Todas las semanas se emite por Conclusión un ciclo que buscará acercar la realidad, para poder intepelarla profundamente. Es por ello que Catalejo a lo largo de treinta minutos, abordará diversos temas ligados a la actualidad, cultura, salud, política, opinión e investigación, tratando de amplificar en todos los casos, un imprescindible debate.

Insostenible, esa es la palabra justa para graficar la cotidianeidad avasallada por los malos olores y ruidos molestos provenientes de dos industrias que han acorralado la vida en el lugar. Una constante que se ve reflejada en los distintos reclamos de las personas conscientes que moran en un lugar que vio relegada su belleza natural, producto de las distintas pestilencias de las cuales sigue siendo víctima.

 

Bajo un contexto donde la brutal diferencia en la correlación de fuerzas es por demás de explícita, ni siquiera la Constitución Nacional cuenta con la facultad de imponerse, si bien el artículo 41 es sumamente claro cuando expresa que “todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”.

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Los habitantes de Gualeguay insisten en que se considere a su tierra como la capital de los malos olores, si bien a muchos puede llamarles la atención, sobran fundamentos para afirmar que respirar sin descomponerse en esa bella ciudad entrerriana, resulta todo un desafío. “Existe mucho miedo, y es entendible, estas dos empresas, pero principalmente Soychú, emplea a muchas personas y el temor a perder el sustento laboral se impone por sobre la necesidad de un ambiente sano. Es muy perverso, pero muchos prefieren hipotecar su salud que tener que padecer la pérdida de su fuente laboral”, sostuvo Ramón Velázquez, docente e integrante del Foro Ambiental de Gualeguay.

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A muchos niños se les cierre el pecho cuando el nauseabundo olor gana sus pulmones, otros vecinos han denunciado que un polvillo que proviene del frigorífico en momentos de mucha producción, les produce hinchazón tanto en los ojos como en los labios. Un verdadero calvario, un desafío constante que encuentra siempre al poderoso, jugando las cartas altas de una baraja que parece entender solo de privilegios e inmunidad.