Por Ariana Robles

Sin dudas, la mente funciona las veinticuatro horas y la calidad de los pensamientos determina la calidad de la forma de vivir. «Somos lo que hacemos con lo que han hecho con nosotros”, esta es una de las ideas que Gabriel Cartaña pretende desandar para que la gente logre entender el dolor, las emociones o el por qué de su personalidad.

Cartaña cree importante que las personas se encuentren consigo mismas, para descubrirse y conocer más sobre los pensamientos, emociones, sus limites y los dilemas éticos y morales que surgen cotidianamente.

Con palabras siempre precisas y buscando la metáfora adecuada para ejemplificar alguna situación, el licenciado Gabriel Cartaña, psicólogo orientado en el enfoque humanista y hoy panelista del reality «Despedida de Solteros», que se emite por Telefe, llega a la ciudad este sábado para brindar un encuentro único de tres horas de charla increíble en San Lorenzo 1055 de 10.30 a 13.30.

Conclusión pudo dialogar con él, quien analizó y reflexionó sobre la forma en la cual los seres humanos nos relacionamos e intentamos ser felices.

—Llegás a Rosario con la idea de ayudar a las personas a encontrarse consigo mismas y a descubrirse a través de varios disparadores, uno de ellos es ¿por qué somos como somos? 

—Mirá, en estos momentos en el mundo hay 7.000 millones de personas y lo que se sabe de manera certera es que no hay ni ha habido absolutamente dos personas con nuestra misma personalidad, ni siquiera las huellas dactilares son tan únicas. Ahora, uno podría pensar si hay tantas personalidades como personas significa que las variables que influyen en que seamos como seamos, son infinitas y en realidad, son solo tres. La primera es la biológica, lo heredado. Cada uno es producto de una cruza genética entre su madre y su padre, y eso ha determinado que tengamos determinada altura, color de ojos y hasta una predisposición de temperamento. La segunda variable es la cultural. Muchos de nosotros somos producto de haber nacido en Argentina; si hubiésemos nacido 150 años antes donde la cultura era distinta, seguramente nuestra personalidad sería diferente. En cambio, si alguien hubiese nacido en el mismo año que nosotros, pero en Nepal, tendría una cultura distinta. La tercera variable son las experiencias personales, todo lo que nos ocurrió a lo largo de los años. De esta forma, la confluencia de estas tres variables concluyen en lo que es cada uno. Hubo un gran escritor, Almafuerte, quien decía que “somos lo que han hecho con nosotros”, ¿quiénes? Nuestros padres, la cultura, las experiencias personales. Sin embargo, el filósofo francés Jean Paul Sartre dijo que “somos lo que hacemos con lo que han hecho con nosotros”. Ahí está el desafío: “No es que es lo que soy” sino “que es lo que hago con lo que soy”.

Y en este “qué hago con lo que soy” que planteás, ¿cuánto influyen las emociones?

—Nuestra conducta y nuestra personalidad es el resultado de lo que pienso, siento, digo y hago habitualmente, entendiendo como una parte interna de mi conducta lo que  siento y pienso y una parte externa que es lo que digo y hago. Entonces si yo voy por la vida teniendo siempre una conducta externa que sea coincidente con la conducta interna muchas veces voy a hacer lo inadecuado y además me va a llevar a lugares inadecuados. El tema es percibir cuando debo aplicar lo que siento y cuando debo callar lo que siento.

—¿Y cómo nos damos cuenta de eso?

—Aprendiendo a ver qué es lo correspondiente en cada caso. La mayoría de las personas confluye en un dilema entre lo que quieren y lo que deben, entonces se pasa la mitad de la vida haciendo lo que deben y la otra mitad lo que quieren, y resulta que ni lo que quieren ni deben es pertinente porque lo tienen que hacer es lo que necesitan. A partir de ponerte en contacto con tus propias necesidades de acuerdo al momento que vivas, vas cubriendo esas necesidades y en el camino vas haciendo lo que debes y lo que querés.

Querer modificar algo que no nos gusta o que a veces sentimos que se nos va de las manos, ¿realmente se puede?

—El problema del cambio es que muchas veces nos proponemos cambios y terminamos en el mismo lugar de partida, eso es porque hay dos conceptos: el cambio 1 y el cambio 2. El cambio 1 es el cambio de apariencia, el cambio que parece que estoy cambiando pero no estoy yendo a ningún lado y el cambio 2 es el cambio de verdad, el cambio profundo, el que me ubica en un lugar distinto. La diferencia entre el cambio 1 y el cambio 2 la podemos saber a la distancia. Cuando el cambio no se produjo es porque era un cambio 1, ¿ahora cómo hacemos para saberlo? El cambio 1 es exactamente igual al 2 pero sin costo, cuando yo quiero cambiar algo pero no quiero pagar el costo voy directo al fracaso. Entonces lo primero que hay que hacer cuando queremos cambiar algo es pensar cuál es el costo de ese cambio.

—Formás parte de un reality de parejas, donde se pregona el amor y las ganas de casarse, ¿por qué creés que hoy a las personas les cuesta tanto formar una pareja?

—Si una persona soltera se pone en pareja, de novio, luego se casa o lo que fuere, cambia de estado y se produce un cambio. Todo cambio, tiene un mismo elemento en común: lleva tiempo. El problema es que vivimos en una sociedad donde todo es inmediato y lo queremos ya, entonces yo quiero una pareja buena y consolidada, pero no espero el tiempo para  que se construya. En este sentido, nos encontramos con parejas que llevan 3 o 4 meses saliendo, todavía no se han terminado de conocer,  y ya se quieren casar. En el reality hay parejas que no tienen ni un año juntas pero quieren los beneficios que les otorga el programa para casarse. Creo que entre los participantes han convivido más con los otros participantes que con su propia pareja, entonces ese es el problema en la actualidad, queremos todo ya, y  las cosas llevan su tiempo.

—Y en ese “querer todo ya”, ¿cuánto influye la falta de tolerancia ante las cosas?  

—Nada es bueno ni malo, sino diferente. En la época actual, hay cosas que son más ventajosas que en épocas pasadas. Siempre escuchamos que nuestros abuelos pasaron muchos años juntos y que ahora la gente se divorcia, pero también es cierto que hoy más permisos porque ya no es hasta que la muerte nos separe sino hasta que el amor se termine, y está muy bien que sea así porque nadie tiene que seguir junto a alguien cuando ya no lo ama. De todas formas eso presenta un riesgo porque ante el esfuerzo que hay que hacer frente a las dificultades propias de una convivencia, crisis o problema, la gente cree que es más fácil buscar a otra pareja y es así como se terminan abandonando situaciones.

«Todo cambio, tiene un mismo elemento en común: lleva tiempo»

—¿Por qué crees a la gente le cuesta comprometerse?

—Porque la gente cree que el compromiso tiene que ver con el afecto. Muchas veces creemos que tiene que ver con decirse a uno mismo o decirle al otro que lo vamos a seguir amando por los próximos diez años, y ese es un compromiso totalmente absurdo, porque no sé si dentro de un año voy  a amar a mi mujer. Comprometerse tiene que ver con el hoy, comprometerse a hacer las cosas lo mejor posible para que dentro de un año o diez la siga amando, sin embargo puede que aún haciendo las cosas bien eso no pase. Dentro de 10 años uno se convierte en otra persona y por eso no puede comprometer a otro porque no sabés si vas a sentir o vas a querer sentir determinada cosa, porque estamos en constante cambio y en un año o diez nos pasan cosas a nivel biológico, cultural y personal.

¿Qué mirada tenés sobre los vínculos construidos a través de las redes sociales?

—El problema de las redes sociales es creer que lo ocurre allí es cierto. Lo que ocurre es solo una pequeña parte de lo que pasa. Si yo creo realmente que tengo 700 seguidores o 1000 amigos, estoy construyendo como real algo que no lo es. Las redes sociales son un simple distractor, al vínculo necesitas tenerlo con la persona y para que eso ocurra tenes que conocerla. A lo mejor las redes son una puerta de entrada para conocer a alguien, pero eso no significa que sean un lugar profundo de vínculos humanos.

«El problema de las redes sociales es creer que lo ocurre allí es cierto»

—Con este fenómeno de las redes sociales, ¿creés que muchas veces la gente las utiliza como descarga y se esconde detrás de ellas para insultar o quitarse la bronca frente a algo o alguien?

—A mí no me preocupa tanto el insulto en las redes sociales sino cómo afecta ese insulto, porque se le da tal importancia a determinadas cosas como si te las dijera tu hijo, tu padre o tu abuelo. La gente cree que eso es cierto y lo cierto es que no importa si lo que subo lo comparten o le ponen 10.000 likes. El problema de todo esto es que subimos una frase o un comentario, para ver que vuelve: si vuelven los me gusta, si vuelve el “sos un genio/a”; ya no importa lo que subo porque me gusta sino para ver cuantos likes recupera. Todo esto también constituye la autoestima y en este sentido, mucha gente va a tener una mayor o menor estima en base a cuantos likes consigo.

Si tuvieses que definir a la sociedad argentina, ¿qué dirías?

—El gran desafío de la gente que vive hoy en día es lo que llamaba Alvin Toffler como » el shock del futuro». El futuro llega más rápido a nosotros que el tiempo que nos cuesta adaptarnos al presente, por eso cuando todavía no nos adaptamos  ya llega otra vez el futuro. Creo que en esta sociedad del vivir todo hoy, toda ya, en ese placer superficial, van a sobrevivir siempre las personas que tengan la mejor capacidad de adaptación.