Por Florencia Vizzi

El abuso sexual infantil es un tema que, sobre todo en los últimos tiempos, ha cobrado un inusitado y doloroso protagonismo en las crónicas cotidianas. Durante el último año se han conocido cifras turbadoras que reflejan una problemática que no discrimina géneros o estamentos sociales. Una de cada cinco niñas son abusadas, en tanto ocurre lo mismo con uno de cada trece varones. En el 75% de los casos, quien ejerce el abuso es un familiar o alguien muy cercano al entorno del niño, en un 40% de las situaciones, el abusador es el padre y en el 81% de las ocasiones el abuso ocurre en el hogar de las víctimas, en la casa de un familiar o en la vivienda del agresor. Esos son sólo algunos de los números que se desprenden dentro de un contexto en el cual la mayoría de los casos no son denunciados por múltiples razones, que van desde el encubrimiento liso y llano, hasta el desconocimiento y el pudor.

Detrás de las noticias, del regusto amargo que deja en la boca cuando algún canal de televisión da cuenta de casos aberrantes como el del Instituto Antonio Próvolo, el colegio mendocino para niños sordos en el que se abusaba sistemáticamente de decenas de menores, o de un buen ciudadano de avanzada edad que abusaba en su casa de los hijos de sus vecinos, cuando éstos iban a almorzar y a ayudarlo con los mandados, se esconden cientos de temores, involuntarias complicidades y silencios.

Entonces surgen las preguntas: ¿cualquiera puede ser un abusador?, ¿hay un perfil definido?, ¿es posible detectar cuando uno niño está siendo abusado? ¿es posible prevenirlo?, ¿que se puede hacer para evitar secuelas que marquen a la víctima toda la vida?, ¿que pasa por la cabeza del abusador? ¿es posible que el agresor sexual se «recupere»?.

Ante esa multiplicidad de interrogantes, la psicóloga María Soledad Pedrana habla de un tema cuasi tabú, e intenta responder algunos de ellos. Qué es abuso, como abordarlo,  como llevar el tema a la luz, sanar, buscar estrategias, tanto dirigidas a las víctimas como a los perpetradores, evitar las revictimizaciones… «para todo ello es necesario empezar a hablar», enfatiza la profesional. Y agrega: «El abuso de por sí es un problema de silencios, eso es lo primero que el abusador exige a su víctima, es lo primero que la víctima que se atreve a contarlo pide también, silencio…»

Para poder combatir esos silencios lo fundamental, señala Pedrana, es la denuncia. «Hay algo que es puntual, que es fundamental, que es el discurso del niño, que antes no se tomaba en cuenta… Antes se subestimaba el discurso de las criaturas otorgándole la capacidad de fantasía de la infancia, la imaginación, el rechazo por los límites. Hoy, el discurso del niño es un indicador clave para tener en cuenta y para poder hacer algo a nivel judicial. El relato de la víctima es el principal indicador, que puede manifestarse a través de la verbalización, de un dibujo o de un comportamiento que puede ser retraimiento, angustia desmedida, rechazo por los entornos en donde fue abusado, enfermedades repetidas….». «Pero—recalca la psicóloga—la denuncia es la arista fundamental en cuanto a las consecuencias. Hemos visto en adultos que han sido abusados que cuando son oídos y acompañados, pueden acomodar lo ocurrido, a partir de hablarlo y repensarlo».

La entrevista profundiza en distintos enfoques y abordajes ante una problemática que quita el sueño a padres y familias enteras y que emerge además como un problema profundamente vinculado a los comportamientos de una sociedad que muchas veces calla y mira hacia otro lado. No se la pierdan.