Mousse es un vocablo francés que significa “espuma” y de eso se trata precisamente esta preparación irresistible. Dulce o salada, si se sirve como entrada, la mousse puede ser tanto fría como caliente; pero si es un postre, se sirve bien fría.

La denominación mousse sugiere en gastronomía la idea de elaboración liviana, ligera o etérea. Su marca registrada son las burbujas de aire que le dan una amplia y voluminosa textura. Puede variar desde una concepción ultraligera y esponjosa, hasta una más cremosa y espesa, dependiendo de las técnicas de preparación.

El mousse aparece por primera vez en un recetario de 1755, Les soupers de la cour, del cocinero francés Menon quien describía tres mousses: de café, de chocolate y de azafrán, que se hacían con crema de leche batida a la que se podían añadir claras de huevo. Se servían en unos vasitos de plata o vidrio que recomendaba guardar en hielo un par de horas hasta el momento de consumirlas, en un recipiente especial de hojalata para mantenerlas frías. Sin embargo, la más famosa de las mousses es, sin duda alguna, la de chocolate. La historia acerca del origen de la mundialmente famosa mousse de chocolate depara, cómo no, algunas ligeras controversias. Se dice que el creador de esta crema espumosa de chocolate fue el propio pintor francés posimpresionista Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901), quien frecuentaba los bares y tabernas del barrio de Montmartre, donde se hizo amigo y pintó a todo tipo de trabajadores. De ser así, el nacimiento de la mousse podría datarse a finales del siglo XIX. Otra historia señala que durante el sitio de los franceses a la ciudad de Astorga (España) en abril de 1810, el emperador francés en persona visitaba a su VIII Ejército, empantanado en el lodazal que rodeaba la muralla de Astorga. Esa misma noche, el cocinero mayor de su Ejército, Francoise Masette, en su afán por agradar al emperador, pidió al artesano chocolatero español Manuel Cordero, que preparara su celebrada “Espuma de chocolate”. Se dice que el emperador, impresionado por el aroma y suavidad de este postre, se llevó a Manuel Cordero y su familia hacia tierras francesas, maravillando los círculos culinarios de la élite francesa con el ya para siempre bautizado postre “mousse au chocolat”. Reconocida mundialmente como invención francesa, el pueblo español, sin embargo, también merece los laureles, aun cuando la mousse no haya resultado finalmente un plato típico de la gastronomía maragata.

Tremenda historia tiene este postre muy sencillo de preparar y con pocos ingredientes:

  • Azúcar: 100 gramos.
  • Chocolate para fundir: 200 gramos.
  • Manteca: 5 cucharadas repletas.
  • 3 huevos de buen tamaño.

 

Preparacion:

1-Fundir del chocolate

 

Hay que partir el chocolate en trocitos muy pequeños, también se  puede rallar . La manera más efectiva para fundirlo es la tradicional: poner un recipiente en baño de María y llenarlo con los pedazos. Una vez fundido, agregar la manteca y mezclar hasta que la crema se vea homogénea. Luego, dejar enfriar.

 

2-El punto de nieve

Para comenzar, separar la clara de la yema de los huevos.

Con una batidora eléctrica, batir los claras con el azúcar hasta que se conviertan en una crema a punto de nieve. ¿Qué es el punto de nieve? Digamos que la textura de los huevos tiene que quedar blanca y cremosa. ¿Cuando se consigue el punto? Si al voltear el recipiente, la mezcla – o espuma – no se cae.

De un buen montado de las claras va a depender la consistencia final del postre. Aquí unas recomendaciones para que quede bien: asegurarse de que el molde utilizado está totalmente seco y limpio, verificar que no quede nada de yemas cuando se separen las claras, y añadir una pizca de sal antes de comenzar el batido. No olvidar comenzar a batir lentamente, y luego aumentar la velocidad.

 

3-La mezcla

En este punto, después de que la crema de chocolate y la manteca se haya enfriado, se incorporan las yemas y se bate hasta que queden totalmente integradas.

Ahora, se une la pasta achocolatada con las claras montadas, batiendo hasta tener una mezcla homogénea.

Hay que dejarlo por lo menos dos horas en refrigeración. De hecho, si se puede por más tiempo, mejor.