«El vals de los inútiles», del cineasta Edison Cájas,  es una coproducción chileno-argentina que refleja la lucha de los estudiantes secundarios para obtener una educación gratuita y de calidad. Este jueves, se transmitirá en la sala Bama Cine Arte de la Ciudad de Buenos Aires.

El primer largometraje de Cájas indaga en las razones y los logros de aquellas manifestaciones masivas -las mayores desde la vuelta de la democracia a Chile- y registra una de las expresiones ciudadanas más contundentes contra las políticas neoliberales implantadas a partir de la dictadura de Augusto Pinochet.

«La educación gratuita era la punta de lanza, algo por lo que se había peleado durante muchos años, y en 2011 fue un reclamo generalizado que se convirtió en la gran bandera de la juventud y la comunidad estudiantil. Esa bandera era la lucha por una educación de calidad y gratuita», recordó el director en diálogo con la agencia Télam.

En una conversación telefónica desde Chile, Cájas -que recorrió numerosos festivales del mundo con este filme- explicó que «lo peor de la dictadura pinochetista fueron sus víctimas, pero debajo de esos muertos y torturados lo que se perpetúa en Chile es un modelo social, político y educacional neoliberal, contrario a los derechos básicos de los ciudadanos».

«Por eso pienso que lo que pasó en 2011 era una especie de olla a presión a punto de estallar, como una especie de catarsis que se sentía en la calle, que tenía que ver con los estudiantes pero también con mucha gente que salía reclamar por un cambio de modelo, porque el que existía se estaba comiendo sus libertades civiles», añadió.

En ese sentido, «El vals de los inútiles» no sólo se ocupa de la actualidad política chilena y de la lucha estudiantil que conmovió a esa sociedad durante aquél año, sino también -a través de las vivencias de un ex militante político secuestrado y torturado a fines de los 70- del pasado de una dictadura sangrienta y de algunas heridas que aún siguen abiertas.

Para ello la cámara de Cájas sigue paralelamente a Darío, un estudiante que participa de la toma del Instituto Nacional, uno de los colegios más emblemáticos de Santiago de Chile, y a Miguel Ángel, un profesor de tenis que en 1979 fue secuestrado por la dictadura de Pinochet, sometido a crueles torturas y privado de su libertad por más de seis meses.

Para Cájas, «la película debía adquirir un tono más poético, porque en la calle sentía que lo que estaba ocurriendo era eso: la gente sentía que reclamaba por el Chile que se había perdido y que estaba representado por Miguel Ángel, y que de alguna manera la generación de jóvenes a la que pertenece Darío estaba recuperando».

Graduado en filosofía y cine en la Universidad de Chile, y especializado en Dirección en la Escuela Internacional de Cine y TV de Cuba, Cájas dijo que «en aquellos días había una energía muy especial, una atmósfera y una épica que no había habido en Chile en los últimos 30 años. Era una energía que le correspondía a la generación de nuestros padres», opinó.

El cineasta reconoció que el documental «fue un poco producto del azar, porque no tenía pensado hacer un documental de nada, quería hacer una película de ficción, había escrito el guión y esperaba fondos, pero comenzó esta pequeña revolución chilena y con un amigo empezamos a registrar y ahí nos dimos cuenta que había una historia«.

«Empezamos a registrar la corrida, una maratón de 1.800 horas en apoyo a la petición estudiantil, y en paralelo filmamos las marchas en la calles y las tomas de los colegios. A los dos protagonistas los encontramos corriendo en la calle, y ahí nos dimos cuenta que podíamos darle forma a una historia», señaló el cineasta.

Y añadió: «Había trabajado en mis cortos de qué forma la dictadura afectó a las generaciones que veníamos. Al igual que en la Argentina, la dictadura chilena se estableció bajo un modelo social, y eso es lo que estábamos viviendo, intentamos unir estas dos generaciones que ya estaban unidas por el mismo drama invisibilizado por el sistema».

«En esos días mi amigo y yo éramos estudiantes del Instituto Nacional y eso nos facilitó la entrada al colegio, y una vez que nos dieron permiso pudimos filmar las clases, las asambleas y la toma. Los mismos estudiantes nos avisaron que iban a tomar el colegio, fue algo natural», reveló Cájas sobre cómo accedió al corazón de las protestas.