Por Elisa Soldano – 70/30

Los teatros son esos lugares donde –se tenga la edad que se tenga- todavía se puede jugar y creer en imposibles. Cual refugio de la imaginación y trinchera de la creatividad, durante el tiempo que dura la función lo que sucede sobre el escenario se vuelve real y los límites del espacio y del tiempo se desdibujan. Así, las historias envuelven al público y no sólo lo entretienen, sino que lo transforman: el legado que deja una obra es tan grande, que un espectador no es el mismo al salir de la sala.

En tiempos donde comunicar es un menester y el arte un salvavidas, la expresión teatral se volvió una necesidad y es por este motivo que en cada rincón del país se formaron grupos dramaturgos, se crearon espacios de encuentro para presentar obras y se generó un público que asiste deseoso de escuchar historias interpretadas por sus personajes.

En Rosario, una ciudad que respira cultura, la dramaturgia no pasa desapercibida y son muchos los espacios que se abocan a esta actividad. Los teatros rosarinos presentan una gran variedad, ofreciendo programaciones diversas, y no sólo abren sus puertas para que la audiencia disfrute de obras, sino que también ofrecen talleres de actuación, tendiendo puentes entre el pueblo y las expresiones artísticas.

Tal vez porque el público necesitó nutrirse de obras que inviten a la reflexión, desde hace algunos años los espacios de teatro independiente (o teatro alternativo, como algunos prefieren llamarlo), fueron ganando lugar en la cartelera local. Este tipo de dramaturgia se instaló en el país en la década del 50 y se caracteriza por ser una expresión que privilegia lo artístico sobre lo comercial. Como su nombre lo indica, el teatro alternativo –en sus orígenes- no dependía económicamente del Estado, y este organismo no tenía injerencia sobre las obras que se presentaban en estos espacios.

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En diálogo con 70/30, el director teatral Walter Operto, quien coordina los espacios La Nave y Odiseo, sostuvo: “La explosión llamada teatro independiente trajo un teatro europeo y abandonó un poco la huella del teatro nacional. El dinero no era un requerimiento para formar parte de un grupo de teatro independiente. Aunque se cobraban entradas, a ninguno se nos ocurría que podíamos ganar un peso, era por una misión cultural”.

Los acentos del teatro independiente son claros: aquí lo que importa es lo que se dice y cómo se dice, lo que se va a legar al público y las ideas sobre las que se invita a reflexionar, las que muchas veces permiten un espacio de encuentro entre la audiencia. Por lo general, las obras que se desarrollan corresponden a un teatro de texto, que propone historias que afectan al espectador. Por este motivo, es una expresión artística que muchas veces molesta a sectores poderosos.

No obstante, desde hace más de dos décadas, los grupos de teatro independiente comenzaron a exigir a los gobiernos de turno políticas económicas para mantener los espacios. “Económicamente ya no somos independientes, dependemos del Estado, de la entrada y a veces de la publicidad. Podemos seguir diciendo que somos independientes de que nadie maneje nuestro repertorio”, explicó Operto.

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Pero a pesar de la importancia de estos espacios, en los últimos años fueron muchos los centros culturales rosarinos que debieron cerrar sus puertas al no poder enfrentar las políticas de ajuste desarrolladas por el gobierno nacional.

Tal es así que los teatros se vieron considerablemente afectados por los aumentos en las tarifas y por los pocos recursos destinados al Instituto Nacional del Teatro, así como también por la pérdida en el poder adquisitivo de los espectadores. Esto llevó a que haya una merma en el público y a que los ingresos de estos espacios se vean disminuidos, debiendo tomar medidas como mantener los valores de las entradas. Aquí también el arte resiste.

Esta misión cultural que es el teatro, no solo cumple su objetivo cuando logra emocionar y se gana el aplauso del público, sino también cuando le deja algo, por pequeño que sea. Como buena pieza artística, la dramaturgia muchas veces invita a replantearse lo establecido y modificar el mundo del espectador. El humano es un ser de transformación, y el legado teatral es una herramienta para cambiar el orden de las cosas.

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Fotos: Facebook