El 4 de mayo de 1982 el destructor de la Royal Navy HSM Sheffield era atacado con misiles Exocet disparados desde aviones Super Etendard de la Armada y se convertía en la primera nave británica hundida desde la Segunda Guerra Mundial, en uno de los episodios más significativos del conflicto bélico que enfrentó a la Argentina con el Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas.

La misión planeada y ejecutada por el Grupo de Tareas 80 de la Aviación Naval fue como respuesta al hundimiento del ARA General Belgrano, en el que murieron 323 prácticamente la mitad de los caídos argentinos durante la contienda del Atlántico Sur, en una acción llevada a cabo por el submarino nuclear HSM Conqueror, y ejecutada por fuera de la zona de exclusión que Gran Bretaña había establecido en torno a Malvinas con anterioridad al inicio de las hostilidades con las fuerzas argentinas.

Cabe recordar que la decisión de hundir al Belgrano fue tomada por la primera ministra Margaret Thatcher e hizo naufragar las escazas posibilidades de llegar a una solución negociada al conflicto suscitado por Malvinas. El 3 de mayo, un día después del ataque al Belgrano, un grupo de helicópteros británicos que tenían su base en los destructores HMS Glasgow y HMS Coventry de la Royal Navy atacaron con misiles «Sea Skua» al aviso argentino ARA Alférez Sobral, el cual quedó dañado gravemente y con ocho muertos, incluido su comandante.

Luego, la Fuerza Área Argentina (FAA) había estado siguiendo los movimientos de la flota británica, y este detalle sería vital para que la aviación naval argentina pudiese realizar su ataque al Sheffield, cuando el martes 4 de mayo a las 7.50 el avión de exploración Neptune detectó al destructor inglés y dio aviso de su posición, lo que determinó que, en la base aeronaval de Río Grande, en Tierra del Fuego, comenzaran los aprestos para ir a la caza del destructor, dotado con capacidad de lanzar misiles teledirigidos.

A partir de allí, los aviones Super Etendard de fabricación francesa fueron cargados los misiles Exocet para cumplir la misión y a las 9.44 despegaron tripulados por el capitán de corbeta, Augusto Bedacarratz, y el teniente de navío, Armando Mayora.

«La misión era sumamente riesgosa, la Armada sólo tenía cinco misiles Exocet, ya que Francia había impuesto el embargo a raíz del conflicto bélico. Además, se desconocía la efectividad de este tipo de misil aire mar, para ser lanzados desde aviones de ataque. Hasta ese momento no se había hecho en ninguna parte del mundo. Fuimos los primeros en probarlos en Malvinas», relató el capitán Bedacarratz en una entrevista al diario El Mundo de España 35 años después de la guerra.

Además, los cazabombarderos navegaron a una altura considerable hasta reunirse con un avión Hércules, el KC-130H a las 10.04. Los aviones efectuaron reabastecimiento en vuelo y apuntaron su rumbo hacia la posición británica, que se encontraba a una distancia de 250 millas, sin embargo, los argentinos se enfrentaron al mal tiempo, con lloviznas, niebla, visibilidad menor a media milla y un techo de vuelo de 500 pies (150 metros aproximadamente).

«Volamos muy bajo, con suma discreción. No utilizamos prácticamente el radar, no hablamos por radio y solo nos comunicamos de avión a avión por señas», recordaría años más tarde Bedacarratz.

A las 10.10 el avión de patrulla Neptune actualizó la ubicación de la flota británica, ante esto Bedacarratz y Mayora recibieron esta información a las 10.35, cuando los portaviones británicos Hermes e Invincible se encontraban protegidos por los destructores Coventry, Glasgow y Sheffield. En la zona de ataque, había cuatro cazabombarderos ingleses que patrullaban el área, entre los destructores de avanzada y los portaviones había una segunda línea formada por las fragatas Arrow, Yarmouth y Alacrity más el destructor HMS Glamorgan.

Además, detrás de ellos había tres barcos auxiliares, colocados para confundir a los radares argentinos, y finalmente los portaviones, escoltados por fragata antisubmarinas.

Cuando Bedacarratz y Mayora estuvieron a 40 millas ascendieron levemente para encender sus radares, y así poder obtener el blanco y volver a descender. En ese instante el HMS Glasgow detectó a los aviones argentinos, y dio el aviso del ataque inminente.

Bedacarratz dio la orden de atacar cuando los aviones estaban a 30 kilómetros del blanco, algo que fue negado por los ingleses que insisten que los Super Etendard estaban a 11 kilómetros y por eso no fueron detectados. «En ese instante colocamos las posiciones de nuestros sistemas de navegación. Introdujimos 20 dígitos y tuvimos que interrumpir el silencio de radio para cotejar entre los dos la información», explicó el capitán.

Por otra parte, el aviso del Glasgow llegó muy tarde, y los Super Etendard lanzaron simultáneamente sus misiles a las 11.04 de ese día, y luego viraron su rumbo y regresaron a toda velocidad, tranquilamente, y con la misión cumplida aterrizaron a las 12.10 en Río Grande.

Pocos minutos después del lanzamiento, los tripulantes del destructor Sheffield vieron el misil acercándose, uno de ellos impactó a la derecha de la embarcación (estribor) y penetró en el casco,  generando un agujero de 4 metros por 1 metro, ocasionando la muerte de 21 tripulantes en el acto.

Se sabe que al menos uno de los misiles Exocet le dio al buque británico, y esto ocasionó que el fuego se expandiera por la embarcación, mientras que el HMS Arrow se acercó al destructor en ruinas para rescatar a los sobrevivientes y la fragata remolcó al destructor fuera de la zona de peligro, y puso a salvo a su tripulación, incluido sus 63 heridos. El 10 de mayo el Sheffield encontró su final en las aguas del atlántico Sur hundiéndose como consecuencia de los impactos argentinos.

Curiosamente, al momento del ataque los británicos creyeron que había sido torpedeado el buque por un submarino y no imaginaron que el impacto había provenido desde el aire, y por lo tanto ordenaron buscar y atacar a un sumergible enemigo que nunca encontrarían.