Todas las semanas se emite por el canal de Youtube de Conclusión un ciclo que buscará acercar la realidad, para poder interpelarla profundamente. Es por ello que Catalejo, a lo largo de treinta minutos, abordará diversos temas ligados a la actualidad, cultura, salud, política, opinión e investigación, tratando de amplificar en todos los casos, un imprescindible debate.

La imperiosa necesidad de continuar visibilizando la realidad que abruma la existencia de nuestros pueblos indígenas, continua con su curso inamovible. El reclamo es histórico y harto conocido: mejoras habitacionales, agua potable, acceso al trabajo genuino y la no criminalización de su lucha.

 

“Cuando nosotros hablamos de una reivindicación social, cultural, política y democrática de los pueblos, lo hacemos en un sentido de alma y vida porque conocemos las realidades de estos. Somos la indianidad de esta ciudad aglomerada y queremos que se visibilice, y que los vecinos rosarinos entiendan que somos una realidad dentro de la ciudad”, indicó Báez.

Un llamado insistente, un grito que proviene desde las entrañas mismas de una tierra que sigue postergando los derechos de aquellos que no se resignan. Existe un vacío enorme en torno a la inclusión de políticas públicas hacia el interior de las comunidades, por ello, aquellos que no se resignan a permanecer en silencio mientras los atropello se multiplican siguen sacando la voz.

En la ciudad somos mas de 200.000 hermanos y hermanos de 36 comunidades, en lo particular y haciendo hincapié en nuestra comunidad, somos 20.000, una ciudad aparte. Les decimos a los distintos gobiernos que nosotros hemos sido desplazados por la miseria, el desmonte y un modelo productivo a base de venenos. En nuestra comunidad están naciendo chicos con deformaciones, con enfermedades como la diabetes que en nuestros pueblos no se conocía, hoy tenemos chicos recién nacidos con esta peligrosa enfermedad”.

El Estado mantiene una añeja deuda para con los pueblos que fueron corridos hacia los márgenes de la historia «blanca», esa hegemonía que hizo de la desmemoria un culto al que muchos, por ignorancia o conveniencia, le siguen rindiendo pleitesía.