Por Alejandro Maidana

La historia de Estela Lemes es una de las tantas que emergen desde la ruralidad más profunda. Aquella que ha mutado de sobremanera, empujando atropellos sistemáticos a toda forma de vida que ose interpelarla. Un paradigma que se consolida desde los privilegios que otorga un modelo concentrador, envenenador, expulsivo y negador de derechos constitucionales, a los que pisotea impúdicamente.

La discusión sobre presencialidad sí o presencialidad no, bajo un contexto pandémico tan incómodo como asfixiante, sigue corriendo hacia los márgenes más oscuros de una historia escrita por poderosos, la espeluznante realidad de las escuelas rurales. Casonas que sobreviven a duras penas en medio de un desierto verde, moles de cemento que batallan estoicamente contra las aspersiones que desprecian la salud y el futuro de las y los jóvenes que las habitan.

La soledad como consejera, perturbadora sensación que empuja a una segura condena, los verdugos convertidos en borregos, los oprimidos transformados en monstruos, el sistema capitalista articulando todos sus tentáculos para revertir la carga de la prueba. Pese a esto, la valentía que ostentan todos aquellos que han decidido enfrentar al poder económico; se sigue haciendo carne en cada rinconcito fumigado, un grito que se expande, se fortalece y lejos está de claudicar en su justo reclamo.

Estela Lemes, un faro que sigue alumbrando el camino

Esta docente entrerriana lleva el nefasto estigma de los agrotóxicos en su cuerpo. Estuvo internada en diversas oportunidades debido al impacto en su salud que originaron los venenos del agro, quienes ganaron terreno ocupando espacio en su torrente sanguíneo. Directora de la Escuela Nº66 “Bartolito Mitre”, de Costa Uruguay Sur (Departamento de Gualeguaychú, Entre Ríos), hace años el actual modelo productivo la obligó a cargar en su cuerpo de manera involuntaria los químicos que éste utiliza.

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La decisión de sostener una demanda legal no sería nada fácil para una docente rural con una economía de vuelo rasante. Sin embargo, lejos de amilanarse, decidió ir hacia adelante pese a que, de la mayoría de los facultativos médicos, al igual que el perito, solo recibiera la espalda. A Estela la impulsa la dignidad que emerge en cuenta gotas, en lugares en donde la batalla cultural parece haber retrocedido varios casilleros, debido a las enormes presiones que parten de quienes manejan a su antojo los destinos de los pueblos fumigados.

El primer fallo fue tan desalentador como previsible, ya que, de haber sido favorable, la justicia habría aceptado que la exposición a los agroquímicos enferma y puede originar la muerte. Pero Estela Lemes apelaría y su enorme perseverancia traería consigo una recompensa, que podría servir como ariete para derribar una biblioteca basada en el negacionismo y la protección de los negocios por sobre la vida.

En diálogo con Conclusión, hizo referencia al importante fallo judicial que condenó al Instituto Autárquico Provincial del Seguro de Entre Ríos (Iasper), a cubrir el tratamiento de salud por los problemas que le causaron las fumigaciones con agrotóxicos. “En esta oportunidad quería contarles que la justicia, fue justa. Luego de un fallo adverso en primera instancia y de dar curso a mi apelación el tribunal de Gualeguaychú que llevaba adelante mi reclamo contra la ART, decretó que ésta deberá hacerse cargo de mi tratamiento, tan necesario para mejorar mi calidad de vida afectada por mi exposición a los agroquímicos”.

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Esto no significa la victoria, sino el justo reconocimiento a una lucha por el cuidado de la salud y el ambiente.

Docentes, no centinelas, educadores, no empleados del agronegocio. El lugar que debe ocupar en la comunidad educativa nunca estuvo en discusión, por ello Estela no se resignó a continuar luchando por sus derechos. “Cabe destacar que esto sucedió en mi lugar de trabajo, en la escuela. Esto no significa la victoria, sino el justo reconocimiento a una lucha por el cuidado de la salud y el ambiente, en la que deberíamos estar todas y todos involucrados. Fueron muchos años de batallas, desde aquel 2012 en que fui fumigada en la escuela, hasta hoy, nunca dejé de luchar. En el 2014 descubro mi enfermedad, y desde allí tuve que transitar un camino espinoso que tenía como objetivo que la ART reconozca los costos del tratamiento”.

Un fallo judicial histórico, un precedente que reconoce que la exposición a los agrotóxicos daña ostensiblemente la salud de quiénes deben padecerlo involuntariamente. “La negativa se suscita en que ellos no consideran que la mía sea una enfermedad laboral, sosteniendo que no se encuentra dentro de las cartillas de las enfermedades laborales. Es por ello que se inicia una disputa muy compleja, yo sabía que, si ellos me daban la razón, estaban aseverándole al mundo que los agrotóxicos afectan la salud de las personas, además de dañar considerablemente el ambiente. Lejos estuvo y está de ser este un camino cómodo, ya que debimos pasar por muchos peritajes, algunos accedieron correctamente a verme y analizarme personalmente, mientras que otros tomaron una decisión sin hacerlo. Gracias al fallo favorable de este tribunal, luego de mi apelación, pudimos lograr que mi aseguradora de trabajo se haga cargo del tratamiento que me corresponde. Nunca perseguí una jubilación por discapacidad, no quería una incapacidad de ningún tipo, ya que estoy en condiciones de jubilarme y no quiero hacerlo, deseo seguir trabajando”, indicó la docente.

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Tengo un síndrome químico múltiple producto de haber sido fumigada.

Un sinfín de sensaciones atraviesan la humanidad de Estela Lemes, un recorrido que la ha nutrido de amistades fundamentales a la hora de abonar la resistencia. “Tengo un síndrome químico múltiple producto de haber sido fumigada, de haber estado expuesta a las aspersiones con agrotóxicos, y ahora hay que tratar esta enfermedad. Tengo una incapacidad del 13% que obviamente no me impide continuar trabajando. Estos últimos días han sido de sentimientos encontrados, ya que por un lado estoy contenta con el fallo, trayendo a la memoria todo lo que hemos tenido que pasar y los muchos que han quedado en el camino. Cuantas colegas y niños han sido fumigados sin tener la posibilidad de contarlo, de poder luchar por ello, entonces a este fallo, a esta victoria parcial, la quiero compartir con Fabián Tomasi y Anita Zabaloy, dos personas que conocí en esta lucha, y que dejaron su vida en este estoico camino”, concluyó.