“No vi a todos los payasos y monstruos que se avecinaban cayendo unos sobre otros sonriendo. ¡Por Dios, que carnaval! Y no hizo falta más…”

Por Florencia Vizzi

De acuerdo a su definición más clásica, una distopía es un tipo de realidad o mundo imaginario, recreado en la literatura o el cine, que se considera indeseable. La palabra distopía se forma con las raíces griegas δυσ (dys), que significa ‘malo’, y τόπος (tópos), que puede traducirse como ‘lugar’.

A partir de allí, críticos y analistas cinematográficos han rotulado así a la última creación del gran realizador inglés Russell T. Davies, coproducida por la BBC y HBO, Years and Years. Una distopía, un futuro que aún no ha llegado y es aterrador.

Sin embargo, al adentrarse en la serie, miniserie para ser más exactos, ya que Years and Years sólo consta de 6 perturbadores capítulos, uno puede intuir por momentos, y tener la certeza por otros, que ese futuro ya llegó. En mayor o menor medida, con más o menos matices, ese oscuro futuro no sólo llegó hace rato, sino que nosotros mismos lo hemos construido.

El mundo que construimos

Years and Years está ambientada en Londres, entre los años 2019 y 2034, fecha en la que se cierra el último capítulo, y el relato se asienta sobre el devenir de la familia Lyons, integrada por cuatro hermanos, Stephen, Edith, Daniel y Rose, sus parejas e hijos y la abuela, el gran aglutinante en cuya casa se gestan los esporádicos encuentros familiares. La vida de los Lyons se verá permanentemente atravesada (y trastocada) por los avatares cotidianos de la política y la economía de un mundo subsumido en una vorágine de cambios tecnológicos, debacle climática, cracks financieros y guerras comerciales y de las otras.

Mientras el Polo Norte se ha derretido, Donald Trump termina su mandato arrojando un misil nuclear en una isla artificial en la que los chinos almacenan todo tipo de armamentos. El ascenso de la derecha en Europa está en su pico máximo mientras Gran Bretaña no logra reponerse del Brexit. Por si fuera poco, los rusos han invadido Ucrania, una revolución de extrema izquierda comienza a hacer estragos en España y la crisis de los refugiados se agrava a límites insostenibles. Esa es la realidad que se plantea en el primer capítulo y, a medida que la serie avanza, el relato revela como cada uno de los hermanos comprenderá que el mundo no está tan lejos de ellos y se verán afectados, directa o indirectamente, por estos sucesos sociopolíticos de formas inesperadas.

En paralelo aparece la figura de Vivienne Rook, (una de las performances actorales más impactantes que haya realizado Emma Thompson), una empresaria millonaria de rostro amigable y lengua temible que gana su popularidad a fuerza de un discurso oportunista y brutal, capaz de poner en el mismo plano el conflicto de Israel y Palestina, el cual “le importa una mierda” y la importancia para uno, como ciudadano, de que nos corten el pasto y recojan la basura a diario.

Claramente los Lyons son el telar donde Davies amalgama su visión del porvenir y donde teje su declaración de principios, porque tal vez el hecho de que nos recojan la basura y corten el pasto a diario esté directamente relacionado con esos eventos que cientos de veces las personas solemos pensar (y decir) que nada tienen que ver con nuestras vidas. Y ahí está el quid de la cuestión: en las cosas que consentimos desde nuestros individualismos, pequeñas intolerancias e indiferencias.

Porque, parece decir Davies, a pesar de lo creamos, lo que ocurre allá afuera, tan lejano y ajeno, afectará, de una forma u otra, nuestras amadas comodidades. Y mirar hacia otro lado también nos hace responsables.

Ese es el disparador del personaje que tan bien interpreta Emma Thompson. Un personaje mediático, desmedido, que pone en escena un buen número de prejuicios y comportamientos cuasi grotescos y, con gran habilidad, los presenta como una virtud.

Rook es eso que nos han venido vendiendo tan bien últimamente en todos los continentes: la antipolítica.  El ascenso de Viv Rook genera controversias entre los hermanos Lyons, brillante para unos, monstruo para otros, la mujer apela a las inquietudes y preocupaciones más básicas de cualquier hijo de vecino y, sin importar cuantas veces sea criticada, puesta en ridículo y evidenciada su ignorancia, paso a paso, poco a poco, #VivRook ocupará el lugar que ansía. Porque, en última instancia, ¿quién puede resistirse a un político antipolítico, encantador, verborrágico que dice lo que todos quieren escuchar y nos promete una ciudad limpita? Aunque más tarde nada funcione, siempre será bienvenida la militarización de los barrios pobres e incluso algún que otro campo de concentración, que nadie podrá recordar porque funcionan tan bien que ni la historia puede dar fe.

Los que vimos, por ejemplo, el ascenso al poder de Donald Trump, de Jair Bolsonaro o del mismo Boris Jonshon o, más aún, algún presidente de la historia reciente de nuestro país, no podremos evitar las comparaciones.

Tal vez lo que más incomoda de Years and Years y a la vez, su punto más fuerte, es precisamente ese “museo de grandes novedades”, distopía o no, hay tanto que ya hemos visto… Ya hemos visto tantas veces al sistema financiero quedarse con todo y a los bancos ser rescatados por gobiernos, y nos encantan “los mejoradores del estilo de vida”, esos mensajeros en bicicleta que cargan en sus espaldas las compras de la gente, hemos comprado contentos la idea del “trabajo en casa”, y hemos sido precarizados casi con una sonrisa. Más de una vez.

El vasto e incontrolable curso de la historia

La escena caótica en la cual se desarrolla la serie está enmarcada en una revolución tecnológica eficaz y abrumadora, y Davies aporta un abordaje tan irónico como interesante sobre sus excesos, pero, a la vez, sobre sus posibilidades. Es de elogiar que Davies no cae en la demonización vana de los avances tecnológicos, sino que pone el acento en usos y excesos y en las diversas formas en que pueden estar al servicio, o no, de la raza humana.

Y, como no podía ser de otra forma, allí está también la omnipresencia de los medios de comunicación en combinación con las redes sociales para seguir pariendo esa burbuja insólita (y perversa) donde la realidad es casi un universo paralelo y es, además, tan esquiva, que cuesta mucho develarla.

Otra fortaleza de Years and Years, es haber logrado un contrapunto enriquecedor entre los pequeños y grandes dramas de esa familia con los acontecimientos sociopolíticos, y el equilibrio logrado en ese entramado. El relato de lo que cada uno de ellos vive no pierde interés a pesar de los saltos en el tiempo y tampoco los deshumaniza. Y además, la serie hace impecable gala de ese clásico humor negro inglés que parece mejorar con los años.

La narrativa es dinámica, a veces demasiado, y hay que ponderar el increscendo que logra su realizador en cada capítulo, siempre de menos a más hasta alcanzar la máxima tensión en los últimos minutos.

El otro eje de fortaleza está dado por las interpretaciones, algunas más que otras. Pero la potencia de Emma Thompson, el Stephen de Rory Kinnear, siempre contenido y al borde del estallido, la matriarca que compone la gran Anne Reid, son sólo algunos de los disfrutes que proporciona Years and Years.

El plus de esta antiutopía, es la forma en que nos interpela, en sus pequeños detalles, esos que ni los filtros de Snapchat pueden esconder. Porque, “podremos pasarnos el día culpando a otros, a la economía, los bancos, a Europa, el clima, el vasto e incontrolable curso de la historia como si no dependiera de nosotros… pero todos somos responsables”.