El músico panameño Rubén Blades, que a mediados de los años 70 fue protagonista del boom internacional de la salsa, a la que incorporó la pintura social y la aspiración poética, es el protagonista del filme documental «Yo no me llamo Rubén Blades», dirigido por Abner Benaím, que se estrenará el jueves y al que define como un «testamento».

En la película, que recorre la vida y la carrera del creador de “Pedro Navaja” y “Plástico”, Blades es protagonista casi excluyente, contando a cámara, sus inicios, la mudanza a Nueva York, el grupo de músicos que se reunía en forno a la discográfica Fania Records que popularizó el género internacionalmente, su alianza con Willie Colón ante la deserción de Héctor Lavoe de la orquesta que lo transforma en un éxito internacional, y también distintas anécdotas de su vida, como el momento en que se encontró con Gabriel García Márquez y el modo como Gabo lo definió.

Cantante, inspirado letrista, abogado, actor, candidato a presidente y ministro de Turismo de su país durante la presidencia de Martín Torrijos, Blades dialogó con Télam por vía telefónica desde su departamento en Nueva York sobre el ambiente de la salsa en los 60 y 70, su rol dentro la historia del género y su particular visión del mundo.

El siguiente es su diálogo con la agencia estatal:

Télam: Usted dice que aceptó hacer la película porque de algún modo va a ser un testamento; ¿cómo desearía ser recordado?

Rubén Blades: Como alguien que intentó. La mejor definición del fracaso es no tratar, yo traté y sigo tratando.

T: ¿Cómo se va gestando el fenómeno de la discográfica Fania Records que nace en Nueva York a comienzos de los 60 y que genera la explosión de la salsa a nivel mundial?

RB: Fania llenó una necesidad que hasta el momento de su concepción no había sido adecuadamente atendida. La salsa tenía muchos más simpatizantes que los calculados por las discográficas multinacionales del momento, se gestó en la medida en que fue dándole cabida a los mejores exponentes del género, donde cada cual aportó su visión y su talento.

T: ¿Cuáles eran los músicos más influyentes de la escena neoyorquina y los que dieron la mayor consistencia a ese movimiento?

RB: En su momento, en diversas etapas y décadas y lugares, la lista debería incluir, en Nueva York a Machito y Mario Bauza, Tito Puente, Tito Rodríguez, Johnny Pacheco, Larry Harlow, Joe Cuba, Las Charangas, Conjunto Clásico, Richie Ray y Bobby Cruz, Ray Barreto, Eddie Palmieri, Willie Colon, Pete Rodríguez, Celia Cruz, La Lupe, Las Estrellas de Fania, el Grupo Folklórico Experimental Neoyorquino; y en Puerto Rico a Cortijo y su combo, el Gran Combo, Willie Rosario, La Sonora Ponceña, Tommy Olivencia, Ralphie Levitt, Bobby Valentin.

T: Cuando introduce la pintura social y el elemento político y poético en un género dedicado a la canción sentimental y bailable, ¿se remite a alguna tradición o fue una decisión propia?

RB: Fue una decisión inspirada por mis lecturas y por experiencias musicales. Cuando escuché al Jongo Trío de Brasil en 1967 interpretando «O menino das laranjas» y «Terra de ninguem»; cuando escuché a Piero de Argentina en «Mi viejo», me convencí de que se podía escribir música popular desde una perspectiva de crónica y también literaria. No había incongruencia en darle al ritmo un sentido lírico y/o periodístico.

Télam: ¿Por qué cree que su propuesta tuvo tanta repercusión mundial?

RB: Porque los temas son universales, tuve cuidado de escribir honestamente, sin contaminarme con ideologías, no caer en slogans, ni exageraciones; ese tipo de crónica social, urbana, no tiene fecha de vencimiento porque narra nuestras realidades, aspiraciones, problemas, esperanzas, fracasos e intentos por dar razón al absurdo, cada generación las reconoce, por eso temas como «Pablo pueblo», «Pedro Navaja», «Ligia Elena» o «El padre antonio», continúan teniendo vigencia.

T: ¿Cómo cree que su legado ha sido recogido en la música popular del Caribe?

RB: Esa pregunta la responderá el tiempo, el verdadero éxito radica en la longevidad del aporte; cualquiera puede tener éxito, por razones que van desde el pago para rotar en las radios, hasta el exhibicionismo y la campana publicitaria, “Pedro Navaja» lleva ya 41 años y donde sea que la canto, me la canta la audiencia de vuelta, me pregunto quién que tenga entre 20 y 35 años se acuerda de la letra de «Macarena».