Es sabido que la primera víctima de toda guerra es la verdad. Y, en estos tiempos, marcados por los avances en la comunicación, sin embargo se hace mucho más difícil discernir entre las motivaciones profundas, los intereses en juego y la trama obscena de negociados más que sospechosos. ¿Qué hay, realmente, detrás de todo lo que ocurre?
Una guía personal que puede ser útil y práctica, como una especie de “mística” motivadora para sostener la paciencia y la constancia, necesarias para afrontar estos tiempos difíciles y encontrarles un sentido.
Necesitamos generar ideas, propuestas y estrategias alternativas, que no permitan “naturalizar” verdaderos genocidios sociales, económicos y ecológicos, y nos garanticen posibilidades de vida digna.
Es cierto que se recuperó la democracia, pero también es cierto que la economía se desbarrancó sin límites, en un derrotero sin freno y con pocas esperanzas de recuperación.
Suena parecido pero no es igual: Votar, con V corta, es emitir un voto, elegir opciones o candidatos. Botar, con la otra B, es algo muy distinto, suena a sacar, tirar, descartar, dejar “afuera”, excluir.
La vida auténtica y la alternativa necesaria “crecen desde el pie” y, así resulta cierto y claro que los últimos son los primeros. Aquí está el punto de inflexión y la revolución copernicana que sí o sí tiene que forjarse.
Como respuesta a la incertidumbre respecto a cómo será la salida de esta pandemia, si mejores o peores, más allá de las recomendaciones médicas y las estrategias de cuidado, el domingo 4 de octubre apareció un instrumento tan valioso como global, para este momento y para el futuro.
El padre Daniel Siñeriz inaugura su columna “De igual a igual” con una comparación interesante que puede tender un puente hacia un futuro más ameno que el de las nuevas y viejas “normalidades”.