Por Marcelo Chibotta

Una vez más se conmemora el Día de los Trabajadores, como viene sucediendo en gran parte del mundo desde que en 1889, en París, la denominada Segunda Internacional estableció el 1º de mayo como día de recuerdo de la historia escrita por los sindicalistas reconocidos en la actualidad como los “Mártires de Chicago”.

Tres años atrás, el 1º de mayo de 1886, habían iniciado una huelga para pedir por las ocho horas de trabajo, que se extendió hasta el día 4 cuando se produjo la Revuelta de Haymarket.

En la mayoría de países del mundo, el 1º de mayo de cada año está destinado a esta conmemoración aunque algunos como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda no lo hacen porque por otras razones lo recuerdan en los meses de septiembre y de octubre.

En tanto, en Argentina, la conmemoración del Día de los Trabajadores forma parte de las tradiciones más sentidas de su pueblo aunque con el paso de los años vaya cambiando, con idas y venidas, con momentos de mayor progreso (los menos) y con otros de decadencia (los más).

Para graficar la cuestión hay que tomar un definitivo parteaguas como referencia y es cuando el entonces coronel Juan Domingo Perón convierte, en 1943, lo que hasta entonces era una oscura oficina estatal ocupada hacia aspectos del trabajo. Nace allí la Secretaría de Trabajo y Previsión.

Antes del proceso de cambios profundos que se fueron sucediendo durante los años del peronismo en el Gobierno, los 1° de mayo tenían la característica que le imprimían los obreros al ganar la calle para protestar por sus condiciones indignas de trabajo y sus raquíticos sueldos.

Antes de 1943, las manifestaciones tenían la impronta del desaliento que portaban cuando dejaba caer de sus manos las herramientas para levantarse «amenazantes». El final no podía ser otro, esas jornadas terminaban con la autoridad imponiendo el orden a fuerza de violencia y los trabajadores sufriendo tristeza, dolor o luto.

Más adelante, durante los años del primer y segundo Gobierno de Perón, los 1° de mayo eran el día de la expresión de júbilo por el presente que les tocaba transitar ya que había trabajo, tenían condiciones laborales y sueldos dignos y además avizoraban un futuro más luminoso.

Por aquellos tiempos, los trabajadores fueron desarrollando con una fuerza y una masividad nunca vistas antes en la historia argentina, las organizaciones sindicales que se convertirían en bastiones de protección de las conquistas adquiridas.

Aquel Gobierno contó con dirigentes sindicales que llegaron a ser ministros, integrar las cámaras legislativas, llegar a ser embajadores, como así también ser protagonistas de la revolucionaria medida que convertía a los trabajadores más destacados en agregados obreros de las embajadas argentinas en el mundo.

Después del derrocamiento de Perón en 1955 , se sucedieron dictaduras y gobiernos civiles que accedieron a la gestión de Gobierno a través de elecciones realizadas con el justicialismo proscripto a pesar de ser la fuerza política mayoritaria del país.

Así, y después del Golpe de Estado contra el Gobierno justicialista, el 1° de mayo de 1956 estuvo signado por el decreto 4161 que meses antes había sido dictado.

La norma prohibía pronunciar los nombres de Juan Domingo Perón y de Eva Duarte de Perón, como así también cualquier mención referida al peronismo, la exhibición de sus símbolos o cualquier cosa que se interpretara como material de propaganda.

Todo ello impactaba de lleno en el espíritu de los asalariados, que inequívocamente eran en su gran mayoría peronistas, y que por ello vivieron con pena su día ese año.

Mientras tanto, el Partido Socialista se abocó a la realización de una gran manifestación bajo el lema: “Otra vez el 1° de mayo libre y obrero. ¡Viva el legado de Mayo y Caseros!”.

“Fuimos leales a la clase trabajadora – dijo entonces Américo Ghioldi – a la que no abandonamos, a la que no negamos por sus errores”.

Así, ya en 1964 y durante la presidencia de Arturo Illia, los actos se desarrollaron sin mayores incidentes mientras la CGT anunciaba la aplicación de la segunda etapa del plan de lucha que venían realizando por esos años.

Corría el año 1967 y 0tra vez los militares dieron un golpe, fue denominado «Revolución Argentina» y estuvo encabezado por Juan Carlos Onganía. Como siempre en las dictaduras, se observaba la persistente manía de apuntar contra los trabajadores: esta vez suspendió los actos públicos del 1° de mayo en el que, como siempre, se pretendía conmemorar el Día de los Trabajadores.

Un año después, en 1968, la CGT de los Argentinos lanzaba su publicación oficial bajo el título «Mensaje a los Trabajadores y al Pueblo Argentino», en el marco de un nuevo recuerdo del 1° de mayo de ese año con un acto público.

Ya en 1974, y con Perón otra vez de presidente desde hacía casi un año, la celebración del Día de los Trabajadores tuvo un momento en el que desde el balcón de la Casa Rosada regañó a los Montoneros que interrumpían su discurso.

«Decía que a través de estos veintiún años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante veinte años lucharon…», sentenció Perón mientras los montoneros se retiraban entre cánticos.

Inmediatamente, la respuesta desde el balcón no se hizo esperar: «Queremos un pueblo sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles, inoperantes e intrascendentes. Queremos partidos políticos que discutan entre sí las grandes decisiones…»

En el año 1976 comenzaba la dictadura cívico militar que se sostuvo hasta 1983. El pueblo argentino transitó por esos tiempos oscuros en silencio obligado y dolor, entre represión, tortura y muerte. La CGT fue intervenida y después disuelta. Nada se podía hacer esos 1° de mayo.

Con el regreso a la democracia se restituyó en plenitud la conmemoración del Día de los Trabajadores.

Durante los años siguientes se fueron sucediendo gobiernos de variadas ideologías, con diferentes planteos que beneficiaron y perjudicaron al pueblo trabajador hasta que llegó este Día de los Trabajadores  de 2022.

Hoy y los futuros Días de los Trabajadores

Este 1° de mayo no será muy diferente a los de años anteriores, que más allá de matices, de conmemoraciones más o menos álgidas, parece traer un mensaje en cuyas entrañas les recomienda a los trabajadores argentinos estar atentos a los tiempos que se acercan.

Este Día de los Trabajadores encuentra al pueblo argentino una vez más en el umbral de momentos inciertos y ante el desafío de trazar el futuro, tal vez con una misteriosa mezcla de aquello que pueda determinar la providencia y lo que pueda resultar de la organización que se den los trabajadores.

Y este 1° de mayo también transcurre en un tiempo, no solo complejo por las desavenencias de la historia argentina, sino que también es contemporáneo de un conflicto en el que el mundo está disputando la configuración del orden que imperará en las próximas décadas.

La confrontación entre Rusia y Ucrania es más que eso, es el primer acto fatídico de algún otro que se avecina, cuya disputa de fondo tiene que ver con quien se queda con las mejores fuentes de trabajo y con la mayor tajada de renta en el mundo.

Todo ello surge, entre otras cosas, por la presencia de las nuevas tecnologías, por la disputa de la producción de alimentos, de la manufactura industrial  y por la apropiación y provisión de las fuentes de energía, las tradicionales y las nuevas.

Tal vez, este Día del Trabajo (como se lo denominaba antes) invite a en pensar futuros 1° de mayo con los ojos puestos en las reivindicaciones históricas orientadas a la mejora del salario y de las condiciones de trabajo; pero también apuntadas hacia la inserción del pueblo trabajador en la mesa donde se discute la renta de todo lo que se produce.

Los trabajadores organizados supieron decir presente en cada momento desafiante y están en condiciones, una vez más, de demostrar que pueden repetir aquellos 1° de mayo gloriosos en estos tiempos por venir.