El guitarrista, cantante y compositor Skay Beilinson lanzó “En el corazón del laberinto”, su séptimo disco solista, acompañado por su banda Los Fakires, en el que, a lo largo de diez nuevas canciones, mantiene viva la impronta musical que lo caracterizó en su etapa como líder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, aunque abre el juego a distintos géneros musicales.

La presentación de esta nueva placa, sucesora de “El engranaje de cristal”, de 2016, llega luego de completar la publicación completa en plataformas digitales, a razón de una canción por semana, una modalidad puesta en marcha en mayo pasado con “El sueño de la calle Nueva York”, su primer corte.

Así, cada viernes, el artista platense sorprendió con composiciones que, si bien podían remitir de manera directa a diversas piezas registradas por Los Redondos, planteaban nuevos horizontes musicales, ya sea por su estilo como por sus sonoridades.

El mejor ejemplo de esto aparece en el tema que abre y da nombre al disco, coescrito con el trompetista Hugo Lobo, en donde los aires de swing que se sugieren desde un inicio toman fuerza con la entrada de una sección de vientos comandada por el líder de Dancing Mood.

También resulta innovador en tal sentido el sonido de tambor en “Tam Tam”, que dota a la composición de un carácter rioplatense, que se sostiene a lo largo de todo el corte, a pesar de quedar oculto con el ingreso de las características bases de guitarra de Skay.

El ex Redondos se rodeó en esa ocasión de su ya legendario bajista Claudio Quartero, el baterista Leandro Sánchez, ambos integrantes de La Saga de Sayweke, y el tecladista Javier Lecumberry.

Las guitarras quedaron a cargo exclusivamente de Skay, quien ya no cuenta en sus filas con Oscar Reyna, desde finales del año pasado, y cuyo lugar ocupa actualmente en vivo nada menos que Richard Coleman.

La onmipresencia de Carmen “La Negra Poly” Castro y el aporte creativo de Rocambole, como es costumbre, suman mayores elementos para mantener viva la llama ricotera en este trabajo, que en su portada presenta un dibujo de un primer plano de un ojo.

A pesar de no contar con tempos excesivamente altos, el clima rockero persiste a lo largo de toda la placa, con la intensidad y la furia, muchas veces contenida, que transmiten la guitarra y la voz de Skay.

En este clima, desfilan canciones punzantes y efectivas que sumergen al oyente en un viaje sonoro que nunca pierde el rumbo, aunque deja en claro la riqueza del universo que lo rodea.

El arranque acústico de la excelente “Plumas de cóndor al viento”, la cruda balada “Las flores del tiempo” o la línea de guitarra cuyo sonido recuerda a la de Robert Fripp en “Heroes”, de David Bowie, son algunos de los pantallazos que recalan en otros puertos musicales.

Curiosamente, “Heroes” contó con una recordada versión en nuestro idioma a cargo de Los Siete Delfines, la recordada banda liderada por Richard Coleman, recurrente invitado actual de Skay, y Ricky Sáenz Paz, actual bajista y stickista de Atlanticus, grupo encabezado por Oscar Reyna, ex guitarrista de Los Fakires.

En medio de estas sonoridades diferentes, “En la cueva de San Andrés”, “El ojo testigo” y “Late” son algunas de las canciones que recuerdan el origen y la esencia del rock del ex Redonditos de Ricota.

Del mismo modo, algunos sonidos y formatos resultan una invitación irresistible a hallar semejanzas con clásicos ricoteros, más allá de que el guitarrista evite caer en repeticiones y obviedades.

En tal sentido, tanto por el hecho de cerrar el disco como por su introducción de guitarra, que es utilizada también para separar las estrofas de la canción, “Esdrújulas en órbita” hace un guiño a “Todo preso es político”, el gran final del recordado disco “Un baión para el ojo idiota”, de 1988.