Por Federico Morel – 70/30

A mediados de los años setenta, las expresiones culturales y las voces disidentes casi no poseían espacios o lugares para ser. En ese contexto se encontraban los jóvenes de una época golpeada por los avances tecnológicos, los vestigios de las guerras y, sobre todo, por un sistema capitalista que se consolidaba cada vez y se enraizaba en la ambición de los poderosos, sometiendo cada vez más la voluntad de la clase trabajadora. Era una necesidad urgente estallar y liberarse.

Es así que en el año 1974, un estilo original de música encendió la mecha de una revolución ideológica que sirvió para que esa generación joven, asediada por las presiones de los gobiernos y el sistema económico, se reconozca dentro de un nuevo movimiento que en poco tiempo logró interpelar casi todo lo establecido.

En ese año, cuatro jóvenes de Queens, que se hacían llamar Ramones, tocaron en el bar CBGB de Nueva York. Se autodenominaban “desadaptados sociales”. Sus presentaciones eran polémicas, con mensajes directos y un ritmo agresivo, pero con mucho rock como bandera. Uno más tarde, en Londres e influenciada por aquellos, nació la banda Sex Pistols, que creó una corriente con sonido propio y manejando un lenguaje que hasta ese momento el rock no había utilizado: el callejero.

De esa manera surgió este género tan controversial pero liberador y contestatario de aquello que estaba establecido y no debía ser “manchado” ni “modificado”. De esa manera nació el punk, nombre que le dieron los medios de comunicación a esa rebeldía dolida y desastrosa, que tenía como objetivo conseguir un poco de satisfacción y goce.

Este movimiento contestatario no tardó mucho tiempo en llegar a nuestro país. Corriendo el año 78′, en plena dictadura militar, Hari-B fundó Los Testículos y luego Los Violadores (en algún momento llamados “Los Voladores”, por la censura del proceso).

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Fuente: Museo Rock Rosario

Rosario quiere punk

El desembarco del punk en Rosario se da casi simultáneamente con Buenos Aires, pero se consolida a mediados de los 80′.

Para hablar sobre la historia y el desarrollo de este género que aún hoy sigue alimentado al mundo musical, 70/30 habló con alguien que sabe desde las suelas gastadas: ‘Pepe’ Acosta, un conocido punki de la ciudad que vivió el proceso de asimilación de esta corriente anglosajona que, automáticamente tocó suelo ‘sudaca’, se reinventó y comenzó a ser la manera de vida que sostenían aquellos a los cuales la miseria y la muerte les caminaba de lado y que todavía vive el punk no como expresión, sino como estilo de vida.

Diego Casanova, actual cantante de Rosario Smowing, en su época punk con Celda 14. Fuente: Museo Rock Rosario

Para él, los comienzos del género en Rosario se dieron a mediados de los 80′, donde surgieron bandas pioneras como Argies, Dokumentos Por Favor, Skoria, Hachazo En La Nuca, Culturas Perdidas, Demasiado Tarde, Celda 14 o Fricción, entre otras, siguiendo incluso algunas vigentes hasta el día de hoy. Al ser muy cercana a Buenos Aires, las movidas llegaban a esta ciudad con muy poca diferencia de tiempo, aunque la cercanía no fue algo que haya beneficiado a la escena y la vida punk local, y es que el punk se hacía fuerte desde las voces que escupían la bronca y la contracultura desde los escenarios.

La escena en Rosario se consolidó a principios de los 90′, cuando desde los barrios afloraron muchas bandas como Komplejo Vitamínico, Los Buenos Modales, Bulldog, No Pibe, Malones, Asphix, Zona 84, Muerto En Pogo o Merkado Nocturno, entre otras, teniendo un pico máximo con la ocupación de los galpones de Wheelright y España: el famoso “Galpón Okupa”, que generó una movida de cultura punk que, hasta el día de hoy, sigue teniendo influencia en la ciudad y en diferentes niveles.

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Las diferentes movidas de jóvenes que sostenían este estilo de vida se juntaban en las plazas como la vieja Pinasco (actual Montenegro). Luego, más en los 90, las plazas del centro, cerca del río, fueron copadas por chicos y chicas de la cultura punk. Según contó Pepe, la plaza Pringles, la 25 de mayo, el parque España y los galpones de los trenes -en ese momento abandonados, donde actualmente existe la Isla de los Inventos-, eran puntos de encuentro e interacción de este movimiento ideológico rebelde. También, por supuesto, en los barrios de zona sur, zona norte y el oeste. Todos los sectores de Rosario tenían sus bandas.

Fuente: Museo Rock Rosario

Los clubes de barrio fueron muy importantes para el desarrollo y la expresión musical de la movida punk porque, más allá de que se cerraban a la movida por algunos hechos violentos, fueron quienes permitieron generar ciclos continuos de fechas.

Otro lugar que hay que mencionar, debido al apoyo que brindaba a las bandas punk -que se caracterizan por el trabajo autogestivo- fue la Biblioteca Ghiraldo, entonces ubicada en Paraguay al 2200. “Le dio mucho contenido a la movida”, sostuvo Pepe a 70/30. Pasando el año 2000, el bar El Sol y luego El Sótano, permitieron crear un espacio que generó la escena más reciente de bandas punks. Últimamente, la biblioteca Puerto de Ideas es una de las pocas opciones para el punk.

Banda «Dokumentos por favor». Foto: Gustavo Montonati

Un mundo rebelde

La historia del punk, desde sus comienzos, hasta la actualidad, siempre se ha visto condicionada y perseguida por lo establecido, por aquello que esta impuesto como la verdad absoluta, por lo políticamente correcto. El punk nunca permitió que lo modifiquen ni la industria ni los prejuicios.

Quienes lo siguen viviendo como en la adolescencia -aunque obviamente con menos violencia y confrontación-, sostienen que los ayuda a mantenerse atentos a un sistema capitalista que pretende mantenernos en “modo avión” y sumisos a sus caprichos materialistas y deshumanos.

Quizás, algún día, la ideología de este género rebelde y avasallador finalmente contagie a aquellos que se conforman con una estructura cómoda y repetitiva. La actitud atrevida y transformadora que posee el punk es un motor impulsor del deseo inclaudicable de obtener un mundo que ofrezca un poco menos de injusticia y un poco más de satisfacción.

Fotos: Museo Rock Rosario y Gustavo Montonati.

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