El libro, editado por Planeta, expresa de forma coral las ideas, la gestación, el proceso, el efecto -social e institucional- el empoderamiento, la organización, las deudas pendientes, el rol de la justicia y las acciones de cara al futuro que dieron luego de años de trabajo de los colectivos feministas y que se materializaron masivamente el último 3 de junio en 120 plazas del país, con más de 250 mil personas sólo en Capital Federal que dijeron al unísono «Ni una menos».

Si bien el volumen se centra en la voz de parte de la organización de la marcha, que sucumbió en un reclamo nacional contra el femicidio, también reflexiona sobre la sociedad patriarcal, las estigmatizaciones, la despenalización del aborto y concluye con una entrevista a Elena Highton de Nolasco, vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia, quien hace un mea culpa y reconoce que las respuestas de la Justicia a las mujeres víctimas son insuficientes y que «falta mucho».

Otro de los testimonios que rescata es el de la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner que también habló por esos días. Así, «dos de las mujeres más importantes del país se pronunciaron. No es moco de pavo», dijo Micaela Libson, licenciada en Ciencias Políticas, investigadora del Conicet e integrante del colectivo NiUnaMenos.

Pero aquí también se pronuncian otras mujeres, anónimas que fueron clave para el armado de este reclamo,  sobrevivientes de la violencia e integrantes de espacios multisectoriales, de ONGs y de instituciones gubernamentales.

El libro arranca con las instancias previas, narrando ese pulso que se estaba gestando en gran parte de la sociedad, gente que dejó de mirar a los costados frente a tanta violencia. «El caso de Ángeles Rawson fue paradigmático (…) Que se metieran con chicas fue revelador, que no fuera una víctima estigmatizable. No había nada más para decir que el hecho de que la habían matado por ser mujer», dice la periodista Hinde Pomeraniec, también de la organización  Ni una Menos.

Los testimonios, reveladores, conmocionantes, van hilando el relato de un grito común. Aparecen las voces de, por ejemplo, Agustina Paz Frontera, amiga de Florencia Penacchi, que desapareció hace diez años cuando «no se hablaba de nada de todo esto, de trata. La violencia de género no se mencionaba mucho, ni de cerca el discurso que hay alrededor de eso ahora«, cuenta la amiga.

Otro aporte es el del periodista Luis Bremer que cuenta la historia de su madre, asesinada por violencia de género hace veinte años. «Lo conté también para remarcar que el año pasado 500 pibes quedaron sin madre y que, en muchos casos, están siendo cuidados por los asesinos de sus madres», subraya.

«Dos meses antes (del 3 de junio) habíamos presentado nuestro informe sobre femicidios en Argentina. En siete años fueron asesinadas 1.808 mujeres, por ser mujeres. En 2014 fueron 277. De esos relevamientos sobre los casos publicados en los medios, salió el dato de que ocurre un femicidio cada 30 horas. Hubo mucha repercusión», informa Ada Beatriz Rico, Presidenta de la Asociación Civil La Casa del Encuentro.

Dos años antes de la emblemática marcha del 3 de junio, la secuencia mediática «fue impresionante», enfatiza Rico sobre los femicidios de Ángeles Rawson, Melina Romero, Lola Chomnalez, Daiana García, María Eugenia Lanzetti, Laura Vázquez Provoste, Agustina Salinas, Gabriela Parra y Chiara Páez.

«Esa fue la última gota. Creo que la gente sintió el hartazgo», subraya Rico en este libro donde es indispensable el testimonio de padres y madres de las víctimas como Jorge Taddei, padre de Wanda; Verónica Camargo, madre de Chiara; Karina Lopinto, mamá de Daiana y Adriana Belmonte, madre de Lola y los padres de Ángeles.

Indignación, voluntad de hacer algo, potencia de las redes sociales, fueron elementos que, según la periodista María Florencia Alcaraz, se combinaron para hacer algo. «El femicidio empieza a aparecer en la escena pública: en un bar, en un jardín de infantes, a la vista de los chicos«, dice sobre esa maduración de algo que venía pasando en diversos ámbitos. «Hubo un quiebre y un basta colectivo. Y hubo una acción que olfateó esa necesidad», agrega la comunicadora Vanina Escales.

La movilización fue convocada y organizada en tres semanas y 48 horas por una veintena de periodistas, escritoras y activistas al calor de las redes sociales. Dibujantes y diseñadores se pusieron al hombro la comunicación visual, colectivos de militantes que integran el gran movimiento de mujeres se sintieron convocados y todo comenzó a ir increscendo hasta llegar al «Ni Una menos».

Este libro emerge como un registro de los actores que estuvieron en la cocina de la organización, contando sobre la inmensidad en torno al reclamo, las adhesiones, el compromiso público de los políticos, las amenazas de grupos «relativizadores de violencia machista», la redacción de un documento con cinco puntos y la «tremenda» visibilización. También se anexan los documentos generados y una guía de acción para saber cómo actuar frente a situaciones de violencia.

«Yo creo que mucho de los que pasa aparece como un castigo a las libertades adquiridas. Hay un autonomía económica de las mujeres, más autonomía social y más respuesta violenta de parte del que no puede controlar», reflexiona la socióloga María Pía López, directora del Museo del Libro y de la Lengua y una de las fundadoras del colectivo Ni Una Menos.

A su voz se suman, entre otras, Marta Dillon, Dora Barranco, las opiniones de Gaby Comte, Ana Correa, Mercedes Funes, Valeria Sampedro, Marina Abiuso, Soledad Vallejos, Marcela Ojeda, Maitena, Liniers y Gabriela Cabezón Cámara quien en marzo publicó «Basura» en la revista digital Anfibia, un texto desgarrador que habla de las chicas asesinadas y de la mediática carnicería en una especie de show que explica los femicidios, una pieza que la propia presidenta recomendó en Twitter.

«Las mujeres de la bolsa somos muchas y salimos de ellas para que no haya ni una menos», señala la escritora María Moreno en el texto «Mujeres de la bolsa», un escrito que para muchas fue «fundacional» del Ni Una Menos.

En la marcha, puntualiza Fabiana Tuñez, directora ejecutiva de la La Casa del Encuentro, «no solamente había mujeres, había varones, un montón de varones en las marchas. Y ese es el cambio cultural que necesitamos. El cambio cultural que va de la mano de un cambio que tenemos que hacer varones y mujeres para construir una sociedad libre de violencia».