Resulta algo tan incómodo como exasperante, el camino de recabar testimonios de aquellos vecinos afectados por las fumigaciones ilegales a sabiendas que su voz es acallada por una multiplicidad de factores. Lo explícito de su padecer, choca contra una pared en la cual se funden los intereses más miserables.

Los agronegocios y sus tentáculos, esterilizan la lucha de aquellos que contemplan de manera impertérrita, como su grito se transforma en un solitario gemido. Interpelar al modelo productivo ha dejado de ser algo marginal para ramificarse de manera sostenida. El sembradío de conciencia necesita cosechar sus frutos rápidamente, ya que la salud no puede esperar y la dignidad jamás se pondrá de rodillas.

En barrio La Loma, en la zona norte de Cañada de Gómez, vive Norma Cabrera. Esta vecina convive con el karma de estar separada solo por una calle del campo lindero, escasos 14 metros la alejan del veneno que llega como un emisario de la muerte.

>Te puede interesar: Marcelino Escalada, otra localidad santafesina que busca liberarse de la contaminación agrotóxica

“Vengo denunciando esto sin respuesta alguna hace mucho tiempo, solo un cruce de calle me separa de las fumigaciones del campo de Jesús Mosca”, le dijo a Conclusión la damnificada.

Años denunciando para sólo recibir un silencio cómplice, “desde el 2015 lo vengo haciendo de manera sistemática, pero nadie me brinda una respuesta, peleo en soledad para que mi salud deje de deteriorarse”, relató.

Norma cursa un trastorno respiratorio producto de lo irrespirable que se torna el aire, sumado a una fuerte alergia por la cual su cuerpo le pasó una factura muy grande. Basta con observar el mensaje que le ha brindado su organismo, para emparentar este caso con el de Diógenes Chapelet.

“Mi cuerpo está hablando, mi salud se va deteriorando. Once meses atrás me operaron de una de las rodillas, todo venía bien hasta que en febrero fumigó el señor Mosca, desde allí los dolores se hicieron insoportables terminando todo en una nueva operación”, enfatizó.

Las denuncias que fue realizando Norma Cabrera fueron entregadas a la presidenta del Concejo Municipal Carina Mozzoni, “me dijo que se iban a comunicar conmigo en unos días, pasaron meses y no he recibido respuesta alguna, sostienen que ellos no tienen nada que ver. Esto no es todo, en fiscalía se negaban a tomarme la última denuncia de no ser por el sumariante que accedió al pedido”.

Esta vecina cañadense es abrazada por la soledad y los oídos sordos, un derrotero que la encuentra con su salud deteriorada de una manera alarmante. “Mi genitalidad ha comenzado a brindar signos preocupantes, sangrados continuos y dolores insostenibles. Es un cúmulo de afecciones que comenzaron en el momento preciso que las fumigaciones se adueñaron de mi salud y de mi vida”, concluyó.

A la huerta orgánica quemada por los agrotóxicos, habría que sumarle la muerte y enfermedad de muchos de los animales propiedad de Norma. Una situación desesperante, un modelo de producción que empuja a una incesante migración interna.