Por Gisela Gentile

Elizabeth Farias vive en Rio Cuarto (Córdoba), es mamá de una niña que actualmente tiene cinco años y que tiempo atrás fue abusada sexualmente por su progenitor. A principios de 2021 realizó la denuncia, pero recién en febrero de este año se imputó al agresor por abuso sexual infantil con acceso carnal y según la figura penal, agravado por el vínculo y la convivencia preexistente, haciendo alusión a que la niña tenía confianza en él.

Un testimonio desgarrador y atroz, de una pequeña que recién se iniciaba en el lenguaje, por lo cual el mismo tuvo que ser analizado en profundidad y con detenimiento. “En mi caso particular realicé la denuncia en enero de 2021, después de que mi hija tuviera muchas dificultades para ir de cuerpo. Cuestión por la cual la lleve al pediatra que me derivó en una gastroenteróloga que en definitiva me dijo que eran múltiples las causales por la cual mi hija no pudiera hacer caca. Pero más allá de eso, mi hija continuaba con ese problema. Luego de mi separación, su agresor se la empezó a llevar, lo hacía en un ámbito donde estaban solos por ende nadie sabe lo que pasó allí más que mi hija y él mismo”.

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En un contexto donde no siempre son escuchadas las infancias y donde las pericias psicológicas carecen de perspectiva de género, Elizabeth manifestó: “Ninguna mujer en su sano juicio querría pasar por esta situación, tengo dos hijos de una pareja anterior y tienen un papá maravilloso. Pero mi hija fue abusada por su progenitor, por ello insisto en que las pericias deben estar enfocadas directamente en las víctimas, dejando de lado esa cuestión de ver qué es, cómo es y qué hace o deja de hacer la madre. Yo solo tengo un relato de mi hija, que en hora buena pude ser capaz de creer”.