El 24 de febrero de 1946 se celebraron las elecciones presidenciales que darían triunfo a Juan Domingo Perón, quien encabezó la fórmula del Partido Laborista. Este partido había sido creado poco después del 17 de octubre de 1945 por los sindicatos que apoyaban a Perón con la intención de lanzar su candidatura.

“Efectivamente llegaron las elecciones, y al principio de las elecciones en todo lo que era La Rioja o Catamarca, por ahí, perdimos nosotros… Entonces ya todos los de la Unión Democrática se largaron y dijeron que eran las elecciones más libres que se habían producido en el país porque creían que las ganaban, entonces ya se largaron en elogios de las elecciones. Pero cuando empezó a llegar Santa Fe, Rosario, empezaron a perder, Córdoba, ¡y bueno ya ahí claro perdieron las elecciones! Ya no podían decir que eran malas…”. Esta anécdota sobre las elecciones del 24 de febrero de 1946, contada por el General Perón desde su exilio en Puerta de Hierro, es sin dudas una radiografía de lo que había ocurrido en la Argentina durante la década anterior, caracterizada como “Infame” por la historiografía argentina: tras la caída de Hipólito Yrigoyen en septiembre de 1930, una serie de gobiernos militares y el denominado “fraude patriótico” de las elecciones de 1937 habían minado la credibilidad electoral, por lo que la desconfianza social ante los nuevos comicios era inevitable.

La contienda era clara: por un lado la fórmula Juan Domingo Perón – Hortensio Quijano en un Frente cuyos principales integrantes eran el Partido Laborista, la Unión Cívica Radical Junta Renovadora y el Partido Independiente. Por el otro, la fórmula de la Unión Democrática José Tamborini – Enrique Mosca (ambos de la UCR sector antipersonalista) no representaba la diversidad que integraba la fórmula a la que enfrentaría el ex Secretario de Trabajo y Previsión: el Partido Comunista, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista, y los conservadores del Partido Demócrata Nacional eran parte de esta alianza que, en conjunto con la Unión Cívica Radical, representaban el espanto ante la ascendente figura de Perón.

La campaña electoral tuvo la particularidad de otorgarle protagonismo al sistema ferroviario: mientras que El General y Evita realizaban buena parte de la campaña en un tren impulsado por la locomotora apodada “La Descamisada”, los candidatos de la Unión Democrática lo hacían en el denominado “Tren de la Libertad”.

Es para destacar también que el entonces candidato del laborismo también utilizó junto a Evita una embarcación llamada “París” (y luego rebautizada Justicia Social) con la que recorrieron el Litoral Argentino realizando actos en las ciudades de Goya, Paraná, Corrientes, Rosario y Resistencia, entre otras.

Tras casi dos meses de campaña, finalmente el 24 de febrero se realizan los comicios electorales. En un marco fuertemente controlado por el Ejército, la fórmula Perón-Quijano obtiene el 52,84% de los votos (1.487.866) contra el 42,87% que cosecha la Unión Democrática (1.207.080).

El Colegio Electoral (que rigió como sistema electoral en nuestro país hasta 1994) quedó configurado en 304 electores para la fórmula triunfante y 72 electores para la UD. Cabe destacar la alta participación electoral, con un 83,3% de votantes sobre el total de electores habilitados (3.405.173). El compromiso cívico de la ciudadanía en conjunto con la protección por parte de las fuerzas de seguridad logró una jornada de indiscutible transparencia electoral.

Esta sería la última elección presidencial en que las mujeres no podrían votar, restricción eliminada gracias a la firma de Perón y al fuerte impulso de Evita que permitirían a casi cuatro millones de mujeres sufragar en 1951.

De esta manera, los trabajadores accedían al Gobierno de manera democrática en lo que serían 10 años de justicia social, soberanía política e independencia económica. Era la justa recompensa por la gesta del 17 de Octubre, en la cual los trabajadores y las organizaciones sindicales fueron responsables absolutos de la liberación de Perón y su rápido regreso a la arena política tras las fallidas pretensiones por parte de los agentes locales y extranjeros de “borrarlo del mapa”.