Por Javier Hernández

Foto: Prensa MDQFF

La actriz francesa Agathe Bonitzer tiene treinta años, veintidós de carrera y unas quince películas en las que participó. Su vida estuvo marcada por lo cinematográfico: es hija de la cineasta Sophie Fillières (Gentille, Arrête ou je continue), y del director, guionista y crítico Pascal Bonitzer. Esta semana llegó por primera vez a la Argentina y desembarcó en Mar del Plata como una de las invitadas especiales del 34° Festival Internacional que tiene lugar por estos días, con gran presencia de público, en La Feliz. Lo hizo en representación de Les enfants d’Isadora, film del joven Damian Manivel que se centra en la figura de la emblemática bailarina Isadora Duncan.

Antes de volver a viajar para acompañar una exhibición del film en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, la actriz brindó una entrevista exclusiva con Conclusión donde contó detalles de la película que la tiene girando por el mundo. Y opinó: “Es una película sobre el dolor, sobre la pérdida, sobre cómo el arte puede reconstruir tu vida después de experiencias dolorosas”.

El domingo se sabrá qué suerte corrió en su paso por Argentina. Por lo pronto sigue en el camino y parte con posibilidades dentro de la competencia internacional para quedarse con un Premio Astor.

-Es tu primera vez en Argentina. ¿Cómo estás viviendo estos días en Mar del Plata? ¿Tenés conocimiento de la cinematografía local?

-Es la primera vez que estoy en este país y puedo decirte que estoy muy contenta de visitar Mar del Plata. Llegué para acompañar la presentación y antes lo había estado haciendo en otras ciudades como Chicago. El conocimiento que tengo de su cinematografía no es muy grande. En Buenos Aires tengo dos amigos que conocí en un festival en Portugal: los directores Daniel Rosenfeld y Mariano Nante. Espero verlos en estos días.

-¿Cómo conociste a Damien Manivel y cuáles fueron sus pedidos para forjar la identidad de tu personaje?

-Conocí al director en París. Había visto sus películas previamente y me parecieron muy interesantes. En “Les enfants d’Isadora” él era la primera vez que trabajaba con actores profesionales porque en sus películas anteriores nunca había tenido un trato similar. En los primeros momentos, antes de comenzar el rodaje, él me convocó y me dijo que necesitaba hablar conmigo sobre “una película de una bailarina”, no había muchas especificaciones. Cuando fui al casting tuve que pasar una prueba donde improvisar ciertas piezas musicales que fue bastante horrible pero finalmente quedé para ese rol sin saber, en ese momento, demasiado sobre el argumento.

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-¿Es la primera vez que interpretas un personaje como este?

-Había interpretado una vez a una bailarina pero no estaba tan bien resuelta. Cada película es muy distinta y Damien es un director que tiene una manera muy particular de trabajar que hace que no se le parezca a ninguna otra película en la que yo haya trabajado.

-¿Cómo fue el proceso interno al trabajar sobre tu personaje teniendo en cuenta que se trata de alguien que lleva sobre sí dosis similares de fortaleza y dolor?

-Me gusta que me digas eso porque significa que algo transmití con mi interpretación.Debo decir que no fue algo que busqué intencionalmente sino algo que salió. Hay mucho en la puesta en escena y el montaje que también ayuda a ese resultado. Porque se rodó muchísimo mas, en lo que respecta a mí parte, de lo que se ve finalmente en la película. En toda esa reducción hay algo que supe sintetizar y tiene que ver con poder llegar al núcleo, a algo más esencial, a esa tristeza.

-¿Cómo fue trabajar con Damien en un rodaje poco convencional?

-No fue nada fácil, había cosas en las que nos llevábamos muy bien y nos entendíamos, y otras en las que chocábamos porque Damien tiene una manera de trabajar muy particular. Por ejemplo, le gustaba realizar tomas muy largas en donde me pedía que yo hiciera lo que quisiera cuando a mí me gusta otro tipo de dirección donde me encuadran y me dicen qué hacer.

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-¿Se puede leer esta película como un homenaje a Isadora Duncan?

-No sé si es un homenaje porque hay mucho de su vida, es una gran inspiración. “Les enfants d’Isadora”, es una película sobre el dolor, sobre la pérdida, sobre cómo el arte puede reconstruir tu vida después de experiencias dolorosas.

Reducir el uso de la palabra no le resta valor al mensaje sino que dice, con igual o más intensidad, desde otro lugar, para expresar los sentimientos, ese dolor, con modos corporales y visuales. ¿Qué desafíos atravesaste para deconstuir la forma narrativa clásica y llegar con toda la intensidad requerida?

-Eso fue lo mas difícil para mi, no tener las palabras desde donde agarrarme. Todo pasaba por mí, por mí cuerpo, por mí presencia, y no estaba el filtro de las palabras para poder expresar eso que quería o tenía que decir. Pero, al mismo tiempo, ese fue el desafió interesante de poder trabajar y lo que hizo diferente la actuación a cualquier otra.