contaminaría el suministro de agua potable de toda Ucrania. Pero había un peligro aún mayor, también podrían explotar el resto de los reactores nucleares. En caso de suceder esto, se proyectarían la radiación afectaría a toda Europa dejando casi el total del continente inhabitable.

Por eso, el gobierno ordenó a aproximadamente 700 mil hombres intentar controlar la situación. Rescatistas civiles y militares, bajo la coordinación de destacados científicos trabajaron al poco tiempo de la tragedia entre la radiación. La mayoría al poco tiempo murió. Los rescatistas tenían la misión de investigar los niveles de contaminación, limpiar desechos radiactivos, construir túneles, limpiar el perímetro, y hacer un sarcófago de hormigón para retener la radiación.

Por otra parte, en Chernobyl existían unas piscinas ubicadas por debajo del núcleo del reactor, cuya función era enfriar el reactor en los casos de que este sufra recalentamiento. Al dejar de funcionar, los efectos mortales serían incalculables. Por lo que se construyeron túneles por debajo del reactor para normalizar la función del agua. Este trabajo comenzó con dos ingenieros y un empleado de la planta que dieron su vida en esta acción, como cientos de miles de rescatistas.

Por el fin de la energía nuclear

Diferentes organizaciones, como Greenpeace sostienen la peligrosidad de la permanencia de las centrales nucleares y plantean otras formas menos peligrosas y nociva de producir energía. Juan López de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace España comentó al respecto: «El mundo científico ha demostrado que el Organismo internacional de Energía Atómica (Oiea) ha tratado de subestimar los impactos sobre la salud humana causados por la catástrofe de Chernobyl. Greenpeace considera lamentable que el afán del Oiea por beneficiar a la industria nuclear se haga a costa del sufrimiento de millones de personas afectadas por la radiactividad de Chernobyl».

Greenpeace sostiene que «la energía nuclear está muy lejos de ser una alternativa limpia y sostenible, ya que los residuos nucleares son altamente contaminantes y dejan su huella durante cientos de años antes de degradarse. Y en caso de accidente, como el de Chernobyl, destrozan por completo la salud, la habitabilidad y el ecosistema de áreas que sobrepasan con creces las localidades donde suceden. Accidentes así pueden volver a producirse y el coste social, ambiental y económico lo sufragan los ciudadanos y no la industria nuclear».