Por Guido Brunet

El 3 de marzo de 1994, Omar Carrasco, un joven albañil de Cutral Có, Neuquén, con 19 años había llegado al Grupo 161 de Artillería de Zapala para cumplir con la conscripción. Pero a los tres días desapareció. Sin embargo, su familia se enteró recién semanas después cuando lo fue a visitar y no lo encontró. Le dijeron que se había escapado, que era un desertor.

Exactamente un mes después, el cuerpo sin vida del soldado era encontrado en el predio del Ejército en el Cerro Gaucho, a 700 metros de la compañía. El cadáver fue hallado durante un segundo rastrillaje. Aunque, curiosamente, una patrulla había pasado por ese mismo lugar 15 días antes y no había encontrado nada. Para la Justicia, el cuerpo, indudablemente, fue «plantado».

El soldado Carrasco estaba con el torso desnudo, tenía varias costillas quebradas y un ojo reventado. Peritajes que se le practicaron determinaron que había sido movido antes de permanecer en un sitio húmedo, lo que explicaba su estado de momificación. Sin embargo, el cuerpo vestía un pantalón en perfecto estado y varios talles más grande. Su muerte, claramente, no fue por el frío, como también quisieron hacer creer sus superiores.

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El hecho fue el último clavo de la tumba para una práctica que ya contaba con escasa aprobación por parte de la población. Eso, sumado a la conmoción social por el crimen, motivó que el entonces presidente Carlos Menem, por decreto, dispusiera el fin del Servicio Militar en Argentina.

Carrasco I

La mecánica de la muerte y las semanas posteriores al hallazgo de cuerpo de Carrasco se vieron envueltas en hipótesis encontradas y testimonios contradictorios. Lo que la Justicia sí pudo comprobar, a partir de la autopsia, fue que Carrasco murió en alguna hora cercana a la de su desaparición, producto de una paliza propinada en los primeros días de la instrucción por parte de dos conscriptos más antiguos, Cristian Suárez y Víctor Salazar, quienes habían recibido órdenes directas del subteniente Ignacio Canevaro. Los golpes le fracturaron tres costillas y eso le causó un hemotórax.

La justicia militar, entonces, destituyó y condenó a Canevaro a 25 meses de cárcel y Sánchez a 13 meses por bailar a un grupo de conscriptos, pero no por la muerte de Carrasco. Según se supo, Canevaro ordenó a Suárez y Salazar “avivar” a Carrasco, es decir golpearlo.

 

Otra inconsistencia fue la que tuvo que ver con una pericia del médico de la Policía Federal Alberto Brailovsky sostenía que Carrasco vivió 48 horas después de la golpiza y que fue tratado deficientemente por los médicos. Sin embargo, otras pericias lo contradijeron. Entre las irregularidades, también figuraba en los registros que Carrasco recibido una vacuna dos días después de la fecha oficial de su fallecimiento.

Canevaro fue uno de los tres condenados por el crimen del soldado Omar Carrasco, aunque aún sostiene su inocencia. Y asegura que en el ocultamiento del crimen participaron altas esferas del Ejército. Mientas tanto, se abrió un segundo proceso conocido como el caso Carrasco II, en el cual se investigó el encubrimiento del homicidio.

Carrasco II

El homicidio del conscripto Carrasco estuvo acompañado por una serie de hechos tendientes a tapar de la verdad y que salpicaron de lleno al, por aquel entonces, jefe del Ejército Argentino Martín Balza, acusado de enviar a personal de Inteligencia para ocultar la responsabilidad de los soldados en el caso.

Uno de los que denunció al propio Balza fue el jefe del cuartel de ese momento, Rodolfo Correa Belisle, quien en diálogo con Conclusión, contó: “La presidenta del tribunal me dijo que el General Balza había declarado que no mandó Inteligencia. Le dije que Balza miente. Yo declaro en enero y en febrero Balza da la orden de echarme del Ejército”.

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Belisle asegura que vio a varias decenas de personas de Inteligencia dentro del cuartel tras el crimen. Además, contó que el día del rastrillaje para encontrar el cuerpo vio como un camión Unimog se alejaba, y cuyas huellas llegaban casi hasta el cadáver. Es decir, para él, el vehículo llevó el cuerpo de Carrasco hasta allí.

Correa Belisle. Foto: Leandro Teysseire

En relación a esta maniobra el militar relató: “Inventaron que hubo un robo de una máquina para ir a buscarla y ahí encontraron el cadáver de Carrasco, me lo plantaron”.

Durante los días que Carrasco estuvo en el cuartel, Belisle se encontraba de vacaciones en Chile, por lo tanto no tuvo ningún contacto con el joven. Sin embargo, de todas maneras, fue pasado a disponibilidad. Luego, por declarar en la justicia civil denunciando el encubrimiento, Belisle fue pasado a retiro.

Balza mandó a encubrir el caso, a salvar a los verdaderos responsables. A mí me pasaron a disponibilidad, pero yo no estaba durante el asesinato de Carrasco, ni lo llegué a conocer”.

A lo que sumó: “Los funcionarios judiciales y el Ejército salieron a destruirme como testigo, con el homicidio de Carrasco no se quiso meter nadie. La sensación es que no cambió nada, cuando se trata de poder no cambia nada”.

Su aporte dio origen al juicio por encubrimiento, el llamado Carrasco II, donde fueron imputados varios altos mandos militares. Si bien, no hubo condenados, “el juicio por encubrimiento fue el faro que encendió el caso Carrasco, para conocer cómo fue el homicidio verdaderamente y los culpables”, aseguró Belisle.

Las condenas

El 31 de enero de 1996, la justicia ordinaria condenó a Canevaro a 15 años de prisión por homicidio simple, en tanto que Suárez y Salazar fueron sentenciados a 10 años por el mismo delito. Y al sargento Carlos Sánchez se le impuso la pena de tres años por encubrimiento.

El general Balza pidió perdón a los padres de Carrasco durante el juicio

El 23 de noviembre de 2000, Salazar y Suárez obtuvieron la libertad condicional. En febrero de 2004, Canevaro salió libre. Y en junio de 2005 la causa por encubrimiento prescribió y una decena de altos oficiales resultaron sobreseídos.

El juez de Neuquén que intervino en la causa, Rubén Caro, años más tarde debió afrontar un pedido de juicio político por su actuación. En marzo de 2006, el Consejo de la Magistratura suspendió al juez Caro, pero unos meses después se lo ratificó en el cargo.

Al prescribir el juicio de encubrimiento, algunos elementos nunca llegaron a esclarecerse. A partir del homicidio, que sacudió al país, se terminó con el Servicio Militar Obligatorio en Argentina.

Fin de una era

El 31 de agosto de 1994, meses después de la muerte de Omar Carrasco, el presidente Carlos Menem puso fin al Servicio Militar Obligatorio en Argentina, tras casi cien años de historia, ya que la práctica había sido creada por el ministro de Guerra de Julio Argentino Roca, Pablo Ricchieri, en 1901.

Para entonces, en la Cámara de Diputados ya corría un proyecto de ley que cambiaba las condiciones de la conscripción: se podría hacer el servicio a los 21 años y no a los 18, elegir la región y contemplaría a objetores de conciencia para quienes por razones filosóficas o religiosas se negaran a usar armas.

Desde su creación, se presentaron decenas de proyectos para la eliminación o reducción del tiempo del SMO, pero ninguno tuvo éxito. Aunque en 1989, un fallo de la Corte Suprema de Justicia reconoció el derecho de los ciudadanos a hacer el servicio militar sin utilizar armas, pero negaba la objeción de conciencia.

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La causa Carrasco, entonces, sirvió para hacer oír un secreto a voces, ya que padres de soldados comenzaron a denunciar las palizas en los cuarteles. Tal es el caso de Mario Daniel Palacio, de 19 años, que murió el 24 de abril de 1984, después de sufrir golpes y torturas durante el Servicio Militar en Campo de Mayo.

Desde que fue creado en 1977 y hasta la muerte de Carrasco, en 1994, el Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio (Fosmo) contabilizaba 34 casos de soldados muertos o desaparecidos mientras cumplían el servicio militar.

Por todo esto, sumado a la conveniencia política, el presidente Carlos Menem, en medio de su campaña para su reelección, firmaba el decreto 1537 que daba de baja la conscripción.

Homenaje en Rosario

Omar Carrasco, ahora es el nombre de una calle en Rosario. Desde 2001, por un proyecto del Concejo Municipal, una arteria de la ciudad lleva esa nominación como homenaje al soldado asesinado en Zapala, y cuya trágica muerte daría fin al servicio militar obligatorio.

Carrasco es la continuidad de Ricchieri, entre Presidente Perón y Estado de Israel. La calle elegida para el reconocimiento no fue casual, ya que Ricchieri había sido el impulsor del SMO durante los años del roquismo.

El impulsor de la iniciativa fue el edil de aquel entonces, Rafael Ielpi, quien, en charla con este medio, recordó: “Me pareció que era una buena manera de honrar a quien de manera absolutamente injusta había perdido la vida. Además, una muerte absolutamente horrible. Carrasco sacó toda la cuestión de los abusos en el Ejército a la superficie de una manera trágica”.

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Otra víctima, el mismo lugar

En el mismo cuartel que Carrasco, pero 29 años después Pablo Jesús Córdoba, de 21 años, fue encontrado sin vida con dos tiros de FAL (Fusil Automático Liviano) en la cabeza. Para la familia de la víctima, las causas no fueron abusos dentro del predio, sino una trama de corrupción militar.

En el marco de la causa, la Justicia Federal imputó a un soldado por el homicidio de Pablo Córdoba, que, según se presume, habría contado con un video del joven agonizando, aunque nunca se pudo acceder a las imágenes.

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El modus operandi de las fuerzas armadas en ambos casos fue similar: tapar el hecho. “Desde el primer momento desde el Ejército dijeron que había sido un suicidio. El juez trató de ir por ese lado, pisó la causa durante cinco meses hasta que lo taparon las pruebas y tuvo que recaratularla como homicidio simple, cuando debería haber sido homicidio agravado por uso de arma de fuego”, señaló el padre del joven asesinado, Juan José Córdoba, en declaraciones a Conclusión.

“La autopsia tardó treinta días, cuando lo normal es que tarde uno o dos días. El cargador estaba fuera del arma, había munición suelta y una vaina. La segunda vaina la encontraron a los quince días. Y 32 días después encontraron un cartucho debajo de un tronco. Eso obviamente lo plantaron, y mandaron a pedir una segunda autopsia para dilatar todo”, continuó enumerando inconsistencias el hombre, quien también se desempeña como militar en Neuquén.

 

Consultado por las posibles causas del asesinato de su hijo, lo relacionó a un entramado de corrupción dentro de las Fuerzas Armadas: “Mi hijo algo vio o lo sorprendieron para cometer algún ilícito y lo mataron”.

Córdoba padre actualmente continúa brindando servicios en el Ejército, aunque tras el caso fue transferido de cuartel. Y asegura que recibió distintas amenazas por pedir justicia. “Una nota en el expediente dice que ven con suma preocupación mis declaraciones y de persistir podría ser sancionado”, indicó el oficial.

Sobre los abusos en la milicia, aseguró que “ya cambió eso, después de lo de Carrasco no son frecuentes dentro del Ejército”. Por su parte, el ex capitán Correa Belisle se sinceró: “Se hacían, no era lo común, lo habitual, pero se hacían. Siempre hay alguien que salta el cerco. En la cancha no es lo común que se peleen, pero pasa”, y cerró: “Está bien derogado el servicio militar, ya no servía más”.