Como cada 20 de julio, Argentina celebra el Día del Amigo. Si bien esta conmemoración surge a raíz de la llegada del hombre a la Luna -un hecho que fue considerado determinante para demostrar la amistad de los humanos- el carácter social de las personas, es decir, lo que las impulsa a interactuar y a entrelazar sus vidas con otras bajo el vínculo de la amistad, es un rasgo milenario que supo adaptarse y sobrevivir a todas las épocas.

En tiempos mediados por lo virtual, donde detrás de las pantallas predomina la figura del individuo solitario, la amistad como un vínculo con el otro que permite un intercambio y una apertura se torna imprescindible para la sobrevivencia humana. Sin embargo, estas relaciones son permeables y saben ajustarse a los tiempos que corren.

Tal vez las charlas de café pasaron a combinarse con los audios por redes sociales; las anécdotas se recuerdan en sobremesas pero también en grupos de WhatsApp; y una videollamada puede ser un espacio tan válido para contar emociones como un encuentro cara a cara. Lo cierto es que para los seres humanos ese amigo o amiga -ya sea virtual o presencial- se vuelve necesario para desplegar un lado social y sentirse parte de una relación.

La psicóloga Karina Abella dialogó con Conclusión para explicar algunos detalles del vínculo amistoso y sostuvo: “La persona que es amiga ocupa espacio en nuestras vidas. Cuando alguien deja de ser conocido y pasa a ser nuestro amigo, comenzamos a tener mayor reciprocidad e intercambio, empezamos a compartir, confiar y abrir al otro nuestra propia intimidad”.

Y agregó: “Un amigo nos habita. Si vamos al supermercado y vemos un licor que le gusta, lo recordamos y se nos vienen a la memoria momentos que compartimos con esa persona”.

Si bien la amistad a través de las pantallas no deja de ser una adaptación de este tiempo pandémico y virtualizado, el mundo de las redes sociales –caracterizado por la velocidad y la inmediatez- puede desdibujar los vínculos que ocupan espacio en la vida de las personas.

No obstante, y ante el fuerte rol que estas redes adquirieron en los tiempos que corren, la psicóloga destacó la necesidad de construir “nuevos códigos” para determinar cómo van a ser los vínculos de aquí en adelante.

Consultada sobre cómo influyó la pandemia y el aislamiento en las relaciones de amistad, Abella analizó: “Muchas personas comenzaron a revalorizar desde el anhelo y desde la carencia estos encuentros con amigos, que otras veces los minimizábamos o los obviábamos, como juntarnos a tomar mate en el río, ir juntos a un café, vernos en la esquina o pasar por el trabajo. La pandemia a muchos los hizo valorar esos pequeños recreos existenciales con los que fueron construyendo, profundizando y optimizando vínculos”.

En contraposición, también hubo quienes se adaptaron a los formatos de encuentro que ofreció la virtualidad, aunque, a entender de la psicóloga, reunirse a través de las pantallas por breves períodos de tiempo y bajo rutinas algo automatizadas puede dar la falsa expectativa de construir un vínculo de amistad con los demás, un trabajo que en realidad requiere mayor tiempo e intimidad.

“En nuestra intimidad también están nuestras carcajadas más sonoras y nuestras lágrimas más profundas, pero lo íntimo es para pocos. Tampoco nosotros podemos acompañar, sostener y ser testigo de la intimidad de muchos otros, porque el día, la vida y el tiempo son limitados. Entones los amigos van a ser quienes van acceder a nuestra intimidad y con quienes construiremos una interacción a lo largo del tiempo. Un amigo no se hace de un día al otro”, detalló la profesional.

En relación a si en la amistad existe una cuota de conveniencia, Abella anunció: “Es ingenuo creer que lo incondicional está en los vínculos. En cualquier relación pretendemos o anhelamos que el otro no nos lastime. Quienes son nuestros amigos resuenan con nosotros en algo, hay una similitud en algún punto”.

Y completó: “De nuestro amigo esperamos que no nos defraude, que cuide la intimidad que le compartimos, que pueda cuidar de nuestros hijos si no estamos, que pueda auxiliarnos económicamente si lo necesitamos, que pueda acompañarnos en la enfermedad, y en algún punto necesitamos tener certeza de alguna de estas cosas para confirmar que el otro es alguien seguro en mi espacio. Un amigo es alguien a quien yo percibo como seguro, alguien que no me va a lastimar ni me va a hacer daño, y esto en algún punto también es una conveniencia”.

La profesional resaltó que la amistad es un rasgo propio de del ser humano por su carácter social y, al hacer una referencia histórica, indicó: “Si no tuviéramos la capacidad de buscar, merodear, mirar al otro, conectarnos y mantener vínculos, no hubiéramos sobrevivido. Si los primeros nómades no se hubieran agrupado para tener fuerza, para poder cazar y defenderse de otros, no hubiéramos podido sobrevivir como especie”.

En este sentido, Abella aseguró que a lo largo de su evolución el hombre desplegó características que potenciaron su ser social y que le permitieron detectar si el otro es una amenaza o si, por el contrario, es una figura de protección y seguridad, es decir, un amigo.